Mis andanzas en V-Strom
  UN VIAJE ESPERADO: EEUU 2012 (PARTE 4)
 

Llegamos a tierra firme y fuimos paseando hasta el FishMarker para ver los leones marinos. Es curioso ver estos bichos en libertad y no en los zoológicos como normalmente los vemos. Estuvimos paseando por la zona y llegamos hasta donde se coge el “cablecar”, los conocidos aunque mal dichos tranvías de San Francisco
.







Tuvimos que hacer un buen rato de cola para poder cogerlo, a parte de pagar 12 $ por persona, pero si estás aquí, ¿qué vas hacer? ¿No cogerlo? Pues nada pagamos el billete para coger una de las dos líneas que existes, la que va desde Fisherman’s Wharf a Union Square que era la parada que teníamos delante del hotel y es la que pasa por las empinadas y cinéfilas cuestas de Nob Hill.


Es curioso el juego que tiene que hacer el chofer para conducir estos trastos porque no es más que un cable que va por debajo el suelo y el tranvía lleva un juego de mordazas que aprisionan al cable cuando quiere traccionar el vagón y un freno. Todo esto en dos palancas y un montón de pericia.








 

Llegamos al hotel y como ya es hora de comer buscamos algún restaurante de la zona, que hay muchos y muy variados. Al final nos decidimos por uno y cuando estamos a punto de entrar se nos acerca una pareja mayor y la mujer en voz bajita nos suelta que no entremos a ese restaurante que estuvieron comiendo ayer y era de “pésima” calidad. No era simplemente “BAD” (malo) sino que era “THE WORST” (lo peor). Le agradecimos el detalle de avisarnos. Vimos con Lydia que mientras se alejaban ella le comentaba algo a su marido. Por los gestos parecía eso de –se lo tenía que decir-.

Al final encontramos cerca de allí el restaurante Lori’s. Un restaurante decorado a los años 50. Nos encantó, tanto el ambiente como la comida. Incluso decidimos que por la noche volveríamos a cenar allí.





Por la tarde nos dedicamos a buscar un MRW para mandar otro paquete más o a  Los Angeles o directamente a Barcelona. Fuimos paseando hasta que encontramos una oficina de FEDEX pero nos asustamos cuando nos dijeron que mandar ese paquete a Barcelona nos saldría por unos 400$. Joder, por cuatro souvenirs.

El día anterior, mientras comíamos, vimos delante del restaurante un sitio de envío multimarcas (UPS, MRW, USPS, DHL) así que nos fuimos para allá. Al final mandamos el paquete por USPS y nos comentaron que en unos 15 días estaría por Barcelona. El precio final fue de 185 $, una pasta pero por lo menos no fueron los 400 que nos pedían en FEDEX.

Comentar sólo que el paquete llego un día antes de que llegásemos nosotros a Barcelona, así que súper rápido, la pena, que el inútil de correos de aquí se equivocó de número de la calle y no recibimos nunca la notificación del correos español. Por suerte, teníamos el número de expedición del USPD y allí nos dieron el número de expedición español con lo que pudimos comprobar donde estaba el paquete. Cuando lo miramos faltaba un día para que lo devolvieran a EEUU, ya que pusimos la dirección de envío la gente del EASY RIDER. Suerte que al final pudimos arreglarlo, porque nos decían que tenían que ser ellos quienes cambiaran el número de la dirección. Al final, después de pagar las tasas aduaneras, nos llegó el paquete.

Al final, satisfechos, nos pasamos la tarde deambulando sin ir a ningún sitio en concreto, porque lo que queríamos ver, ya lo habíamos visto, y lo que nos faltaba, íbamos a ir al día siguiente en moto.

Para acabar la jornada entramos en otro icono americano que son los grandes almacenes Bloomingdale’s. La verdad es que nos pareció una tienda cara a diferencia del Macy’s que eso si que es más tipo CorteIngles, pero teníamos que entrar y ya entramos.

