Mis andanzas en V-Strom
  UN VIAJE ESPERADO: EEUU 2012 (PARTE 2)
 
A la mañana siguiente, si o si, teníamos que mandar el paquete a Kiyoji a Los Angeles para poder seguir con el viaje. Mientras Lydia empezaba a preparar las maletas yo me fui a informar en recepción a ver si ellos podían mandar el paquete o como lo podíamos hacer.

Como nota, comentar que aquí ya no hablan tanto hispano como en California o la zona de Arizona que toca más a California. Aquí estábamos más cerquita de Utah, aunque algún hispano encontrabas.

Pues a lo que íbamos. La chica de recepción me comentó que delante mismo del hotel había un USPS (Servicio Postal de los Estados Unidos) a lo que me imaginé que era la tienda que  vimos al día anterior. Así que me acerqué para informarme y comprar cinta americana (no se me ocurría mejor sitio para comprarla). La chica de la tienda me comentó que ellos usaban agencias de transporte, que la USPS estaba un par de tiendas más arriba, en el General Store de donde nos encontrábamos que era Tusayan (Arizona). Antes me volví a la habitación para acabar de hacer el paquete con la cinta americana. Y una vez acabado me volví a la tienda.

La noche anterior le mandamos un e-mail a Kiyoji para comentarle que le haríamos este envío para poder proseguir con el viaje. El chaval nos contestó a primera hora de la mañana confirmando la posibilidad del envío y que sobretodo lo pusiéramos a su nombre para no se perdiera el paquete. Así lo hicimos. Le entregué el paquete al responsable de correos americanos, aquel típico viejete que toda la vida a hecho lo mismo. Me comenta que el precio son 18’05$ (que por lo que pesa el paquete lo encuentro más que correcto) y le comento que cuanto tarda en llegar, a lo que me suelta que nada, que en dos o tres meses esta en Los Angeles. Primero pensé que no lo había entendido bien, pero al ver su sonrisa entendí que me acababa de hacer una broma típica de cartero americano. A ver, no estoy en contra de este tipo de bromas, pero mi inglés no está al nivel para pillar las bromas al instante.

Todo y eso, le sonreí la gracieta y me fui, que ya tenía ganas de ir a ver el Gran Canyon. Como curiosidad, cuando salí de la tienda, vi el cartel de la misma que ponía General Store, Tusayan Arizona, elevation 6.540 ft a lo que gracias al APP que me bajé del iPhone de conversor de varias medidas entendí que si que íbamos subiendo durante nuestro viaje. Nos encontrábamos a casi 2000 metros de altura (exactamente a 1993’4 metros).

Después de desayunar y de comprar un par de detalles, sobre las 11 salimos dirección al Gran Canyon. La emoción va en aumento. Pasamos la entrada del Parque con nuestro pase anual después que el amable policía del parque (los conocidos Rangers, en su división especial de Policía de Parques  Nacionales Americanos) nos diera los buenos días con su más ancha sonrisa y nos diera el periódico informativo que te dan en cada Parque que visitas. En castellano, este es el gran detalle.

Llegamos al parking del Visitor Center. Un parking inmenso. La suerte que al ir en moto tenemos la posibilidad de estacionar al lado mismo del Centro. Bajamos de la moto, atamos los cascos con la pitón en la misma Harley para poder pasear y disfrutar sin bultos que nos distraigan del espectáculo al que nos dirigíamos.

Decidimos que el matasellos lo pondríamos a la vuelta. La expectativa era máxima para perder el tiempo en la tienda y zona explicativa del parque.

Llegamos al mirador principal. Ahora entiendo que la gente no sepa relatar la inmensidad de Grand Canyon. Yo tampoco soy capaz. Se pueden usar muchas palabras, todas ellas sinónimas de INMENSO como enorme, descomunal, incalculable, grandioso, infinito, colosal, exorbitante, gigantesco. (Como barcelonista que es uno, diría que es como Messi, jejejeje). Las fotos que le hacemos sólo dejan ver un pequeño trozo del Gran Canyon.





