Pues ya estamos otra vez en el “quizás 2”. Los componentes del año pasado (menos Nacho, ya que se le han ajuntado unas cuantas bodas) nos planeamos un nuevo viaje.
IRLANDA.
¿Porque Irlanda? Por varias razones y ninguna en concreto. Fue una opción que surgió cuando en el Quizás original, en el pueblo de Luarca tomando una cerveza nos preguntamos ¿y el año que viene, que? Surgieron varias opciones. Entre las clásicas, Alpes, Cabo Norte y otras más exóticas, Turquía y Moscú. Entre las varias opciones surgió Irlanda. ¿Y porque no? Pues para allá que nos vamos.
El día 1 de agosto teníamos que encontrarnos con Mariano en Huesca para que se evitara como mínimo 300 kms. Así que a las 12, con la moto cargada tomé rumbo al punto de encuentro. Sobre las 3 y algo llegué a Huesca capital y como no era hora de molestar a nadie, decidí sentarme en una terracita para comer tranquilamente y esperar a que fueran horas más decentes.
Hacia un sol de justicia. Yo sentado en la terraza y la gente que pasaba por mi lado miraban al cielo y comentaban lo feo que se estaba poniendo. La verdad es que yo solo veía sol y cielo azul, pero al darme la vuelta, unos nubarrones negros acechaban, pero muuuuu negros y muuuuu acechadores.
Arranca la moto y a buscar casa de Richi. Llegue, aparcamos la moto, duchita, cerveza y a esperar que llegara Mariano. Mientras esperábamos cayeron una gotas, pero nada serio.
Llegó Mariano. Abrazos, ducha, cervecita y un rato agradable de charla mientras hacíamos tiempo para ir a cenar. A la cena se nos ajuntaron una pareja de Castellón que estaban por la zona de vacaciones. La velada pasó agradablemente entre charla, risas y buen ambiente.
Nos despedimos de esta pareja y nos fuimos a dormir ya que al día siguiente teníamos que madrugar para encontrarnos con Arturo, en principio en Montauban.
A las siete nos levantamos, desayunamos y emprendimos la marcha. Nos acompañó Richi hasta la frontera francesa por el túnel de Bielsa. La ruta fue de lo más agradable. Qué buena tierra y paisajes que tienen por esa zona.
Paramos a los pocos kilómetros para desayunar en España y tomar un buen café porque a los pocos kilómetros ya no sabríamos cuando podríamos tomar otro de bueno.
Pasamos por el túnel y una vez en la zona francesa, nos hicimos las fotos de rigor para acto seguido despedirnos y agradecer a Richi todo lo hecho durante el día anterior y esta mañana.
Seguimos nuestra ruta para encontrarnos con Arturo de Montauban a las 2. Viendo el ritmo y el tiempo que faltaba, no llegábamos ni de coña a la hora. Al poco tiempo me llama Arturo que por donde estábamos. Le comento que a 16 kms de Toulous. Él nos dice que a 20 de la misma ciudad pero por la otra dirección. Fantástico, pasada la circunvalación y pagado el primer peaje, quedábamos en la primer área de servicio. A los pocos minutos de llegar nosotros, vemos salir del peaje unos focos de una V. Era Arturo. Ahora sí, ya estábamos todos. Fotos, abrazos y a seguir la ruta hacia nuestro de primer destino, Limoges.
Llegamos a Limoges y encontramos relativamente rápido el hotel. Un F1 la mar de mono con unas habitaciones chiquititas con una cama de matrimonio y una litera. Aunque ya llevemos dos viajes juntos y ya llega el punto de que la confianza da asco, decidimos coger dos habitaciones para que nadie tuviera que dormir en “pareja”. Estos hoteles son curiosos. Los baños y las duchas son habitaciones más pequeñas prefabricadas y hay 5 o 6 por planta.
Nos duchamos, nos cambiamos y decidimos ir a cenar en Limoges. Por muy domingo que fuera, era una ciudad muerta, todo cerrado y sin gente en la calle. La verdad que fue una ciudad que me desilusionó mucho. Cenamos un bocata y para el hotel a descansar de la tirada de algo más de 650 kms.
La mañana se levantó nublada y lluviosa, pero fueron apenas 20 kms cuando ya empezó a lucir el sol. Nos tocaba otra sesión de kms non-stop hasta Paso Norte - Calais, un total de 726 kms. Fueron un poco más de lo planeado porque la noche anterior, mirando el GPS de Mariano vimos que la ruta nos quería hacer pasar por el primer cinturón de Paris. Mala cosa. Nos metemos por allí y aun estamos dando vueltas.
Al final decidimos que en la altura de Orleans nos saldríamos de la autopista para tirar por nacionales y alejarnos lo que pudiéramos de la capital francesa.
Nos paramos a comer en un tranquilo y afrancesado restaurante de Chartres, cerca de la famosa catedral. Una buena Quiche con una buena cerveza y a seguir la ruta que aun faltaba un buen rato. La verdad es que Chartres me pareció una bonita ciudad. La parte del Valle del Loira se merece unas vacaciones, eso sí, fijo que acabas con una sobredosis de castillitos.
El resultado de las fotos (bueno, de una porque las dos eras iguales)
Llegamos a una buena hora en Calais y lo mejor, con buen tiempo. Cuando vi el pueblo, no pude más que acordarme de esa buena película francesa que se titula “Bienvenido al Norte”. Recomendable 100%.
Llegamos al hotel y otra vez con la habitación triple compuesta con cama de matrimonio y una suelta. Mal asunto pero lo arreglamos con una mini-habitación con una cama y una litera. Tres rudos moteros, cargados con 9 maletas y tres bolsas en una habitación de apenas 5 m2 y durmiendo en literas, una imagen dantesca, pero nos arreglamos, total era para una noche y era el principio del viaje.
Se ve que Calais esta “diseñada” cara al turista.
Se sirve cenas hasta tarde, hay montones de bares, discos y clubs de alterne. Por haber, hasta restaurante de 24 h. Cena, copa y a dormir que al día siguiente teníamos hora con el eurotúnel a las 8:50.
Mariano con sus mejillones con patatas (típico frances) y Arturo con su cacho carne.
Nos levantamos temprano para no despistarnos en los horarios, pero tan temprano que llegamos al embarque del eurotúnel que nos colocaron al que salía a las 8:20. Mira, 30 minutillos que ganamos para el trayecto de Inglaterra.
El eurotúnel es curioso. Primero de todo, en la aduana inglesa lo que te piden es el pasaporte. Estos ingleses no se cortan un pelo. Suerte que todos lo llevábamos y una vez esto pasas al embarque. Yo la verdad es que me acordaba de la película de “Misión Imposible” cuando Ethan Hawke ata el cable del helicóptero al tren de alta velocidad. Las imágenes de ese tren es de todo lujo, con conexión a Internet, servicio de bar, mesitas reclinables, etc, pero el nuestro resultó ser el AVE-BORREGUERO. Un tren de alta velocidad pero de carga. Te dicen que leas las recomendaciones, que no son otras que te mantengas sentado en tu coche y con las ventanas un poco abiertas. ¿Y nosotros qué? ¿La visera medio levantada y sentados en la moto? Bueno, lo mejor es que en 30 minutos te cruzas el Canal de la Mancha sin preocuparte del tiempo.
Llegamos a Inglaterra y nos reciben una nubes densas y negras que no presagian nada bueno para los 560 kms que inviertes para cruzar la parte gorda de Inglaterra. Dicho y hecho, nos paramos en la primera área de servicio para desayunar y enfundarnos en traje de agua.