Volvimos a cenar en el Lori’s y paseando nos tomamos en último café en un sucedáneo de Starbucks y nos fuimos a descansar ya que mañana retomábamos el camino.

Durante la jornada no hoy no movimos la moto, por eso no hay datos kilométricos, pero eso sí, andamos lo indecible.

Nos levantamos temprano, preparamos las maletas y bajamos a desayunar. Mientras Lydia esperaba con las maletas yo me fui a buscar la moto. Me parece que pagué para los dos días unos 80$, pero prefiero pagar eso que la franquicia por robo.




Cargamos la moto y pusimos en el GPS la dirección de la Lady Pinted que son un conjunto de casas victorianas situadas en Nob Hill. La verdad es que son preciosas y muy coloristas, y como están en las calles empinadas de las colinas, tienen un agradable escalonamiento. Muy fotogénicas.





Después de la visita de rigor y de disfrutar un poco de la zona, nos dirigimos a otro de los puntos deseados de la ciudad, la Calle Lombard, eso sí, el tramo que va desde Russian Hill y Hyde Street, los famosos 8 virajes que sirven para ganar los 27º de inclinación que tiene esa calle. La bajamos dos veces porque el problema que siempre está lleno de coches que quieren bajarla. Lo mejor, es coger la Greenwich St que tiene una inclinación parecida pero sin curvas. Eso si que acojona.





Satisfecho con las dos últimas visitas nos encaminamos hacia nuestro nuevo destino. Esta noche, Santa Cruz. Salimos encantados de San Francisco, la ciudad más europeizada de las que pudimos visitar y porque están a la espera del Big One (el gran terremoto) porque si no sería un lugar bonito para vivir.

Hay varias formas de llegar a Santa Cruz, pero como no, nosotros cogimos la más larga, la más divertida y la más conocida, la H1 o conocida como PCH – Pacific Coast Highway, la carretera que baja pegada a la costa durante todo el trayecto desde San Francisco hasta Los Angeles. El trozo más conocido de esta carretera es la nombrada BIG SUR que va desde Carmel hasta San Simeón.

Cuando salimos de San Francisco el tiempo no era muy agradable, ya que había esta casi perpetua niebla que hacía la conducción fría, ya que no era niebla, niebla, sino nubes muy bajas. Cuando conducías por estas, aun la temperatura se mantenía pero cuando entrabas en la niebla  de verdad, la temperatura bajaba entre 5 o 10 grados y hacía frio de verdad.


Todo y eso, disfrutamos de la conducción (no tanto de las vistas, claro) y a media mañana nos paramos para tomarnos un desayuno motero americano. Pedimos unos sándwiches, pero lo que no sabíamos que eran de tamaño XXL o alguna X más.





 

Después de este contundente desayuno seguimos curveando por la Routa1 hasta llegar a una hora decente al hotel. El GPS nos hizo una ruta turística por el pueblo, incluido una visita a un típico rastro de jardín como en las pelis que vemos. Nos registramos en el hotel, nos duchamos y miramos que teníamos cerca para ir a visitar.




 

 

Estuvimos leyendo que esta zona, años atrás, estaba cubierta de sequoias gigantes, pero como todo, el hombre casi lo exterminó. Suerte que primero el Presidente Woodrow Wilson que firmó la primera Ley Orgánica de Servicio de Parques Nacionales el 25 de Agosto de 1916 y después el Presidente Franklin D. Roosevelt consolidó, al ver las desgracias que llegaban hacer, un único Servicio de Parques Naturales limitando la tala en esas zonas. En la costa oeste llegó justo para preservar unas cuantas hectáreas de esas impresionantes sequoias.

Así que cogimos la moto y nos fuimos dirección al Big Basin Reedwoods State Park para ver un montón de estos magníficos árboles en plena naturaleza.