Para que tengáis una idea, comentar que el Gran Canyon tiene una largura de 446 km, una anchura que va desde lo 6 a los 29 kms y una profundidad que en su punto máximo llega a los 1.600 metros. Situado a más de 2.400 metros de altura, gracias al desnivel, al tipo de estrato blando del terreno y la fuerza del Río Colorado, en menos de 6 millones de años (un nada en tiempo geológico) se creó el cañón dejando al descubierto tierra de más de 2.000 millones de años de antigüedad. Y como última curiosidad, comentar que el primero que vio el Gran Canyon fue un españolete en 1.540 de nombre García López de Cárdenas, que como no, iba en búsqueda de una ciudad de oro tipo el Dorado. Yo solo me imagino el mesetero este, originario de Llerena (provincia de Badajoz) con su yelmo y su espada delante de la brecha esta.





Volviendo a nuestros días, nosotros nos hicimos un montón de fotos intentando demostrar de alguna forma la majestuosidad del paraje. Incluso nos saltamos las vallas para poder hacernos  unas fotos algo más interesantes que desde los toriles. Fue curioso ver como unas chinas intentaban bajar por este tipo de terreno con chanclas. Con Lydia nos sentamos un rato a ver si podíamos comprobar que le pasa a un cuerpo cuando desciende algo más de 1000 metros sin freno, pero nos dejaron sin demostración. Como son estos chinos.

















Volvimos paseando al centro de visitantes para ver un poco la exposición (bastante pobre, por cierto), sellar el pasaporte y comprar un botellín de agua. Visitamos, sellamos pero el agua nos  dijeron que ellos no venden, que en la placeta de delante tenían unos grifos con la mejor agua de América. Pues nada, de allí que bebimos y llenamos los termos. La verdad es que si que estaba buena.

Después de llenar la vista y el alma de felicidad, decidimos seguir el viaje. Montamos en la moto y seguimos por la carretera que bordea la cara sur del Canyon.







Hicimos varias paradas para ver otras vistas del Grand Canyon. En la última, la de la Torre de Vigilancia de los Indios nos tuvimos que esperar un rato porque empezó a llover en plan torrencial. Se veía que llovía en la otra riba del cañón, pero a estas alturas, la lluvia pasó a la cara sur. Así que nos esperamos un ratito o que parara o que aflojara un poco. A los 15 minutos la lluvia escampó y volvió a salir el sol, así que retomamos el camino.











Poco a poco nos fuimos dirigiendo a uno de los extremos del cañón, descendiendo de nuevo hacia  los valles. Pasamos de las zonas arboladas a otra vez el desierto duro y árido de Arizona, con el consiguiente aumento de la temperatura. Con lo bien que se estaba unos kilómetros atrás. Durante el descenso hacia los valles, nos cruzamos con multitud de puestos de ventas de los indios Navajos. Los americanos has dejado a esta gente en un nivel residual. Pensar lo que fueron antaño y ahora vendiendo una especie de joyería tribal. Pero supongo que es el desarrollo y el libre mercado.







Seguimos circulando por la 80 entre un terreno entre árido y desértico, sólo salpicado por algún núcleo de viviendas o algo similar habitadas por los navajos. La verdad, un poco desolador. Por suerte, llegamos a Page, una de las ciudades más “mormonas” de Arizona ya que esta a un paso de la frontera con Utah, el estado más mormón. El curioso el encontrarte un montón de iglesias pegada una al lado de la otra. Te encuentras desde el First Assembly of God-Page, al Shephert of Desert Lutheran Church, el Church of Jesus Christ of Latter-Days Saints, el Immaculate Heart of Mary, el St. David’s Episcopal Church,… o sea, Iglesias para aburrir. Difícilmente te puede pillar una crisis de fe con la cantidad de iglesias que tienen.

Cuando íbamos dirección al hotel, al lado de todas estas iglesias se encuentra el College del pueblo. Joder, es de película lo que vimos. Los críos que juegan al rugby (o futbol americano allí) de rodillas rezando al lado del entrenador en medio del campo. Ostia, peliculero total, pero verídico. La foto está un poco desenfocada, pero vale la pena ponerla.