Qué bonito que es Inglaterra. Que frondoso que es Inglaterra. Que verde que es Inglaterra. ¿Pero como coño no va a ser verde y frondoso este puto país si se pasa todo el día entre lloviendo poco y lloviendo mucho? Eso sí, las autopistas son gratis pero tampoco me extraña, son viejas y cutres como su gente. El asfalto no absorbe el agua (ya me dirás tu con lo que llueve en esta puñetera isla) por lo que cuando pasas al lado de un camión es lo mismo como si pasaras por un túnel de lavado. Simplemente echándole huevos al asunto. Otra cosa buena. El puente de Cardiff, que vale una pasta para los coches y camiones, es gratis para las motos. A ver si aprenden los gilipollas de España que simplemente van a cobrar y a enriquecerse. Inglaterra gratis y Francia la atravesamos entera por autopista por aun no 20 euros. Yo pago mas para hacer los 300 kms de Valencia a Barcelona y no hablemos de calidad de servicio que a más de uno se tendría que sonrojar.
Llegamos bien de tiempo a Fishguard donde teníamos que coger el barco hasta Rosslare. Pasamos una frontera de chichi-nabo entre Inglaterra e Irlanda. Paso yo, para Arturo y vemos que Mariano no pasa. ¿Y qué pasa? Pues nada, que se le dio a las dos tontas de la aduana en registrar las maletas de Mariano y preguntarle si llevaba pistolas o bombas. Como que hubiéramos contestado que si, si las hubiéramos llevado. Santa Paciencia. En todos los países son iguales.
Al final pudimos embarcar sin mayor dificultades y hacernos a la mar. Ayyy!!!!!!!!!! Amigos, que este mar no es el Mediterráneo. Pillamos una mar con su buen oleaje y al ser un fast-ferri, más que un barco eso parecía una coctelera.
Yo no soy de marearme mucho pero reconozco que no estaba muy “católico”. Mariano comentó que no se encontraba muy bien y que salía a tomar el fresco. Pues aprovecho y lo acompaño pero cuando me comentó que casi seguro que rojaba, le comenté que yo me iba para dentro que si veía alguien potar, fijo que yo iba después. Con mi “respiración profunda” y mis sudores fríos aguanté como un jabato todo el trayecto. Arturo (que él sí que aguantó como rudo motero que es) me comentó que en la planta inferior a la nuestra fue un festival “Tom y Jerry” de vómitos.
Llegamos a Rosslare de entre una pieza y media, pero llegamos. Desembarcamos sin mayores problemas y encontramos el hotel con un poquillo mas de dificultad pero nada del otro mundo, simplemente nos metimos en otro jardín aparcando las motos cuando salió el propietario diciéndonos que no esperaba a nadie más para ese día. Upsss!!!! Pues debe ser otro hotel. Exacto, era el de delante.
La habitación ya era con más cara y ojo que en las últimas que habíamos estado, así que descargamos las 9 maletas y las 3 bolsas y ya nos ocupamos nosotros a llenarla.
Duchita, cambiados y a cenar. ¿Cenar? A las 9:30 ya no hay cojones de cenar en este país (o por lo menos en las ciudades madianas-pequeñas). Así que nos conformamos en tomar nuestra primera pinta de Guinness acompañada con unas suculentas Pringuels y unos cacahuetes que pagamos a precio de una ración de ostras.
Nuestro primer día en Irlanda había terminado.
A la mañana siguiente nos vestimos, desayunamos al estilo británico (fried breakfast) compuesto por salchichas, huevos revueltos, beicon y otras viandas.
Cerramos las maletas, cargamos las motos y empezamos, ahora sí, nuestro viaje por Irlanda.
Primera parada, para hacer boca, Johnstown Castre. De momento el tiempo nos respetaba e incluso salió el sol. Primer castillo precioso. Aquí ya vimos que las etapas que más o menos teníamos marcadas serían difíciles de mantener.
Irlanda tiene una cosa curiosa. Hay tres tipos de carreteras: Autopistas, Nacionales y Secundarias. Las primeras a 120 kms/h, las segundas a 100 kms/h y las terceras a 80 kms/h. Hasta aquí ningún problema. Las autopistas (muy poquitas, pero estas construyéndolas y por cierto, casi todas las constructoras son españolas, Safyr, FCC, etc) carreteras de dos vías que en España pasarían por autovías sin grandes pretensiones. Las Nacionales, ¿Cómo os contaría? Algunas vale, pero hay otras que quien los tenga muy bien puestos a lo mejor llega al límite de velocidad. En España las compararía con una comarcal muuuuuy profunda y las mejores como una carretera sin pretensiones entre pueblos. Pero ahora vienen las mejores, las Secundarias. Esto daría para escribir una tesis doctoral, pero para no alargar mucho el tema, yo las calificaría entre cutres y muy cutres.
Las mejores se podrían comparar con una carretera secundaria y abandonada de la mano del MOPU y las peores, dejamos que simplemente le faltaba muy poco para ser poco más que intransitables. Eso sí, podías ir a 80 kms/h.
Los irlandeses no creo que les pongan muchas multas por exceso de velocidad pero se ha de reconocer que algunos camiones pasaban a toda leche por esas carreterillas.
En las nacionales, acostumbran haber unos arcenes que suelen ser del ancho de una vía y, algunos conductores, cuando te ven acercarte con la intención de adelantarlos se echan a la “izquierda” del todo, dejándote la vía entera para ti solo y puedas rebasarlos sin tener que invadir la dirección contraria.
La conducción por la izquierda no nos supuso ningún trauma, bueno, a Mariano casi lo envisten el primer día, pero era para poner a prueba a los irlandeses de nuestra conducción. Las rotondas están muy bien encaradas para que no puedas equivocarte.
Sigamos con la crónica. Al salir de Johnstown Castle, el GPS de Mariano ya nos jugo la primera diablura, nos metió simplemente en una carretera sin salida, conocida en Irlanda por “CUL DE SAC” (y luego dicen que el catalán viene del latin, pues no, somos CELTAS).
Allí vimos lo que puede hacer tanta lluvia, encoger hasta los caballos. Aquí, Robert Redford, para susurrar a los caballos se tendría que poner de cuclillas.
Seguimos la ruta hasta Caher, todo transcurría sin problemas, pero a los irlandeses también les gusta arreglar las carreteras en agosto, así que entre tanta desviación estábamos mas cerca del nuestro siguiente destino que al que íbamos. Pues nada, cambiamos la ruta, primero Cashel y luego Caher.
En estos dos pueblos teníamos unos castillos de los primeros años del primer milenio. El de Cashel teníamos el complejo de “La Roca de Cashel”. Se trata de un espectacular grupo de edificios medievales situados en un macizo calizo en el valle de Golden, con una torre redonda (típica de Irlanda), cruces celtas y una construcción que aunque el techo no ha superado la meteorología irlandesa, si que han aguantado las paredes, pudiéndose ver la grandeza de este complejo.
Cuando salimos del La Roca, ya era la 1, hora de comer en Irlanda, y aparte, como el día anterior comimos poco pues ya había cierta hambre. Vimos un primer restaurante la mar de mono, pero al ir a entrar vimos que era un restaurante de la señorita Pepis. Todo de color rojo y rosa, con manteles de florecillas al igual que la pared, con un papel pintado que daba cierta grima. No era cuestión que tres rudos moteros con sus bolsas de sobredeposito y sus botas entraran en ese restaurante. Suerte que al lado mismo había un pub con sus cervezas y sus platos combinados. Allí que fuimos. Aquí empezamos a ver que la comida en Irlanda no es barata, por lo que decidimos poner un bote y pagar los “gastos comunes” de dicho bote.
Se nos hacia un poco tarde y con las carreteras que hay por esas tierras, ya vimos que ni de coña llegábamos a nuestro destino que no era otro que la zona más al sur y más al oeste de la isla. Pero iremos por trozos.
El próximo destino, el que nos habíamos saltado, Cahir. Allí había otro bonito castillo de la época del anterior aunque mejor conservado. Un poco de turismo y seguimos hacia Cork.