Nos adentramos en la América más rural y montañosa que habíamos estado pisando durante todo el viaje. Aquella América que no se acostumbra a ver y que es una verdadera maravilla con esos pueblecillo que se ven en las pelis con sus casas de maderas. Disfrutamos durante todo el trayecto de ida así como el de vuelta, curveando por carreteras sinuosas con muy pocos vehículos. Al final llegamos al Parque y con solo los dos árboles que te dan la bienvenida ya te quedas con la boca abierta. Estas sequoias son de la variedad de la roja o californiana, que pueden llegar a medir más de 110 m de altura, 7 de circunferencia y pueden tener entre 2.000 o 3.000 años.

El motivo que duren tanto es que la corteza es tan ancha que no hay incendio o animal que pueda traspasarla, por lo que la parte vital del árbol siempre está intacta.

Nos hicimos las fotos de rigor. Como curiosidad, en este parque tienen la sección de una de estas sequoias y contando aros internos han podido datar efemérides como el nacimiento de Mahoma en el 570 o la plenitud de la civilización Maya en el 600.


 

 

 

 










Seguimos el viaje ya de vuelta al hotel para descansar un poco e ir a cenar en algún restaurante de la zona.

La vuelta a lo mejor fui incluso más divertida pero al final se nos hizo de noche, así que hicimos los últimos kilómetros de noche.

 

Llegamos al hotel, nos arreglamos y nos fuimos a cenar a un restaurante también decorado de los 50. Se ve que no tienen otros motivos de decoración los restaurantes del país.

Después de cenar, volvimos al hotel para descansar un poquillo y recuperar fuerza para la jornada de mañana. Acabamos el día con 138’6 Mi (223’06 km) que sumados salía un total de 2.063’2 Mi (3.320’40 km
).

Por la mañana teníamos un día completito. Amaneció frio y con niebla, pero eso ya nos pareció que sería la tónica hasta llegar a Los Angeles. Primera parada era visitar el pueblo de Carmel, famoso porque su alcalde era Clint Eastwood, así que retomamos la H1 después de desayunar y de cargar la moto.

Pero antes de Carmel, teníamos otro punto interesante en nuestro viaje, y no era otra cosa que el circuito de motos de Laguna Seca. Nos teníamos que desviar poco y para ver el mítico sacacorchos pues valía la pena. Llegamos a la entrada y nos encontramos que hoy había carreras de coches clásicos, así que si queríamos entrar nos tocaba pagar entrada. Que rabia que nos dio, pero bueno, que le vamos hacer, así que media vuelta y para Carmel.  

 


 

En poquito llegamos a Carmel. El pueblo es precioso, bucólico, tranquilo, lleno de arbolitos y de casas fantásticas, o sea, cuando me jubile ya sé donde ir a vivir.

Estuvimos paseando un poquillo y al final nos sentamos en un bar a tomarnos una Coca-Cola. Nosotros pensamos que sería como en Bishop, 1$ y te lo rellenan las veces que quieres. Si, se nos termina y nos lo vuelven a rellenar. El camarero que era hispano estuvimos charlando un poco y le comento si aun tenían a Harry el sucio como alcalde. Él, un poco sorprendido, nos comenta que lo tuvieron en los años 90, así que ya ha llovido e incluso Clint tenía bastante menos arrugas. A la hora de pagar, Lydia se sale a fumar un cigarro y el camarero me pasa la cuenta. ¿Pero qué coño he roto? ¿12$ por dos Coca-Colas de grifo aguada? Eso de tener fama por haber tenido a Harry el Sucio como alcalde, les ha subido a la cabeza.








Salimos un poco escarmentados de Carmel, suerte que ahora en la H1 nos adentramos en la zona conocida como la Big Sur. La zona montañosa de la costa oeste de EEUU. Para hacer una comparación, son como las Costas del Garraf pero con algo más de 140 kms, aunque los puntos de inicio y final no están muy bien delimitados. 

Vamos curveando hasta la hora de comer, entre bancos de niebla, claros y puntos soleados. El restaurante es un pequeño local que sirven la comida en una terraza con vista al océano pacifico. Es curioso comer delante de este cuando aquí lo normal es el Atlántico, se te hace extraño.  