Al final, con un poco de suerte, llegamos al hotel. La verdad que nos costó un poco. Desmontamos nuestra carga de cada día y nos subimos a la habitación. Como llevábamos un par de días sin lavar, a Lydia le pareció haber visto una lavandería (Laundry) típica americana un poquito más arriba de donde estaba el hotel, pues aprovechando que yo me metía en la ducha, ella se cogió la ropa sucia y se fue calle arriba a ver si lo encontraba.

Cuando salí de mi reconfortante ducha, me vestí y salí a pasear a ver si la encontraba o, si no, simplemente estirar un poco las piernas después de la ruta del día.

Subiendo me encontré una tienda de pesca y material deportivo. La verdad es que habían bastante porque pegado al pueblo está el Lake Powell, que aunque le digan lago, es un embalse ya que es artificial. Eso sí, es el segundo mayor de EEUU. Ocupa algo más de 658 km2 por lo que este pueblo está muy enfocado al turismo de pesca y actividades en el pantano. Pues entré en la tienda a ver que tenían. La verdad es que estaba muy bien equipada, cañas, carretes, sedales, plomos, pistolas, ametralladoras. Visto lo visto, o los peces son muy grandes o si no pican te lías a tiros con ellos. Curiosa tienda.

Llegué a la lavandería donde estaba Lydia, típicamente americana. Un montón de máquinas de todos los tamaños y secadoras igual. Me la encontré hablando con unos españoles que también estaban de ruta por la zona, que aun siendo moteros, lo hacían en coche porque no habían podido aparcar a los críos.

Pasamos un rato allí lavando y secando la ropa y pasado las 9 salimos dirección al hotel. Lydia me pregunta si había algún sitio donde comer que pudiera haber visto subiendo, y la verdad que me había fijado en uno que tenía muy buena pinta al lado mismo del hotel. Así que subimos a dejar la ropa limpia y a coger la cámara de fotos y nos dirigimos hacía el restaurante en cuestión. La verdad es que estaba a escasos 30 metros del hotel, así que el paseo fue cortito.

Era un restaurante típico americano (no, no era un McDonals) con su carro del oeste, todo de madera y al entrar nos dimos cuenta que había hasta un grupo de country tocando en directo. Fantástico, así que pedimos una mesa cerquita del escenario y para esperar la comida, una Budweisser. Más compenetrados con el ambiente, imposible.







 

Yo me pedí un filete estilo New York y Lydia un cacho carne que no me acuerdo que era exactamente, eso sí, estaba bueno. El filete estilo New York, no es ninguna forma de hacerlo, sino la forma de cortarlo. El primer plato, o entrante, era un buffet libre de pasta, ensaladas y verduras varias para coger al gusto.

Nos pasamos un buen rato cenando y viendo el grupo tocando y la gente bailando country, o en pareja o en línea, pero tuvimos que retirarnos a una hora semi-decente porque, primero estábamos cansados del día y segunda, a temprano, queríamos ir a ver si encontrábamos algún guía navajo que nos llevara al Antelope Canyon. Técnicamente ya tenía una dirección y un mail de contacto con una compañía que prestaba este servicio, pero al escribir el día anterior nos contestaron que solo tenían plaza pasado 3 semanas. De poco nos servía. Por suerte, cuando iba a buscar a Lydia a la lavandería vi que había bastantes tour-operadores que prestaban este servicio.

Nos fuimos a la cama pensando que si no podíamos ir, pues mala suerte, la excusa para volver.

El día terminó con 153’90 millas más (247’68 kms), sumando un total en el viaje de 852’80 millas (1.372’40 kms)

Nos levantamos temprano con la idea de ver dónde íbamos para que nos llevaran a ver Antelope Canyon. Primero de todo, a desayunar. Bajamos y vemos una cola de narices. Un hotel inmenso y solo una decena de mesa para desayunar. Los americanos no se inmutan a la hora de hacer cola, a mi, me repatean las partes nobles, así que salimos con una doble intención, la de buscar un tour-operador y algún sitio donde desayunar.