Para ir un poco deprisa, cogimos la única autopista que está hecha (ahora están construyendo mas). Como he dicho anteriormente, no eran nada del otro mundo, pero al fin y al cabo, se podía ir a 120 kms/h. Al llegar al peaje, como hago normalmente por Europa, ya me preparé la tarjeta en la bolsa para no tener ni que sacarme los guantes, pero cuando el buen hombre de la garita ve la tarjeta me suelta que no aceptan “credit card”. Pues nada, paciencia entonces, me saco los guantes, busco en el bolsillo y para no armar mucho mas follón del que estábamos armando, pague los 3 euros para que pudiésemos pasar todos (1 € por moto). Guarda el cambio, guardar el monedero, ponerme los guantes. Le hubiera valido la pena dejarnos pasar.
El problema de las grandes ciudades es que se pierde mucho tiempo si te dedicas a visitarlas. A parte, con las motos todas cargadas no es cuestión de dejarlas aparcadas y desaparecer de sus aledaños y no es porque en Irlanda haya muchos maleantes y amigo de lo ajeno (que seguro que también los hay). Así que nos dirigimos al centro de la ciudad haciendo el turismo en ruta. Parada en el centro y cuatro fotos. Se veía una ciudad bonita, con su rio y su zona de tiendas, pero ese no era nuestro estilo de turismo. Así que seguimos hacia uno de los castillos más famosos de Irlanda, el Castillo de Blarney.
No deja de ser otro castillo mas, aunque tiene la particularidad de poseer la “Piedra de Blarney” que según la leyenda, si la besas, la piedra te da el don de la elocuencia. Pues para allí que nos vamos.
Llegamos a las 6 de la tarde y la señora de recepción nos comenta que a las 6:30 cierran la visita al castillo y el besuqueo de la piedra, así que nos dimos un poco de prisa. Los jardines eran preciosos (fácil de mantenerlos, con lo que llueve normalmente). Llegamos al castillo y nos dedicamos a subir por una escalera de caracol. Aquí reconozco que me agobié un poco, ya que tuve una mala experiencia cuando me decidí a subir la escalera de caracol que sube a la Seu Vella de Lleida. Vestido de motero, con la chaqueta, pantalones y botas, esa escalera que cada vez eran más estrechas y mas verticales, el calor que hace en Lleida en mayo o junio (no me acuerdo) y que en esa época fumaba y mucho, pues que desistí a media subida, medio ahogado y muerto de sed.
Pero en este caso, Mariano me convenció, así que para arriba que nos vamos. Aguanté como un jabato (también decir que es mucho más bajo que el de la Seu Vella). Y la verdad, que valió la pena. A parte, también veías como se vivía en estos castillos, las estancias, las cocinas, etc. El techo tampoco aguantó en este castillo. Es lo que tienen las vigas y los suelos de madera en lugares tan húmedos como estos.
Llegamos a la azotea que es donde se encuentra la Piedra de Blarney. Hicimos la posturita de rigor porque dicha piedra se encuentra encarada en el muro del castillo y te has de descolgar al vacio para besarla. Como no, hay todo un sistema de seguridad para que no te vayas muro abajo.
Las vistas desde lo alto del castillo sobre ese impresionante jardín eran preciosas.
En la parte de debajo del castillo se encontraban las mazmorras. Pobre desgraciado al que encerraban allí.
Salimos de Blarney ya bastante tarde, así que decidimos tirar hacia nuestro destino y pararnos a dormir en el primer sitio donde encontrásemos.
De B&B había para aburrir, pero lo típico, cuando los buscas parece que se escondan todos. Al final decidimos salir de la “carretera principal” y buscar por carreterillas mas secundarias. La verdad es que fueron muuuuy secundarias. Tanto que por no haber, no habían ni pueblos.
Llegamos a un cruce donde encontramos un Pub. Entramos a preguntar donde podíamos dormir por allí cerca y más o menos entendimos sus explicaciones y hacia allí nos dirigimos. Encontramos un B&B bonito y con encanto, pero lo mejor, la estupenda vista que disponía esa casa.
Esto del Bed & Breakfast es muy curioso porque tenía la sensación de cuando vas a dormir a casa de algún particular que le tienes poca confianza. Una sensación muy curiosa, pero tienes tu habitación, tu tele, tu aseo y por la mañana tu desayuno. Todo eso por unos 35 € por persona.
Una vez duchados y arreglados le preguntamos a la propietaria, Mrs. Murphy, donde podíamos ir a cenar, dada la hora que era y nos comentó el mismo pub donde nos enviaron al B&B. Que negocio más redondo. De allá a aquí y de aquí a allá.
Cuando llegamos al pub y nos decidimos a entrar vimos el cartel de las fiestas del pueblo, donde nos sorprendió que Arturo actuara el día 8.
Nos echamos unas risas hasta que de golpe se nos abrió la puerta y nos salió una chica la mar de mona y típica irlandesa pelirroja y con pecas, preguntando si éramos los de la farmhouse, que había llamado la sra. Murphy diciendo que íbamos a cenar que nos esperasen. Le dijimos que si y nos comentó que entrásemos corriendo (con un gracioso -run, run, run-) que el cocinero acababa el turno en 20 minutos.
Tengo que reconocer que mi ingles es bastante malo y las cartas de las tabernas irlandesas son muy espesas porque te ponen con todo detalle lo que lleva el plato.
Escogimos uno de era carne con salsa denoseque, y un montón de atrezzos y resultó ser un boca de una especie de roastbeef con salsa y patatas y alguna chuminada mas. Qué le vamos hacer, no acertamos con la elección.
Terminamos con un postre, un café espresso (mas o menos) y hablando de lo que haremos mañana pedimos un whiskey. El camarero nos preguntó cual queríamos. Podíamos haber pedido el típico Jones Jamison, pero preferimos que fuera él quien eligiera. Eso sí, tenía que ser irlandés.
Nos sirvió uno muy bueno. Dejaba un regusto a vainilla muy interesante. Mariano no se estuvo de pedir que whiskey era. Un POWER. Altamente recomendable.
Después del whiskito y del café nos dirigimos de nuevo a nuestro B&B para descansar.
A la mañana siguiente, decidimos levantarnos temprano para ver si podíamos recuperar un poco el tiempo perdido de ruta. A las 7:30 ya estábamos desayunando los huevo, beicon, salchichas, zumo, pan, mantequilla, mermeladas, leche, café (y mejor dicho, una infusión de café). O sea, como el Kiko. La Sra. Murphy nos preguntó que qué tal la cena y que tuvimos que correr al final. Qué raro, porque no le habíamos comentado nada. A lo mejor la habían llamado desde el Pub, pero para explicar esto lo vi tonto. Igualmente le comentamos la anécdota del run, run, run de la camarera mona que abrió la puerta.
Después de alimentarnos fuerte, mientras Mariano y yo terminábamos, Arturo dijo que se iba a la habitación a terminar de hacer las maletas, cuando vuelve al comedor y nos comenta que cuando saliésemos mirásemos a la Srta. Murphy, que era una chica de buen ver, ataviada con un chándal. La verdad es que si que era muy mona y que el chándal le hacia un culito muy bonito, pero…. joder, era la camarera del pub. Por eso sabia la Sra. Murphy lo del run, run, run. Claro, se lo había comentado su hija.
Salimos del B&B y cogimos la ruta que nos llevaría a los Arrecifes de Mizen Head, el punto más al sur de Irlanda (técnicamente más al sur-oeste de Irlanda).
Dicen que a veces se pueden ver focas, pero supongo que según época o por la mierda que había en el mar, no vimos ninguna. Este cacho de isla me recordó a Galicia, en Estaca de Bares o Cabo Ortigueira. Una zona agreste y con un mar con muy mala leche. Te explican un poco la historia del faro (hoy sustituido por un faro automático y moderno) y reproducen la vida del farero. Duro trabajo debe ser en esa zona.
Seguimos el camino hacia Bantry. Aquí teníamos que visitar la Mansión de Bantry, pero nos la saltamos ya que, aunque bonita, es del 1739. Así que fuimos a lo que nos gusta a nosotros, quemar gasolina por carreteras chulas.