El camarero es muy amable y nos comenta que allí se come el mejor “fish&chips” del mundo. Ante esta seguridad no puedo hacer otra cosa que pedirlo. Lydia le va más una hamburguesa. Lo bueno, es que también hacen las mejores hamburguesas. ¿O es que tienen a Ferrán Adriá en la cocina o es que es muy buen vendedor?

El pescado estaba bueno, era bacalao rebozado y sus patatas fritas. Lo mejor, la vista y la compañía.





Salimos del restaurante con las fuerzas recargadas para llegar a Santa Maria (será por santos y santitos, se nota que estuvieron los españolitos por estas tierras).






El hotel es una pasada. Es un clásico de 1917. La idea era llegar con tiempo para dejar las cosas e ir a ver la Misión de San Luis Obispo de Tolosa, fundada en 1772 por el Fraile Juniper Serra,  un franciscano nacido en Petra (Mallorca) 1713. Pero el problema es que llegamos tarde y cansados, así que pasamos de Misiones y nos dedicamos a descansar por la zona.







Salimos a pasear y a disfrutar un poco del hotel. Lo malo es que estaba todo muy cerrado, lo que nos extrañó. Lo que ya nos tocó la moral era que hasta el Macy’s estaba cerrado. ¿Pero qué pasa aquí? Bueno, luego nos dimos cuenta que era Domingo y que solo abrían hasta la 2 de la tarde. Que fallo, ya no sabemos ni en qué día vivimos.






Después de pasear, nos paramos en un Steack House para cenar alguna cosilla. Es curioso el restaurante y comemos bastante bien. Ya cansadotes, nos retiramos a dormir que mañana llegamos a Los Angeles de nuevo.



El día lo hemos cerrado con 230’10 Mi (370’31 km) y llevamos un total de 2.293’30 Mi (3.690’70 km).

Hoy nos tomamos la salida con calma. Total solo nos falta llegar a Los Angeles y mañana entregar la moto. Así que desayunamos, montamos todos los bártulos en la moto y salimos dirección a la H1 para circular por la costa y disfrutar de los últimos kilómetros de esta carretera.

El día transcurre sin ninguna complicación. Lo único que nos hacía gracia coger la carretera más próxima a la playa pero eso nos retrasaría mucho, así que decidimos seguir la H1 ya transformada en 3 carriles para cada sentido e ir a coger la zona más famosa de la carretera.

A media mañana pisamos la zona donde rodaron la película “Este mundo está loco, loco, loco” de Spencer Tracy, Mickey Ronney, Peter Falk, entre otros buenos actores. Rodada en 1967, la carretera sigue siendo la misma. No puedo borrar la sonrisa bajo mi casco mientras conduzco por este tramo.

Al final llegamos a Malibú. Hace mucha ilusión. Tantas veces vista por televisión y ahora lo estamos pisando. Nos paramos en el famoso cartel de la carretera para echarnos la foto de rigor. Volvemos a la carretera circulando despacito para disfrutar de la zona. La verdad es que parece un poco Castelldefels pero con muchísimo dinero.



Desde que entramos en Malibú ya no dejamos las ciudades. Técnicamente ya hemos entrado en la zona metropolitana de Los Angeles, que es como Barcelona, con un montón de ciudades todas pegadas a ella.

Malibu, Santa Mónica, Marina del Rey, Beverly Hills, Irvine, Hollywood, Long Beach, y un largo etcétera. Pero la que nos interesaba a nosotros, y la que teníamos más cerca era Santa Mónica.




Y ¿Por qué Santa Mónica? Por dos razones. Una porque tiene uno de los muelles más famosos y fotografiados. Y dos, porque en ese muelle esta marcado el final de la Ruta 66. Aunque técnicamente nunca terminó allí, pero era el sitio más turístico para ponerlo. Ah!!! Y como no, ver si veíamos a Pamela Anderson en su papel de Vigilante de la Playa.


Llegamos al muelle y dejamos la moto en el parking después de pagar 8$, pero así estamos más tranquilos. Y nos vamos a pasear por el muelle, con sus tiendas, su parque de atracción, su zona de pesca y el cartel de “End of the Trail”.