Entramos en el primer sitio donde vimos que realizaban visitas al Antelope Canyon, que era el sitio donde técnicamente nos habían dicho que hasta de aquí tres semanas nada de nada, pero para preguntar, no costaba. Entre y me contestaron que tenían dos plazas para la una del mediodía. Era muy tarde para nosotros, ya que aun teníamos que llegar a nuestro destino que era St George (Utah), pasando por el Parque Nacional de Zion. Nos fuimos a otro tour-operador que estaba un par de casas más arriba y allí disponían de dos plazas para las 10. Eran las 9 y poco así que nos fue que ni pintado. Pagamos 92 $ por los dos. De golpe, ese dinero me pareció un dineral, pero eso pasa por no organizarnos con algún día más de antelación.

Nos fuimos a desayunar y seguido nos fuimos al hotel a cargar la moto para dejarla de momento delante de la tienda donde nos esperaría hasta nuestra vuelta, ya que a Antelope Canyon solo puedes ir si te llevan algún tour-operador y por narices, tiene que ser navajo, ya que es de las pocas cosas que les a dado el gobierno americano a sus nativos, este y algún otro parque natural para su explotación.

A las 10 estábamos clavados delante la tienda esperando los 4x4. Se nos presenta una india navaja que hacía dos como yo, y mira que yo soy grande. Nos subimos nosotros dos, una pareja de italianos y un chaval francés que iba con otro grupo que subieron en otro vehículo. Llegamos a lo que parecía el fondo de un río seco desde hacía mucho. Este fondo estaba lleno de arena fina, aquí es por lo que se mueven en 4x4 sino, no llegas ni de broma.

Llegamos a lo que parecía una abertura en la roca, bajamos de los coches y nos fuimos hacía dicha abertura donde empezaba la excursión y todo un sinfín de explicaciones de nuestra navaja.

 



La verdad es que es impresionante las sinuosidades de las piedras dada por la erosión del agua que antaño pasaba por allí. Al ser una piedra caliza muy blanda, el agua la fue transformando dándole formas, figuras y rincones mágicos. A parte, nuestra guía sabía todos los rincones y puntos de vista específicos para realizar unas fotografías muy guapas. Lo primero que te suelta es que pongas la cámara en luz artificial y en una ISO de 400, con lo que consigues una calidez y un amarillento realmente espectacular. Y no solo esto, sino que al final te coge la cámara y te hace la foto ella misma para que no pierdas el tiempo buscando lo que ella te dice.













Llegamos al final del pasadizo como verdaderos Indiana Jones. Una vez allí, nos reunió alrededor suyo y nos explicó gráficamente como se crearon esas rocas y como se creo este cañón. La verdad es que fue curiosa la explicación con un botellín de agua y la arena de la zona.


Regresamos sobre nuestros pasos para volver al coche. Como no, nos faltaba el francés que hizo la visita con su grupo, pero este iba bastante atrasado respecto a nosotros. De mientras la navajo iba a buscarlo, estuvimos entablando amistad con la pareja italiana y como no, en la conversación salió el tema futbol, entre Lydia y yo y el Barça – Madrid y ellos dos con la Milan – Inter. Y como no, Mourinho, el traductor.






Una vez recuperado el francés y de regalarnos un eructo que nos asusto a todos (un poco guarrilla nuestra guía que hasta su compañera nos pidió disculpas) regresamos a Page. Le dimos la propina de rigor y seguimos nuestro camino. Próximo destino, St. George.




Pero antes de llegar, teníamos que pasar por Kenab para ir dirección al Parque Nacional de Zion, otra maravilla de la naturaleza. Kenab es conocida por el Pequeño Hollywood por la cantidad de películas del oeste que se han rodado por aquí. A parte es normal porque el pueblo esta rodeado por las Red Hills, tan y tan filmadas en este tipo de películas.

A parte, este pueblo también dispone del oficial de policía que esta las 24 horas de servicio. El tío no para ni para mear, siempre al pie del cañón de su radar de velocidad. Lydia no se dio cuenta cuando pasamos el coche de policía, pero fijaros bien en la foto, es un maniquí.