Recorrimos el RING OF KERRY. Una preciosa península con unas vistas, paisajes, rincones, montañas (montañitas, no exageremos) y puntos de visita.
Una de estas últimas es una construcción megalítica, conocida como la fortaleza, que no es más que un redondel de piedras donde se instalaban las casas del poblado. Es curioso de ver, pero lo más curioso es que tiene una taquilla para comprar la entrada (supongo que costará como todo allí, unos 3 €) pero cuando llega la hora de cerrar, te dejan una cajita y te piden que deposites las monedas allí. Curioso. Aquí, aparte de no pagar, les hubieran jorobado la cajita.
Cuando terminamos el vuelta por el Kerry ya era hora de buscar algún hotel o B&B para hacer noche. Nos decidimos ir al pueblo de Killarney, donde aprovecharíamos para visitar un castillo construido cerca del lago. Todo muy idílico. Cuando llegamos al pueblo, vimos que no era tan pueblo, a parte de una animación aun no vista por nosotros.
Llegamos, no sin un poco de problemas al castillo. Yo ya me hubiera ido, porque lo que son señalética, no lo tienen muy claro, pero esta vez, el GPS de Mariano sí que hizo su trabajo (aunque dimos un par de vueltas de mas) y nos llevó al castillo.
El castillo, pues como los vistos hasta ahora, muy bonito pero bastante hecho polvo, pero las vistas… puffffff, eso sí que eran vistas al lago.
Lo bonito de Irlanda es que cuando sale el sol (por desgracia para esta gente es más bien escaso, aunque nosotros no tenemos queja), el deporte nacional es salir a pasear y empaparse de la luz solar. Hombres, mujeres, niños, todos salen a disfrutarlo. Y como ventaja, es que tienen estas maravillas de parques que lo hacen más agradable.
Después de fotografiar la puesta, el castillo, los patos, los cisnes y a nosotros mismos, decidimos volver al pueblo para buscar alojamiento. Encontramos un B&B que anunciaba que el precio era de 25€ por persona. Pues para allí que nos vamos, a ver si hay suerte y tenemos sitio. La chica dice que sí, pero que es la habitación de la guardilla y que no hay ascensor. Solo son dos pisos.
La guardilla era inmensa, habían camas para 6 personas en todo lo largo de dicha guardilla, así que esa noche no nos molestaríamos. Como era un poco tarde, nos cambiamos y ya nos ducharíamos por la noche cuando llegásemos, porque si esperábamos mas, seguro que no nos daban de cenar en ningún restaurante y otro bocata no tenía ganas de comer.
Al bajar, nos dimos cuenta que este B&B se llamaba Saratoga. A Arturo y a mí nos hizo gracia porque en Gava, el prostíbulo más grande y famoso es el Saratoga y la guardilla en catalán es
GOLFAS y unas golfas también es como se les llama a las prostitutas de una manera fina. O sea que estábamos durmiendo en las
GOLFAS DEL SARATOGA, pudiéndose traducir, como
LA GUARDILLA DEL SARATOGA o LAS PUTILLAS DEL SARATOGA. Simple, pero nos hizo gracia.
Siguiendo con la crónica, resulto que Killarney es una ciudad enfocada al turista. Allí te sirven cena (en algún restaurante), hasta las 22:30 de la noche y hay tiendas de suvenires que cierran a las 23:00 horas.
Esa noche cenamos muy bien y aprovechamos para ir a un pub para confundirnos con los autóctonos. Un whiskito, un poco de música irlandesa y a descansar que mañana teníamos bastante camino por hacer.
Nos volvimos a levantar temprano, ya que queríamos ver la Península de Dingle (nos lo recomendó nuestro compañero Spauser) y según la hora visitar alguna cosilla más para terminar el día en Dublín. Este día y el primero de llegada eran los únicos que teníamos hotel reservado.
Empezamos la ruta por Dingle. La verdad que Kerry tiene la fama, pero Dingle es un espectáculo y encima la carretera es motera (para Irlanda, claro).
A parte de motera, incluso algo de off-road dentro de la "road". Estos irlandeses no tienen desperdicio.
Paisajes, vistas, playas (en una de la cuales se rodo la película La hija de Ryan y en dicha carretera pasamos nuestro primer puerto de montaña.
La verdad, un lugar muy recomendable. Y no hablemos si eres un fan del tracking y de andar. Tiene que ser la ostia.
Paramos a comer a medio camino y cuando llegamos a Tralee ya vimos que lo que se dice bien de hora, no íbamos. Aun nos faltaban casi 300 kms para Dublín y eran ya las 4 de la tarde. Así que emprendimos la marcha por la carretera “rápida”.
En principio, de Limerick a Dublín hay una autopista, pero no, la habrá, pero de momento no la hay. Llegamos relativamente bien de hora a Dublín, aunque encontrar el hotel fue otro cantar.
El GPS de Mariano se puso cazurro que el hotel se encontraba bajo un puente. A ver, el hotel era humilde, pero no tanto. Metidos en una calle sin salida que aquí en España estarías medio acojonado intentando averiguar donde narices esta el hotel. Hasta que llego un coche de policía (Garda) y lo paré para que me indicara donde estaba el hotel. He de ser legal y decir que el GPS de Mariano sí que nos llevó al hotel, pero estaba en la otra acera.
Atravesamos la calle y entramos en el parking. Cuando entramos, nos sale un tío de la garita que debía medir un 2x2 y le comentamos que dejamos las motos esa noche y la que viene y que mañana no tenemos intención de cogerla. Así que el hombre nos dice que no las dejemos allí que para que estén más seguras las pondrá en un sitio cerrado. Nos abrió la puerta metálica como de un almacén. Allí pensamos todos que al cabo de dos días ya podríamos ir sacando los billetes de avión para volver a casa porque más bien parecía donde desmontaban los coches y las motos.
Pues nada, confiaremos. El hombre muy amable nos ayudó incluso a llevar las maletas hasta la entra del hotel. Hicimos el check-in, duchita y llamada a Xavi (Guriek) para ver si quería quedar para tomar unas cervecitas.
Salimos paseando del hotel y nos dirigimos al barrio de copas de Dublín, el Temple Bar. Nos paramos a comer una pizza por el camino (por cierto, curioso para lavarse las manos).
y seguimos el camino hacia la zona de bares.
Llamamos a Xavi para decirles que les esperábamos en el Hard Rock Dublín, sitio que normalmente todo el mundo conoce los Hard Rock de su ciudad, como así fue.
Se presentó con un amigo argentino y una amiga italiana. Aquí me quedo aun más claro lo multicultural que es Dublín. Presentaciones, besos y a tomarnos unas Guinness bien frías en el bar más famoso del barrio. El que ha dado nombre al mismo The Temple Bar.
La verdad, es que saben diferentes allí las cervezas y aparte mejoran con la buena compañía. Risas, charlas, hasta que entre ellos hablaron y nos invitaron a una cena que tenían al día siguiente con unos amigos. Encantados aceptamos la invitación.
Después de un par de cervezas y un whiskey nos despedimos hasta el día siguiente y nos fuimos a descansar, ya que queríamos hacer un poco de turismo por la ciudad.
Nos levantamos, nos duchamos, nos cogimos las cámaras y una chaqueta ya que el día no se había levantado del todo alegre y salimos a pisar la ciudad.
El Trinity Collage, el Parlamento, las calles, las iglesias. Lo mejor fue que el tiempo se arregló hasta niveles insospechables.
A media mañana nos paramos a tomar unas cervecitas dado el calor que hacía en esos momentos.
Una vez refrescados seguimos el camino hacia la fábrica de Guinness para realizar la visita.
La verdad es que lo tiene muy bien montado. La antigua fábrica fue remodelada para albergar el museo donde te explican todo el proceso de fabricación, desde la cebada y demás componentes, el agua, la maceración, el tueste, para terminar en la zona de la cata y rematar la jugada en el bar que esta encarado en la azotea de la fábrica.