La verdad es que pone la piel de gallina y si encima la has hecho entera, tiene que ser la ostia. Esto ya lo descubriremos. Tal como dije al principio de la crónica, no sé cuándo será, pero seguro que será.

Comemos en el muelle, y una vez revisada todas las tiendas y aun más la de los souvenirs de la 66, volvemos a la moto para ir hacia el hotel.









La circulación en Los Angeles es dura, un montón de coches, un montón de vías y un montón de todo, pero al final llegamos al hotel. Mientras me voy hacer el check-in, Lydia se queda en la moto descargándola, cuando veo que entra con la cara medio desencajada diciéndome que el día de entrega de la moto era hoy.

Miramos los papeles y veo que tiene toda la razón. La hora de entrega eran las 16:30 y vemos que son las 16:29. Un poco justo.

Nos acercamos al Guest Service del primer día y le pedimos que nos llame a Eagle Rider y que le comente que hemos encontrado tráfico y que nos esperen. Los de Eagle Rider nos comentan que no nos preocupemos que vayamos que aun estarán un buen rato. Esto nos tranquiliza, así que sin desmontar nada, nos vamos para la oficina de Eagle. Por cierto, estábamos más cerca de lo que pensábamos después de la experiencia del último taxista.

Entregamos la moto sin llenar el depósito ni nada. Mientras yo arreglaba los papeles con Kiyoji, Lydia entregaba la moto a Charly, el mecánico que le pegó un repaso. Solo le comentó Lydia que la devolvíamos un poco sucia por haber tenido que cruzar un desbordamiento en Death Valley, pero que la moto se había comportado como una campeona durante todo el viaje.

Recogimos la caja que mandamos desde Grand Canyon y estuvimos contando a los chicos del Eagle Riders las anécdotas del viaje. Una gente muy maja. A parte, le comentamos, por si acaso que mandamos un paquete a Barcelona desde San Francisco con su dirección como la de envío, que si les llegaba un paquete devuelto que era el nuestro.

Por cierto, que nos pagaron el taxi de ida del primer día, que con la emoción ni pasamos la nota. Suerte que no la habíamos perdido. A parte, nos dieron un cheque para pagar el de vuelta.

Nos despedimos de esta gente maravillosa y nos volvimos al hotel. Después de adecentarnos un poco salimos a pasear y a buscar algo para cenar. Antes de salir, hablamos con Mani, que era el Guest Service que estaba esa tarde-noche para consultarle si los estudios de la Universal estaban lejos, a lo que nos contesto que si, a unos 40 minutos en coche pero que si queríamos ir, había un touroperador que nos recogían en el hotel y nos llevaban a la Universal por 100$ por persona. Pensando que la entrada valía 80$ nos pareció bien el precio. Mirando un poco su folleto, vimos que por 20$ más, había un tour nocturno por Los Angeles, y como difícilmente podríamos ver la ciudad si íbamos a la Universal, decidimos cogerlo. O sea, que ya teníamos el día de mañana solucionado. Nos recogían en el hotel a las 9 de la mañana.

Volvemos al hotel satisfechos de la jornada y del viaje, y un poco tristes ya que mañana era nuestro último día de viaje. La jornada de hoy lo habíamos terminado con 180’60 Mi (290’65 km) lo que hace un total del viaje de 2.473’90 Mi (3.981’40 km)
.

Amaneció en nuestro último día de viaje. Todo lo bueno termina y a nosotros terminaba en el mismo hotel donde empezó todo, así que nos desperezamos, nos duchamos y bajamos al Starbucks como hicimos la primera mañana.

Esta vez nos toco esperar al autocar que nos llevaría a ver los estudios de la Universal y Los Angeles de noche. El autocar llego 10 minutos tarde y nos llevó primero a la central del touroperador para acabar de pagar la excursión y dividirnos según destino.