Paramos a comer en este pueblo, en una gasolinera a comer algo rápido ya que aun nos quedaban unos cuantos kilómetros. Aprovechando la parada pusimos a cargar el GPS, pero el único sitio donde había un enchufe estaba al lado de una mesa ocupada por críos. Los padres, al ver que necesitábamos cargar el navegador y que la única mesa que nos iba bien era esa, sacaron a sus hijo de ella para cedernos es espacio. Cada día, Lydia y yo alucinábamos más con la amabilidad de esta gente.  Vaya, igualito que aquí.

Comiéndonos nuestras hamburguesas, fijaros que llegó a poner gasolina. Aquí no se cortan un pelo para arrastras cosas y cuando más grandes, mejor. Embarcaciones, caravanas, pero todo en tamaño XXL.


 

Después de comer, nos adentramos en el PN de Zion. La verdad es que es muy bonito, es un parque muy fotográfico el cual estarías más rato parado que circulando. Por desgracia, no disponíamos de tanto tiempo, así que fuimos haciendo las paradas más clásicas en este parque. Y como no, en el centro de visitantes para sellar el pasaporte.

















 

Salimos al pueblo de Springdale, un precioso pueblo volcado en todo lo relacionado al Parque. La verdad es que las casas que cruzamos eran muy bonitas, daban ganas de quedarte a vivir en este encantador paraje.

A los pocos kilómetros, encontramos un área de servicio que lo había decorado como un antiguo fuerte del oeste. Esto, con críos, hubiéramos parado un rato más, pero para nosotros hicimos las fotos de rigor y seguimos hacía St. George, que ya íbamos un poco retrasados a causa de la visita a Antelope.

 

 





Llegamos sin problema al hotel de St. George. La chica de recepción hablaba un perfecto hispano aunque su abuelo era oriundo de Toledo. Dejamos todos los bástulos en la habitación en la cual volvíamos a disfrutar de otra cama King Size.


Salimos a pasear por la zona comercial que teníamos pegado al hotel. Después nos dimos cuenta que era una zona comercial de outlets. Al ser tarde ya habían pocas tiendas abiertas, pero la que nos sorprendió más fue un outlet de Levi’s. Entramos y le dimos un vistazo. Estaba todo muy barato. Ponían descuentos del 50%, 60% y70% y veías los precios de los tejanos por 23$. Lydia se cogió tres pantalones. La verdad, tres Levi’s por algo menos de 75 $ era una oferta irresistible. Pero eso no fue lo mejor. Sobre el precio marcado aun faltaba sacarles los descuentos. Les salió los tres tejamos por menos de 25$, o lo que es lo mismo, aun no 20 €. No le deje coger más porque no había espacio físico en la moto, pero te pilla en coche y desvalijas la tienda.




Dejamos las compras en la habitación y nos fuimos a cenar. Recorrimos unos cuantos restaurantes, pero estaban cerrados o no nos hacían gracia. Al final acabamos en un italiano para comernos un buen plato de pasta, acompañado por una cerveza Zion. Curiosa, pero buena.

Para tirar el plato de pasta hacía abajo, dimos un paseo hasta el Starbucks que aun estaba abierto. Después de un buen café (creedme, aquí, el café del Starbucks es una mierda, pero en EEUU, es la creme-de-la-creme) volvimos al hotel para descansar y con ganas de que llegara el día siguiente. Próximo destino, Las Vegas.

En el día de hoy, recorrimos 166’10 millas (267’31 kilómetros), llevando un acumulado de 1.018,9 millas (1.639’80 km)

Nos levantamos temprano, ya que en Las Vegas no hemos cogido día extra y la intención es ver lo principal de la ciudad y la presa Hoover, así que desayunamos en el hotel y nos echamos a la carretera. Iremos durante todo el trayecto por la I15, que no aporta nada, pero es lo que tenemos que hacer para llegar temprano a Las Vegas. Lo único destacado de esta carretera es un tramo de curvas antes de adentrarte al desierto de Nevada.

Pasamos el desierto con el mismo calor que días anteriores, pero ahora somos más veteranos en estos territorios, así que no nos pilla desprevenidos.

En los años cincuenta, el ejecito americano hacía las pruebas nucleares en estos parajes. La verdad, es que no me extraña, aquí por no haber, casi no hay ni animales.