Es el conocido GRAVITY BAR donde se puede contemplar una espectacular vista de 360º de Dublín. A parte, es donde te puedes tomar tu pinta de Guinness gratis (que esto de gratis es muy relativo, ya que pagas 15€ de entrada).
Después de la cerveza que nos tomamos yendo hacia la Guinness, más la del tasteo y terminando con la “regalada” y la que nos tomamos comiendo en el restaurante de la fábrica, pasamos por la tienda de regalos donde siempre cae alguna tontería. Cuando salimos de la visita y como ya íbamos enchufados, decidimos coger un taxi y dirigirnos a la Vieja Destilería John Jameson. Como podéis ver, a alguien le robaron el volante.
También fue una visita curiosa. En este caso, la entrada costaba 13 € pero me acordé que aun tengo el carné de estudiante (que ya me dirás tu que a mi edad aun me valga) con lo que saque el ticket de precio reducido a 10 €.
La visita esta bien montada, pasas por la historia de la Destilería montado con figuritas mientras un guía te deja un rollo en un perfecto inglés de Dublín que a los que nos cuesta un poco pues pillas la mitad, pero por lo menos te enteras de algo, para terminar donde todos queríamos, haciendo un tasteo del whiskey.
Cuando salimos de la Destilería decidimos coger otro taxi por dos razones, una porque estábamos lejos y dos porque llovía (a parte del grado de alcohol en sangre que traíamos).
Antes, una foto de los juzgados. En la película de Michael Colins lo cuelan como el parlamento, pero es simplemente porque es mas estético los juzgados que el parlamento irlandes.
Llegamos al hotel, descargamos bolsas de regalos, que por cierto, esto lo tiene muy bien arreglado los irlandeses. Tienen unas tiendas que se llaman Carrots donde se concentran todos los artículos para turistas sobre Irlanda, camisetas, gorras, detallitos, imanes, vasos, peluches, y un sinfín de cosas. A los turistas nos ayuda un montón estas tiendas porque no te has de recorrer tienda tras tienda buscando regalos.
Pues después de descargar, ducharnos y arreglarnos nos fuimos a encontrarnos con Xavi, su mujer y sus amigos para ir a cenar a un italiano. Nos encontramos en el mismo sitio de la noche anterior y, para hacer tiempo, nos fuimos a tomarnos más cervecitas.
El pub donde nos llevaron es curioso porque tiene su propia destilería de cerveza, tanto negra como Pilsen (y por cierto, debe ser el único pub que no tiene Guinness).
A las 21:30, en el pub se sentaron dos chavales con una flauta y el otro con unos bongos en el escenario y empezaron a deleitarnos con música celta. Le faltaba algo pero al poco se ajunto una guitarra española y al cabo de poco más otro chico con el típico tambor irlandés.
Aquí ya sonaba todo mucho mejor, aunque para mi le faltaba el violín o la gaita para suavizarlo todo un poco, pero sonaban de narices.
A las 10 de la noche nos trasladamos al restaurante. Una pizzería cercana donde en la entrada nos presentaron al resto de los comensales. Dos amigas de la chica italiana. Fantástico, tres chicas, nosotros tres chicos, que más se puede pedir.
Aproveche el momento para hacer la llamada de rigor a la familia mientras los compañeros entraban al restaurante. Tarde no más de 5 minutos, y cuando entre vi que la cosa no estaba bien. Las tres chicas a la otra punta de la mesa y nosotros flanqueados en un rincón por Xavi y el amigo argentino. En esos momentos no pegué a Mariano y a Arturo porque uno es educado pero era para tirarles algo a la cabeza.
Un primer plato, una pizza y un postre y para hablar con las chicas a grito pelado en el restaurante. Después de la cena y de un café nos fuimos a tomar unas copas.
Nos dijeron que nos llevarían a un pub de moda. Fantástico, nosotros nos dejamos llevar y sorpresa cuando entramos en un pub donde sonaba una buena salsa. Pufff!!!!!!!! Esta es la mía, pero tardamos en salir lo que uno tarda en sacarse la chaqueta. Que desilusión. Es igual, nos vamos a otro pub.
Llegamos al otro pub, pero eso no era un pub, eso era un pedazo bar de alrededor de los 3000 m2 con varias plantas y con una decoración alucinante. Esto, para mantenerlo en España te cobran mínimo 36 € la entrada y la compa 15 €. Allí, la entrada era gratis y la copa no era desorbitada.
A las 3 y pico decidimos plegar velas ya que al día siguiente teníamos que volver al tajo con las motos. Salimos y decidimos coger un taxi. Debimos coger al único taxista que ni sabia donde estábamos, ni donde estaba el hotel y encima hablaba un inglés igual o peor que el mío. Llegamos un poco acojonados al hotel y sin tiempo a más nos metimos a la cama.
A la mañana, como era de esperar, lo que se llama temprano no salimos de Dublín. Primer problema, poner todas las compras en las ya repletas maletas. Fue una ardua tarea y segundo, a ver si aun teníamos motos o debíamos pedir un taxi para ir al aeropuerto.
Pero no, después de pagar 10 € por el estacionamiento del día y medio que estuvieron aparcadas, de cargar las maletas y de programar el GPS, emprendimos la marcha hasta la siguiente capital del país (bueno, de la parte norte de Irlanda), de la cuna del Titanic, de la cordialidad entre vecinos, Belfast.
Para no ir del tirón y hacer turismo, pasamos por varios pueblecillos y castillos. Uno de los bonitos fue el Castillo de Trim. Debió ser un complejo importante, ya que había el castillo, el foso y una muralla que cubría toda la villa. Ahora queda más bien poquillo.
Arturo probando el sistema antiguo de Banneo
Después de Trim, pusimos rumbo al pueblo de Fore, para ver su abadía. Supongo que todo esto que es de la misma época esta todo igual, porque la abadía esta también estaba bastante escacharrada.
Como se nos hizo la hora de comer, paramos en un pub de un pueblecillo que tan solo contaba con un iglesia, el pub, una tienda y no sé cuantas casa, pero con una mano se contaban. Sentados delante de la tienda había una señora que nos hizo como un mini-interrogatorio que lo más cortésmente intente responder. Entramos en el pub para ver si nos podían hacer algo de comer y resulta que la dueña de la tienda y la del pub son las mismas.
Nos comento que si queríamos nos hacía unos sándwiches. Como vimos que no había opción a más, pues aceptamos el ofrecimiento.
Comentar una anécdota antes de salir de Dublín, vimos un montón de gente vestidos de colores verdes y naranjas y otros con colores azules yendo hacia un estadio de “futbol”. Era como las típicas mareas de gente que van hacia el Camp Nou cuando juega el Barça pero todo quisqui iba ataviado con los colores de su equipo. Fue curioso. Pues resulta que cuando entramos en el pub todo el mundo estaba pendiente de un partido que echaban por televisión. Cuando entramos estaban repasando las alineaciones y por la cantidad de gente que repasaban por cada equipo, futbol no era. Todos pensamos que era algún partido de rugby, muy importante en Irlanda (la cual juega una de las competiciones más importante Las 5 Naciones).
Pero la verdad es que la cosa no cuadraba mucho porque aparte del los palos que marcan los goles, había debajo de estas una portería con portero como en el futbol. A parte, la pelota era redonda y no ovalada y podían correr con ella en la mano pero tenían que dar toquecitos con el pie a cada paso o dos pasos. Todo muy raro, ya que tanto marcaban goles a lo rugby como goles al estilo futbol.
Mientras nos comíamos los sándwiches y nos tomábamos las pintas nos estuvimos entreteniendo con el partido ese.
Como nota explicativa, esto es lo que pone internet sobre este deporte:
Gaelic Football
Este tipo de futbol es practicado principalmente en Irlanda, donde nació en el siglo XVI y donde se ha convertido en uno de los deportes más populares. En sus primeros años era practicado por aquellos hombres de la ciudad con una corpulencia considerable, el número de jugadores oscilaba entre los 25 y 100.