Nos sentamos en nuestro autocar y esperamos un poquillo para salir hacia Hollywood. Salimos del parking a las 10 y poco y dado lo lejos que está todo y que la circulación de Los Angeles es algo caótica, llegamos a los estudios alrededor de las 11 de la mañana. El chofer nos comenta que los que no tienen la ruta nocturna los recogería a las 3 de la tarde y a nosotros a las 7. Ostia, de 11 de la mañana hasta las 7 de la tarde. A mí se me antojó un poco larga esta visita porque aparte de la visita a los estudios, el resto son atracciones tipo PortAventura que no me gusta mucho. Pero qué le vamos hacer, paciencia.




Tengo que reconocer que la entrada ya me emocionó. Las palmeras, la puerta principal y la esfera del mundo de su logotipo en la plaza. Joder, estábamos en los ESTUDIOS DE CINE.


Cogemos un plano en español para organizarnos un poco y no ir deambulando como pollo sin cabeza. Como tenemos tiempo pues nos iremos recorriendo todos los espectáculos esperando que no se nos terminen muy rápidos.

Como sabía Lydia que yo me moría de ganas de ver los estudios en sí y que las atracciones más o menos poco me importaban nos dirigimos primero a la entrada de la visita guiada a los hangares donde ruedan las películas. Lo que pasa es que aun faltaba una hora para que saliera el trenecito con guía español, así que nos fuimos a ver un par de espectáculos antes de volver.





También estubimos en Nueva York ................... QUE NOOOOO, QUE ESTO ES HOLLYWOOD, jejeje.



El tema tiendas lo dejamos para más adelante para no ir cargados. Estuvimos en el espectáculo de Shreck-4D, el de Special Effects Stage, visitamos decorados basados en Europa (Italia, Reino Unido) y volvimos a la entrada del tour por los estudios es si y subimos al trenecito. La vuelta fue fantástica, a parte de enseñarte los hangares donde ruedan las películas, te pasean por escenarios donde rodaron exteriores tipo La Guerra de los Mundos, donde hay el avión estrellado, la casa de Psicosis, el barrio de Mujeres Desesperadas. Entre decorado y decorado, te meten algún meneo como cuando te ponen en medio de la batalla del King Kong y el dinosaurio en la película nueva del mono, te meten en medio de un terremoto con explosiones de gas e inundaciones.











Bueno, yo empecé la excursión con una sonrisa y esa cara no me la saqué hasta el final. Vimos los coches verdaderos de muchas de las películas de culto como el Delorian de Regreso al Futuro, el coche de Fast&Furious, el de Batman.

Llegamos al final de la ruta lleno de satisfacción y con algo de hambre porque era hora de comer, así que nos dirigimos a un hot-dog / hamburguesería para comer algo rápido y seguir. Como no, el bar ambientado en los 50-60.

Después de comer vinieron los grandes espectáculos. Empezamos por la Mummy. Un cartelito te decía que dejaras todo lo que podía salir disparado en unas taquillas. Entramos y nos sentamos. La cosa empezó flojilla, que incluso Lydia me comentó que parecía el tren de la bruja de los pueblos. Fue justo acabar de decir esto cuando se apagan todas las luces y se oye unas risotadas de la momia. Acabada las risotadas y a oscuras el trenecito se acelera a toda mierda. Yo cogido como podía, Lydia chillando agarrada a mi brazo. Llegamos al final del trayecto con una frenada a saco antes de pegarte contra la pared y cuando piensas que se abrirá y saldrás tranquilamente hace el mismo recorrido a la misma velocidad pero marcha atrás. Salimos de esa atracción con Lydia chillando que volviéramos a subir. Pero nos quedaban muchas, así que si nos quedaba tiempo, volveríamos.


Luego le toco el turno a Jurassic Parck. Esta atracción ya te comenta que te puedes mojar, y en la entrada hay el nivel de “mojadura” que hay en ese momento, como no, la nuestra estaba en “Muy mojada”. Esta atracción cambiamos el trenecito por una barcaza. Bueno, que contaros, chaparrón por aquí, cascada por allá, caída de 25 metros. Lo justo para salir chorreando. Otra que disfrutamos.