Cuando aun no son ni las 11, vislumbramos la silueta de la ciudad. Así que nos adentramos en nuestra primera gran ciudad (en Los Angeles salimos de ella, aquí, nos metemos en el meollo). Entramos por una calle que tiene entre cuatro y cinco carriles para cada sentido, y como somos totalmente nuevos, a mi me parece que todos corren menos nosotros. Pero nos vamos defendiendo.

Lo mejor, cuando empezamos a ver todos esos hoteles que siempre hemos visto por la tele. La aguja espacial, la punta de la Torre Eiffel, la torre dorada del Trump, la pirámide del Luxor, …






 

 

 

 

Nos desviamos de la calle paralela de la principar para ir a nuestro hotel. El Hampton Inn Tropicana, situado en la Calle Dean Martin.

Aparcamos la moto ya un poco estresado de la ciudad y entramos hacer el chech-in pero nos comenta la chica que hasta las 3 de la tarde no nos tendrán la habitación. Gran putada, pero hemos llegado muy temprano. A los cinco minutos, el encargado de recepción mueve un poco los hilos para que nos dieran una habitación ya, así que nos dan una llave y nos mandan a la planta 3. Habitación 305 con vistas al Luxor (si, un poco lejos, pero es lo que tenemos a primera fila).

Dejamos las maletas, nos enfundamos los pantalones cortos, la cámara y nos vamos corriendo a Las Vegas Blv. Pasamos el puente a pié y lo primero que nos encontramos es el Excalibur a la derecha y el New York a la izquierda. Dos de los más representativos. Aquí es cuando abrí los ojos como platos y me parece que los cerré cuando me fui a dormir.




Cruzamos por los puentes que unen los casinos-hoteles, Excalibur, New York con su montaña rusa y seguidamente el MGM con David Copperfield como estrella invitada. Mires donde mires siempre hay algo que te deja con la boca abierta. Si no son los hoteles, son las salas inmensas de máquinas Cirsa, sino, es el edificio Coca-Cola, tres plantas de todos los productos comercializados por esta marca. O tal vez sea el edificio M&M, dedicado íntegramente a esta pastillita de chocolate que “se deshace en tu boca y no en tus manos”.

Cuando pensábamos que llevábamos un montón andado, simplemente habíamos recorrido no más de 100 metros. El tiempo no anda, vuela en Las Vegas.

Decidimos seguir andando con más alegría porque sino no llegaríamos al final de la calle o lo más allá que pudiéramos. La sección de Tiffany’s, Bulgary, Prada y estas marquillas, nos las saltamos aún más rápido.











 

 

Llegamos al Bellagio, donde logramos ver uno de sus espectáculos de agua y sonido. La intención es volver a la noche para verlo en toda  su grandeza.

Compras de souvenirs era un constante en durante nuestro paseo, pero es que el lugar se lo merece. Hacemos una parada técnica para comer algo rápido, por lo que nos decidimos por un Subway.

Después de comernos el bocata, llegamos al Harley Davidson Bar, y como no, teníamos que entrar si o si. Un local enorme con un montón de modelos dando vueltas por una cadena por todo el bar. A parte de todos las imágenes de los artistas que tienen o tuvieron una moto de la marca de Milwaukee. Curioso también es la capilla para casarte llegando al altar con una HD ataviados con los cueros típicos de los rudos moteros americanos. Todo un mundo para los amantes de estas maquinitas ruidosas pero llenas de encanto.









 

El Mirage, el Cesar Palace, el Paris Las Vegas (con el Chef Ramsey en una lona que cubría  todo el Arco del Triunfo). Y llegamos a los clásicos, el Flamingo, el Imperial Palace y el Casino Royal. Todo ello para llegar a uno de los mejores a mi gusto, el Venetian. Nos regocijamos en él. Es una pasada, a parte del Gran Canal, es espectacular el techo pintado en forma de cielo que parece más que real.

Por curiosos que parezca, la casa oficial de la Harley está dentro del Hotel Venetian. Nos paramos un rato en ella y como no, salimos con algún que otro objeto.