Normalmente se jugaba entre equipos de dos ciudades limítrofes, se comenzaba en un punto intermedio entre las dos ciudades y el desarrollo del juego consistía en hacer llegar la pelota a una de las ciudades, claro está, por el equipo de la ciudad contraria. Las reglas oficiales se establecieron en 1984, con la creación de la Gaelic Athlectic Association.
Un equipo está formado por 15 jugadores. La pelota se puede golpear mediante una patada, con la mano o simplemente ser arrojada; La única forma permitida de transportar la pelota es mediante rebotes, no puede trasladarse con las manos o mediante pases. El terreno de juego se divide en dos campos y en sus extremos están colocadas las porterías formadas por dos postes verticales atravesados por otro colocado horizontalmente. Se marca cada vez que la pelota logra pasar la portería. Lanzar o arrojar la pelota por encima del poste que cruza vale un punto. Si se consigue que la pelota entre en la portería, se marcarán tres puntos.
Aunque la mayor popularidad de este juego recae en Irlanda, hay ciudades de Canadá o Estados Unidos donde también se practica. Nueva York cuenta con un club que participa en la Liga Nacional Irlandesa.
Una vez aclarado el tema y de habernos zampado el sándwich, seguimos nuestra ruta hacia Belfast.
Es curioso cuando te diriges hacia Irlanda del Norte porque vas por una carretera que te mueves con km/h y de golpe te encuentras con una señal de 30. jod*r, lo que cuesta mantener la moto a 30 kms/h. Pero lo que no sabes es que ya estás en Irlanda del Norte y aquí se mueven con millas/h. Ni una señal, ni un welcome, ni nada. Simplemente lo deduces cuando ves que te ofrecen cambio de euros a libras y empiezas a ver coches con matriculas amarillas.
Pues llegamos a Belfast sin ningún contratiempo remarcable, simplemente que entramos por un barrio bastante feote y sin mucha gente. Nos paramos en un punto y programamos el GPS para que nos llevara a algún hotel, ya que B&B en las grandes ciudades o no hay o están a las afueras y ya que estábamos en la ciudad y al día siguiente queríamos hacer algo de turismo pues queríamos algo más céntrico. Al final nos decantamos por un Holiday Inn. Y fue en el primer sitio donde dispusimos de internet. En esto Irlanda está un poco atrasada (y no es invención nuestra, sino que también nos lo comentó Xavi y el amigo Pumuki que estuvo pocos días antes que nosotros).
El hotel es fantástico, un pelín caro, pero ya nos merecíamos algo de comodidad y elegancia aunque solo fuera para una noche.
Salimos para cenar algo después de ducharnos, y remolonear algo por el foro.
Encontramos delante mismo del hotel otro restaurante italiano. No soy de repetir mucho y la noche anterior ya fuimos a cenar a otro italiano, pero la verdad es que uno sabe lo que come en un restaurante de esta nacionalidad.
Un entrante, una pizza y para beber una Peroti de 660 cl. De postre tiramisú y para rematar un par de buen café espresso.
Al salir del restaurante vimos que delante del hotel había la BBC Irlandesa, cuando por delante nuestro pasó el típico coche de policía que salen por las noticias en los altercados norirlandeses. Más que coches de policía parecen tanquetas.
Por la mañana nos dispusimos a visitar el barrio católico y los muelles donde se construyó el Titanic. Pusimos como destino Bombay Street que es donde se levanta el muro que divide el barrio católico con el barrio protestante. En esta calle, en el año 69 hubo el mayor altercado sufrido en el enfrentamiento que tenían las dos religiones. El bando protestante entro en la calle Bombay e hizo una cruel matanza incendiando casas y disparando a diestro y siniestro. Hoy en día es una calle sin salida donde se encuentra un memorial en recuerdo de Gerard McAuley, un joven de 15 años y miembro de las juventudes del IRA que perdió la vida en el ataque a Bombay Street.
La verdad es que en ese barrio no se respira tranquilidad, sino todo lo contrario. Ves que la gente de observa desconfiada, siempre con la cabeza agachada. No hay mucha gente por la calle y en cuando te sacas la cámara fotográfica te miran aun mas desconfiado.
Dimos unas cuantas vueltas por ese barrio donde encontramos varios fachadas pintadas alentando a la guerra armada, recordando a los hijos irlandeses muertos por los ingleses, banderitas irlandesas pegadas en los semáforos y donde se fundó el Sinn Féin.
Ya un poco agobiados de ver malas caras, y que por cierto, fue por donde entramos el día anterior, por eso del barrio cutre que comentaba, nos decidimos ir a ver los muelles donde se construyó el Titanic.
Dimos como 5 vueltas por la zona portuaria de Belfast hasta que un camionero (o por su buena fe al vernos perdidos o para que no le tocásemos mas las narices) bajo para echarnos una mano. Al final lo conseguimos pero fue bastante decepcionante.
Solo había un cacho de muelle original, todo lo demás lo tiraron. También hay que entender que de muelles no tienen mucho y que la vida evoluciona y tienen que mejorar dichos muelles, pero es que no había ni un pequeño museo aunque fuera con cuatro fotos. Simplemente habían unos tótems con una explicación en un perfecto inglés.
Cuatro fotos y hacer lo que nos gusta, a conducir por carreteras moteras.
Nos dirigimos hacia el norte de Irlanda por la carretera que bordea la playa.
Hubo un post que nos brindó Mamut (Jaume) donde se exponían las 10 mejores carreteras moteras según su autor Mike Carter. El propone carreteras con buenas curvas, donde el piloto pueda desarrollar todo su abanico de actitudes de pilotaje, añadiéndole un bonito paisaje. O sea, con la premisa que no solo de curvas vive el motero.
A ver, bonita lo es y el paisaje es precioso, pero de aquí a ponerla en una lista de las 10 mejores del mundo, pues como que no. No este tío, o no ha salido de Irlanda o le falta muchos kilómetros, pero bueno, es lo que hay.
Nuestra primera parada fue el Puente de Cuerda para ir a un islote situado frente la costa. Llegamos y vimos que había algo de cola (fue la primera que encontramos), nada, nos esperamos. Cuando fuimos acercándonos vimos un cartel que ponía que la distancia entre la taquilla y el puente era de 1 kms y que el tiempo de demora para pasar de un lado al otro de 30 minutos para cada sentido. Era demasiado tiempo para cruzar simplemente un puente. Lo dejamos para la próxima vez que volvamos.
Seguimos nuestro camino hacia la Calzada de los Gigantes, pero antes paramos a comer ya que era la 1 pasada y no queríamos quedarnos sin almorzar algo. Fue curioso porque paramos en un pub y supongo que para sacarnos de encima nos comentó que hasta las 3 no abrían la cocina. ¿Las 3 de la tarde? Lo que queremos es comer, no cenar. Ya lo digo, esto simplemente fue para sacarnos de encima. Pues mira, mejor, porque fuimos a parar a un pueblo marítimo donde comimos la mar de bien con vistas al mar.
Llegamos a la Calzada de los Gigantes. Situada en el Condado de Antrim, en Irlanda del Norte, se encuentra una de las formaciones basálticas más espectaculares de la Tierra. Contiene unas 40.000 columnas de basalto provenientes de una erupción volcánica acontecida hace 60 millones de años. En algunos casos, las columnas alcanzan los 12 metros de altura y la acumulación de lava solidificada supera los 28 metros.
La explicación científica para la formación de estas columnas está en el proceso de enfriamiento de la lava. Si una corriente se enfría relativamente rápido, se produce una contracción que empuja la lava hacia arriba y provoca la formación de columnas, cuyo tamaño y grosor dependen de la velocidad de enfriamiento. Existen numerosas formaciones de este tipo en todo el mundo, pero es posible que ninguna alcance la espectacularidad y belleza de la Calzada de los Gigantes. (Dixit: Internet)
Después de tirar de Google para la explicación, sigamos con la crónica. A poca distancia de allí teníamos otra parada para ver el Castillo de Dunluce. El castillo en si esta como todos, medio derruido pero lo bonito de este es cuando vas por la carretera y en después de una subida con curva te lo encuentras majestuoso, encaramado en su roca.