Luego le toco el turno a una que no me ilusionaba especialmente pero como era su última novedad, pues entramos. Era la de los Transformers. La peli en si no me gusta pero la realidad virtual de la atracción es de las mejores que he visto. En el cochecito con el que íbamos, había una china que empezó a chillar antes de que se moviera y no paró hasta que abrieron las luces.

Para rematar el tema, después de ver el de los Transformers, nos fuimos a disfrutar del de la película WaterWorld. La peli es una mierda pero el espectáculo es divertidísimo lleno de efectos de agua, fuego y motos acuáticas. Otra atracción que salimos mojados.




Al final, cuando faltaban media hora para las 7 de la tarde, aun nos faltaba un espectáculo para ver, pero tuvimos que ir hacia la salida para poder pasar un rato por la tienda de recuerdos.




Suerte que el autocar llegó tarde porque salimos justitos. Mejor dicho, tuvimos que esperar una hora a que llegara ya que el tráfico de esa hora es terrible. Llegó y empezamos la ruta nocturna por Los Angeles. Nos enseñaron el Down Town, el centro de la ciudad y zona económica. A parte allí estaba el edificio Nakatomi, bueno, Nakatomi para la película La Jungla de Cristal de Bruce Willis. Luego nos dirigimos hacia Beverly Hills, donde viven todas las estrellas de Hollywood, pero con lo tarde que era, los setos inmensos que rodeaban las casas y que para una excursión nocturna trajeron un autocar con cristales tintados, la verdad que vimos muy poco. Solo supimos que Lisa Minellie estaba en casa porque había luz.



Seguramente lo más bonito de la excursión fue cuando pudimos bajar del autocar. Hicimos dos paradas, una en Hollywood Bulevard para poder disfrutar del paseo de las estrellas y ver el Teatro Kodak, donde antes se celebraban los Oscars. Aquí nos dejaron 1 hora para poder andar a nuestras anchas y poder buscar alguna estrella que nos hiciera gracias. Hay tantas y de gente poco conocida por nosotros que al final hasta aburren. Hay que decir que hay más de 2000 estrellas, he aquí el motivo. Una curiosidad es que había una estrella que nadie sabía quién era ni cuando la pusieron ni nada. Al final la sacaron.





A parte de disfrutar con las estrellas, ese trozo de calle está repleto de casas de souvernirs. Como podéis imaginar, volvimos hasta los topes.

La segunda parada que nos dejaron bajar fue en Rodeo Drive. La zona de tiendas caras de Beverly Hills. Aquí no habían tiendas de souvernirs (ni aunque las hubiera). El dinero lucia en cada una de las tiendas de esa calle. Bulgary, Tiffanys, Prada, Loewe, Versace, y marcas tan y tan pijas que ni me suenan. Solo como apunte, normalmente las calles tienen su nombre pintado con tinta blanca. Rodeo Dr. lo tiene en cristales de Swarosky.

Visita rápida a la oficina de policía de Beverly Hills, tan y tan grabada en cine y de vuelta al hotel.




La verdad, visto lo visto, nos hubiéramos podido ahorrar esta coletilla de la excursión, pero por lo menos nos permitió ver algo de Los Angeles. La idea era ver estos puntos neurálgicos durante la mañana del último día, pero al final te planteas un poco todo. No conoces la ciudad, no conoces el transporte público, no conoces las conexiones, tienes que coger un avión con el consiguiente paso por inmigración de nuevo. Así que decidimos que nos tomaríamos la mañana con mucha calma. Re-haríamos el paquete que mandamos a Kiyoji desde Grand Canyon con cosas nuevas y saldríamos a comer en algún buen restaurante para despedirnos como dios manda.

Nos regresaron al hotel y nos fuimos a descansar después de cenar una pizza en el mismo hotel.