Después de salir, decidimos descaminar lo andado para ir a ver otro de los iconos de la ciudad, que no es más que el letrero de “Wellcome to Las Vegas”. Compramos dos billetes de autobús para usarlos durante todo el resto del día para movernos  un poquillo más rápido. Dejamos el autobús en la última parada, aunque aun nos faltaban algunos centenares de metros para llegar. Pero poco nos importaba el patear esta ciudad. A parte, gracias a esto, nos encontramos la segunda capilla más famosa de Las Vegas, la Wedding Chapel. Bueno, se disputan la posición de honor con la The Little White Chapel.

Nos hicimos las fotos de rigor teniendo la sensación que a lo mejor sí que debíamos haber cogido un día extra como hemos hecho con San Francisco y Los Angeles, y no solo para jugar en algún casino, que la verdad es que no conseguimos tirar ni una moneda porque la sala donde entramos para hacer la gracia iba con una tarjeta tipo VISA que tenias que cargar en las máquinas del hall. Si nos hubiésemos quedado un día más hubiera sido para ver alguno de los espectáculos que ofrecen los hoteles. Pero bueno, eso lo tendremos que dejar para otro año.

 









Volvimos al hotel para dejar las bolsas y prepararnos para  ir a ver el espectáculo de luz, sonido y agua del Bellagio y llegarnos después a la calle Freemont, a la Freemont Street Experience, a ver la pantalla de televisión más grande del mundo, algo así como de 500 metros que cubre todo el techo de la calle.

Nos sentamos en la parada del autobús a esperar el primero que viniese, ya que todos nos iban bien. Tuvimos que esperar un poquito y la verdad, pasaba cada gente más rara que pensabas que un momento u otro tendríamos un disgusto.

Llegó el autobús. Nos sentamos y delante nuestro tres pintas, un negrata con chaqueta militar y barba mal recortada, un blanco que le faltaban la mitad (o más) de los dientes y una mujer que tenía pinta de yonqui ida a la prostitución para pagarse el jaco. Vamos, un mapa. No sé qué nos dijeron, a lo que Lydia le contestó que estábamos de viaje de novios. No se les ocurre otra cosa de darnos las “Congratulations” y animar al resto del autobús a aplaudirnos. A mí me cayó la cara de vergüenza, pero bueno. La mujer abrió la riñonera mugrienta que llevaba y nos dio dos tickets para un descuento en el bar del hotel donde trabajaba. Vaya vista que tuvimos. Siempre soy de los que no me gusta juzgar a la gente, pero es que nos lo ponían a huevo, los tres.

Empezó a llover ya cuando esperábamos el autobús, pero aun era poco. Al llegar al cruce de la Tropicana Av. con Las Vegas Blvd para coger otro autobús para ir al Bellagio la lluvia se intensificó. Ya, montados en el autobús, la lluvia paso a diluvio con el consiguiente atasco monumental en ambas direcciones. Al ver que no llegaríamos a nada, decidimos desistir del intento y volvernos al hotel. Me jodió de mala forma perderme la Freemont, pero ¿Quién dice que en el desierto no llueve?

Bajamos del bus y nos resguardamos en un bar a que parara de llover. Estuvimos un buen rato y la lluvia no cesó, pero por lo menos aflojó un poco por lo que nos tiramos calle abajo para regresar al hotel. Cuando llegamos la lluvia ya había parado pero había dejado tras su partida un atasco monumental que aun tardaría un buen rato en deshacerse, por lo que tampoco barajamos la opción de volverlo a intentar.

Nos paramos a cenar en una cadena de hamburguesas bastante importante en EEUU, ya que había varias esparcidas por varias ciudades por donde pasamos. La cadena en cuestión era la “In’n Out Burguer”. El local estaba ambientado en los antiguos bares americanos de los 50. Lo malo, es que ni las hamburguesas ni las patatas valían una mierda. Joder, que mierda de noche. Decidimos volver al hotel y descansar para afrontar al día siguiente el Death Valley.

Todo este día intenso lo hicimos andando, lo único es sumarle los 127’90 millas para llegar a Las Vegas (204’47 km) y haciendo un total del viaje hasta el momento de 1.146’80 millas (1.844’30 km).






3ª PARTE
 
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