Paradita y cuatro fotos. Arturo ya estaba hasta los mismísimos de los castillitos, así que ni bajo de la moto.
Seguimos la ruta dirección Londonderry o como dicen por esas tierra en Derry (mas corto). La idea era dormir otra vez en Irlanda pero cuando llegamos a Derry vimos que aun faltaba bastante y decidimos hacer noche allí.
Debía de ser festivo porque por las calles no había ni dios. Preguntamos en un hotel del centro pero resultó ser un 4 estrellas y como que tampoco hacía falta. Programamos el GPS para que nos llevara a uno que parecía que estaba bien, el Da Vinci’s de la cadena Ramada. Barato tampoco fue, a parte de lo que nos costó encontrarlo, carretera arriba, carretera abajo y así como cuatro veces. Y si que estaba en ese tramo de carretera pero en un interior.
Nos duchamos, nos conectamos un ratillo a Internet (en este hotel era gratis y a través de cable, o sea, perfecto) y bajamos a cenar.
El restaurante era acogedor, todo de madera y la cocina muy buena. Cenamos muy bien y el precio pues en la línea de todos los días.
Después de cenar pasamos al pub para tomarnos una copa y empezar a decidir la vuelta.
Teníamos dos opciones. Pensando que ese día Lunes por la noche teníamos la opción de coger el Ferri en Rosslare hacia Roscoff en Francia el jueves al medio día o coger el Ferri de Rosslare hacia Fishguard, atravesar Inglaterra y coger el eurotúnel el sábado.
La verdad es que ya estábamos todos un poco cansados pero ese día extra nos suponía una ventaja y algún que otro inconveniente. La ventaja que teníamos un día más para terminar de ver lo que nos faltaba y el inconveniente es que nos teníamos que chupar los algo más de 550 kms para cruzar Inglaterra, más bajar desde Calais.
La decisión fue unánime, nos dejamos un poquito de Irlanda pero nos ahorramos kilómetros y pasta. Así que teníamos dos días para ver lo que nos faltaba y por la noche, ya en la habitación y después de comprar los billetes del ferri, nos dedicamos hacer una criba de lo que queríamos o podíamos ver.
Decidimos saltarnos la parte noroeste de Irlanda e ir directamente hacia Connemara para ver la Abadía de Kylemore para después ir hacia Cong donde se rodo “El Hombre Tranquilo” para terminar en Galway.
El día amaneció nublado y al poco rato de circular nos tuvimos que detener para enfundarnos el traje de agua. No es que diluviara pero era un no parar.
La zona de Connemara tiene que ser preciosa pero fuimos todo el rato con lluvia y una neblina que no dejamos durante todo el rato que circulamos por esa zona.
Llegamos a la Abadía de Kylemore. Lo bonito de ésta es cuando hace buen tiempo, la abadía se refleja en el lago. Nosotros la tuvimos mojada, sin reflejos y con niebla, pero también tenía su encanto.
Una vez vista la Abadía nos dirigimos hacia Cong.
En este pueblo fue donde John Ford dispuso para rodar la película “The Quiet Man” (El Hombre Tranquilo, 1952) con John Wayne, Maureen O'Hara y Barry Fitzgerald. No es que hayan explotado mucho este tema. Preguntamos si todavía estaban los escenarios donde se rodó la película. La primera señora nos dijo que no, aunque al vendedor que le preguntamos después dijo que sí, que estaban bastante escampados por la montaña pero con las motos podríamos llegar. Amablemente nos indico como llegar pero mi inglés se quedó a medio camino. Al final desistimos en el intento y nos dirigimos a Galway.
Galway tiene que ser muy bonito pero llegamos tarde y todos los hotelillo del centro y próximos estaban llenos. Hasta paramos a preguntar en el Marriot de la entrada, también lleno. Al final decidimos salir de la ciudad y dirigirnos hacia la que tendría que ser nuestro próximo destino, Limerick, con la intención de pararnos en el primer B&B que encontrásemos.
En la salida de la ciudad encontramos B&B para aburrir y entramos en el primero que vimos. Bajé, pregunté y ningún problema. Habitación triple por 90 € y podíamos dejar las motos en el patio trasero que daba a nuestra terraza. Fantástico.
Nos duchamos, nos arreglamos y salimos a cenar. Le preguntamos a la chiquita del B&B donde podíamos cenar. Nos comentó que a pocos metros a la izquierda había un restaurante y sino en Galway que estaba a 1 km en dirección contraria.
Debían ser las 9 menos algo cuando entramos en el pub y preguntamos la posibilidad de cenar algo. Pues no, a las 20:30 cerraban la cocina y no había tutia de abrir un momentito la cocina aunque solo fuera para hacer un huevo frito. Esto es lo que cabrea más de Irlanda, la poca sangre que tienen.
Decidimos volver al B&B y desde allí pedir un taxi para que nos llevaran a Galway. Con mi limitado inglés le pregunté a la chiquita si me podía hacer el favor de llamarnos a un taxi. Ningún problema. Al poco rato ya lo teníamos allí.
Un taxista muy cachondo que le pedimos que nos llevara algún restaurante donde aun sirvieran cena. Ni corto ni perezoso cogió el teléfono particular y llamó a un restaurante donde nos comentó que el va a comer allí con su familia y que se come muy bien. Fantástico, pues para allí que vamos. Ya con previsión cogimos una tarjeta del B&B para después poder volver con otro taxi.
La verdad que se cenó muy bien. El taxista tenía toda la razón. Después de cenar bajamos a la planta baja donde estaba el pub para tomarnos un whyskito. Después taxi y para el B&B. El taxi era cachondísimo. Una furgonetilla para nosotros tres y encima a toda mierda. Tan rápido que hasta de paso del B&B.
Otro bonito día aunque algo húmedo.
Por la mañana quisimos ir a visitar los Acantilados de Moher. La carretera que llevaba a los acantilados (para ellos de 80 kms/h) estaba muy deteriorada y la encontramos con lluvia y niebla.
A medida que nos acercábamos a los Moher la niebla se iba espesando hasta el punto de llegar a los acantilados y no ver más de 1 metro delante de ti.
Mariano y Arturo se negaron a entrar, pero ya que estaba allí lo quería ver con mis propios ojos. La verdad que mis propios ojos no vieron una mierda.
En principio se tendria que ver esto:
(foto prestada de alguna página de internet, gracias) Pues como veis, no es lo mismo.
En el parking de los Moher contacté con un compañero de EGB que vive en Limerick a ver si aunque fuera un momento nos podíamos ver. Él trabajaba pero me comentó que aunque fuera para darnos un abrazo no habría problemas. Volvimos sobre nuestros pasos para llegar a Limerick, a la que llegamos a la 1 y media pasada. Quedamos en un hotel alto que hay en esa ciudad y la visita fue efímera porque él a las 2 tenía una reunión de trabajo. Un abrazo, una foto y despedida.
Esto es lo que tiene de bueno el Facebook que encuentras a gente que hace como 20 años que no sabes nada de ella y resulta que en el margen de 2 meses los ves más que en 20 años, una vez para la cena que antiguos alumnos y otra en Irlanda. Como es la vida.
Antes de salir de Limerick paramos en un pub para comer algo. La verdad que se comió bien pero lo mejor fueron los postres.
Una vez terminada la comida, le pedimos al camarero la carta de postres. Apple with preesrgfdfjsdk…, profiterols with sasjasdjfj… tartle of dasjdasljd, y entre tanta cosa aparece la palabra mágica DEATH OF CHOCOLATE. Ya tengo claro que quiero, una muerte de chocolate. Los tres acabamos comiendo lo mismo, una tarta de chocolate bañada con chocolate caliente y una bola de helado de chocolate. Ideal para el régimen.