La mañana llego y tal como decidimos, nos lo tomamos con mucha calma. Desayunamos y le preguntamos al guest service donde podríamos encontrar cinta americana. El tío coge un mapa y me indica un punto bastante próximo al hotel. Le dije a Lydia que esperara mientras yo me acercaba andando. Luego me arrepentí, ya que las distancias no eran tan pequeña como decía el mapa. Hay un dicho que reza “En Los Angeles nadie anda”. No me extraña, la verdad. Al final, bastante antes de llegar donde me había mandado el gracioso del guest service, había un centro comercial, que sin pensarlo entré por si acaso tuvieran la cinta. BINGO. Cinta y cuerda para hacer le paquete. A parte, me hizo gracia comprar un botecito de aspirinas esas típicas americanas que las compran en los supers.

Volví al hotel. Cabe decir que entre ir y volver me tiré una hora andando y no hice más de 4 “cuadras” como dicen ellos, pero son inmensas. Hicimos el paquete y le comentamos al guest service nuevo, un tal Mani, si nos podía guardar las maletas y el paquete mientras íbamos a comer. Al ver los cascos de la moto, nos pregunto que si éramos moteros, que él había tenido moto cuando era jovencito en México y que ahora se lo estaba pensando, que tenía el dinero y la moto vista, pero que aun le hacía cosa. Nosotros le explicamos nuestra historia y que ese era nuestro viaje de novios, que habíamos hecho 4000 kms dando la vuelta por el suroeste de EEUU. Le hizo tanta gracia habernos conocido y haber podido hablar con moteros europeos, que nos dijo que mañana que libraba se iba a comprar la moto si o si. Espero de todo corazón que lo hiciera. Buen tío este Mani.

Nos fuimos a comer a uno de los restaurantes que hay en el Hotel Marryot, muy cerquita del nuestro. La verdad que comimos muy bien y aprovechando que estábamos dentro del hotel y este tenía WI-FI nos conectamos para actualizar un poco el tema de Facebook.

A media tarde volvimos al hotel para recoger la maleta y esperar el autobús para que nos llevara al aeropuerto, pero antes no pude resistirme acercarme al letrero de LAX que hay en la entrada del aeropuerto, cerquita del hotel para hacernos una foto. Esta la tenía guardad desde el día que llegamos y vi las inmensas letras. La pena que no nos pudimos acercarnos más porque había un control policial.




Cogimos el autobús y ya nos dejó directamente en la terminal de donde partía la compañía alemana Lufhansa. Embarcamos las maletas teniendo que pagar 70$ más por el paquete extra. Pensando que nos costó el paquete mandado a Barcelona, nos hubiera salido mejor llevárnoslo nosotros mismos.

Y para terminar el show, volver a pasar por inmigración y el control policial. Hasta me hicieron sacar las chanclas que llevaba para estar cómodo en el avión. Hombre, unos zapatos vale, pero ¿unas chanclas? Pasamos las medidas de seguridad y nos sentamos a esperar que saliera el avión. Como no, tuvimos que pasar por la tienda de souvenirs para que no nos hubiéramos dejado algo.

Embarcamos a la hora, esta vez en el Boing 474-400. Este si que me gustó. Mucho más ancho y con tele individualizada para cada pasajero. Lo bueno que tenias un montón de pelis para elegir a tu gusto. Yo me tragué John Carter, Los Vengadores, y otra más que ni me acuerdo.

Llegamos a la hora prevista a Munich. Comentar que la vuelta de EEUU a Europa se hace cruzando más recto tocando tierra europea en Irlanda, Inglaterra, Holanda y Alemania.

Esperamos las 2 horas que teníamos para coger el vuelo a Barcelona. Lo único a destacar que cuando desembarcaron las maletas salieron las dos pero el paquete no. Así que me fui a reclamar ya dando por perdido el paquete. Suerte que el de delante mío también le habían perdido un paquete y le comentaron que los paquetes que no fueran maletas salían por una cinta especial. Allí estaba dando vueltas.

Por fin llegamos a casa después del tragar la chapa de un puto taxista pesado y lento.




 
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