Después de tan suculenta muerte seguimos el camino hacia Wexfort donde haríamos noche antes de coger el barco al día siguiente. Buscamos algún B&B o algún hotel por la ciudad.
El primer B&B que encontramos estaba lleno y la chiquita, muy amablemente nos indico otro, con el mismo resultado, lleno. Un señor mayor, amante de las motos hizo un par de llamadas a ver si nos encontraba algún sitio libre pero no lo conseguimos. Al final cogimos el GPS y programamos el primer hotel que tenía como POI. Nos llevo a uno que solo había el solar. Lo habían derribado, pero delante mismo había otro B&B llamado la Puerta Azul. Nada, llamamos y nos sale un hombre y nos comenta que solo hay una individual y una doble. El problema de ese hombre es que perdía más aceite que el autocar de locomía. Le hacía ojitos a Mariano, simplemente porque cuando estábamos hablando se me acerco Arturo por detrás y me cogió del hombro, así que por descarte el que estaba soltero era Mariano.
Descartamos la opción de la Puerta Azul y seguimos buscando. Encontramos otro B&B y aquí nos atendió una chiquita que tenía dos tetas como dos carretas, sí señor.
Ningún problema, una habitación triple y parking privado, fantástico.
Duchita y salida a cenar. Esa noche Arturo tenía ganas de comer arroz. En Irlanda, visto lo visto, el arroz no se tercia mucho por lo que decidimos ir a un chino que estaba cerca del B&B.
Rollito primavera, cerdo agridulce, arroz chino, postre y café. Al estilo del chino de Barcelona pero a precios irlandeses. Mientras cenábamos encarados a una ventana veíamos como llegaban autocares de mozuelas vestidas para salir de fiesta. Bajaban a rebaños, así que esa noche saldríamos a ver el ganado.
Cuando terminamos de cenar, Arturo se retiró a descansar (la edad no perdona) y nos fuimos Mariano y yo a ver como estaba el patio.
Llegamos a una calle donde se oía un follón monumental. Allí se encontraba una discoteca de moda donde todo ese ganado hacía cola para entrar. Llegamos a la conclusión o que las chiquitas se compran la ropa tres tallas pequeñas o con la humedad irlandesa, la ropa mengua.
Acabamos tomando un whiskey en un pub tranquilo porque la verdad, ni ganas de hacer cola para entrar a la disco, ni la música que salía de dentro era del estilo nuestro.
A las 2 nos retirábamos a dormir.
A la mañana, aun en la cama, tanto Arturo como Mariano cogieron la sierra mecánica y dale que te pego. Imposible dormir con tanto ronquido por lo que me levanté y me fui a desayunar tranquilamente mientras ellos dos los deje durmiendo o serrando algo.
Me fui a dar una vuelta por el pueblo. Cuatro fotos, un par de tiendas y al final compré un par de bolsas para ponerlas encima de las maletas porque a esa altura del viaje ya no había forma de poner nada en las maletas, y queríamos ir con ropa de calle para pasar la noche en el barco sin ir vestidos de romanos.
Al cabo de una hora, hora y media me llamaron los compañeros a ver por dónde estaba. Me acerque a buscarlos y como aun teníamos un rato para ir a Rosslare a embarcamos volvimos hacer la ruta turística por Wexfort.
A media mañana cargamos las motos y nos dirigimos ya hacia Rosslare para buscar algún sitio para comer y ya embarcarnos. Como íbamos bien de tiempo, sacamos los pasajes y decidimos pasar por el pueblo de Rosslare. Me hizo recordar Gava o Castelldefels Playa, muy cara al turista.
A la 1 nos paramos a comer en el primer pub donde nos comimos las Pringles y los cacahuetes junto con nuestra primera pinta de Guinness. La verdad es que se comió muy bien, lastima del primer día.
A la hora estipulada embarcamos las motos, las atamos y fuimos a coger sitio para pasar la noche. Teníamos asientos reservados y por suerte a ninguno de los tres nos pusieron a nadie al lado.
Los asientos debías ser cómodos porque me senté y ni vi salir el barco del puerto. Luego por la tarde a bordo pues pasamos el tiempo como buenamente pudimos. Pasándonos las fotos, empezando la crónica, calculando gastos de gasolina y consumo, mirando la ruta para llegar a casa, etc. A media tarde un café y por la noche cena a bordo.
La jornada no aporto nada más. Por la noche los asientos eran muy incómodos y a no sé qué hora de la noche opté por tirarme al suelo con una almohada que dejaban en el barco.
Por la mañana, Arturo y yo bajamos a desayunar al bar, mientras que Mariano aun dormía. Yo tenía la espalda molida como Arturo, así que el cuerpo no daba para dormir más.
El barco llegó puntual a Roscoff, así que desembarcamos y lo primero que hicimos fue buscar algún bar para que Mariano pudiera desayunar.
Paramos en la plaza de Saint-Pol-de León donde nos comimos un cruasán típico francés, de aquellos hechos con mantequilla, una caña de chocolate y Arturo un bocata de aquellos de currante.
Terminando el desayuno, se nos acerca un chico con pinta de irlandés, y nos comenta si somos catalanes. Lo mejor, en un catalán de extranjero, pero catalán al fin y al cabo. Le comentamos que sí, que dos somos catalanes y un sevillano.
Nos comenta que le gustan mucho nuestras motos, que él también es motero y que es irlandés de Dublín pero que vive en Igualada. ¿Conocéis Igualada? Le contesto que sí, que paso algunas veces por allí, a lo que me responde que técnicamente no es de Igualada, Igualada, sino de un pueblo llamado La Llacuna. Más casualidades, mi cuñada es de allí. Cuando llegue a Barcelona se lo comenté y me dice - Un irlandés de Dublín, alto y delgado - A lo que le contesto que sí. Pues bien, el ex novio de una prima suya. Toma ya las casualidades de la vida.
Emprendimos el retorno sin grandes pretensiones por Francia. Rennes, Nantes, Niort, Cognac hasta Bourdeus. Allí decidimos parar a dormir ya que la noche anterior en el barco tampoco habíamos descansado mucho. Nos pegamos el lujazo (aunque fuera un fast-hotel) de coger 3 habitaciones para poder descansar tranquilamente. Esa noche cenamos allí mismo. La verdad es que valía más la pena la cocina de ese fast-hotel que el hotel en sí. Y para despedirnos nos pedimos un vino de la zona. La verdad es que estaba muy bueno, pero extremadamente caliente, pero esto se solucionó con una cubitera.
Arturo nos comentó que su idea era hacer Bourdeus – Narbonne – Barcelona pero saliendo a las 4 o 5 de la mañana. Mariano me comentó que él entraba a España por Biarritz. Le comenté que qué diferencia había para mi entrando por la Junquera o por Biarritz a lo que me comentó que según su GPS 55 kms de diferencia y 1 hora. Pues si es esto, te acompaño. Lo puse en mi TomTom y me salían 200 y pico mas y algo más de 3 horas. Esos GPS de chichinabo nunca me has convencido. Le comente que 55 kms vale pero más de 200 como que no, que nos separábamos allí.
Un abrazo y esperando las vacaciones del 2010, cada uno siguió su camino, yo para Narbonne y Mariano hacia Biarritz.
Me encontré un poco de follón saliendo de las grandes ciudades, Toulouse, Carcassonne y luego en la autopista de Narbonne a Barcelona, pero con la moto avanzaba relativamente bien entre coches o al final por el arcén, aunque reconozco que me acojoné cuando vi a un coche siguiéndome por el arcén. Pensé que era la policía de camuflaje, pero no, era otro que hacía lo mismo que yo pero muy a saco con un coche.
A las 4 y poco llegue a casa, cansado pero feliz de haber regresado y del viaje realizado. Fueron 6.106 kms de buena compañía, de risas, de paisajes increíbles, castillos y un largo etc. Y como no, con ganas de que llegue el verano que viene para hacer alguna que otra locura mientras el cuerpo y la economía aguante.