Este viaje estaba en una lista de pendiente que aunque se vaya acortando sigue siendo muy larga. Hablamos mucho el año pasado de que haríamos este. Se planearon varios viajes, pero la cosa quedó muy clara cuando en una lista de futuros viajes de Arturo durante este año apareció uno que ponía “Cabo Norte”.
Hablamos por teléfono con Arturo de cuales eran sus planes, con lo que me comentó que era una lista de todos los viajes que pretendía hacer durante el 2010. Como no, el del verano, si yo no tenia nada que hacer, contaba conmigo para la escapada al Cabo Norte y como no, apuntarme me costo la friolera de 1 o 2 segundos.
Me comentó que este viaje nos acompañarían dos nuevos componentes del grupo. Uno era Enric, con el que realicé el viaje de Semana Santa del año pasado a Córcega y el otro seria Xavi, el cual su mujer le había hecho el regalo de hacer este viaje. Fantástico. Lo único que me supo mal fue que no pudiera venir Mariano, pero su excusa era perfecta ya que hacia poco que había empezado una relación y quería pasar el verano con Cati en vez de nosotros (él se lo pierde, jejeje).
La organización de este viaje ha sido casi exclusivamente de Arturo. Decidimos entre todos las fechas y las opciones básicas de transporte (la moto estaba claro, pero decidimos sobre trenes, barcos y posibles rutas). La currada que se pegó Arturo fue de órdago, ya que a diferencia de otros tantos viajes y crónicas consultadas, nosotros decidimos ir con los campings, hoteles, hostales y hitters contratados desde un principio. Esto nos obligaba a terminar las etapas marcadas pero nos evitaba el tener que empezar a buscar hospedaje a las 6 de la tarde. Una pena en un país donde se hace de noche o muy tarde o casi nunca. A parte, tampoco marcamos rutas maratonianas ya que como hemos dicho siempre, uno esta de vacaciones y se ha de aprovechar para hacer turismo. No todo es carretera. Solo teníamos dos jornadas largas que fueron las que usamos para cruzar Suecia. Una era de Malmö a Sundvall y la otra de Sundvall a Rovaniemi.
Esta organización nos sirvió para contratar hoteles bien de precio (la media 36 € / día) y todos los ferrys grandes y los trenes.
La salida la preparamos para el 29 de Julio y la vuelta para el 16 de Agosto. 19 días de ruta. Tres semanas antes quedamos para cerrar últimos flecos del viaje, pero al final solo fuimos tres ya que Arturo, durante la celebración de la Noche de Sant Joan, con lo de saltar la hoguera para limpiar el espíritu, se espachurró la rodilla, con el consiguiente susto para el viaje. Por suerte, todo quedo en eso, un susto, así que para la salida ya estaba totalmente recuperado.
Quedamos el Jueves 29 de Julio a las 10 de la mañana en la área de servicio del Montseny. Me levanté temprano para ducharme, acabar de preparar las maletas y terminar de dar cuatro instrucciones en el curro. Salí de casa a las 9 de la mañana y a las 9:34 ya estaba en el área de servicio. No hay problema, pongo gasolina, desayuno tranquilamente y espero a que lleguen los compis. Cuando salía de pagar la gasolina ya tenia a Enric pegado detrás de la moto para repostar él también. Bueno, solo faltan dos componentes. Tiempo de poner combustible Enric, ya habían llegado los dos que faltaban, Arturo y Xavi. O sea, 25 minutos antes ya estábamos todos preparados. Esto es que habían ganas de salir ya corriendo.
Desayunamos sin ninguna prisa y pusimos rumbo a Narbonne. Antes de salir de Catalunya llenamos los depósitos a tope para aprovechar el precio nacional del combustible. Una vez repuestos, pusimos marcha de nuevo hacia la estación del Autozüg de Narbonne.
Como siempre, el viento una vez entrado en Francia fue fuerte y racheado, pero ya no nos pillo por sorpresa.
Llegamos con tiempo suficiente a Narbonne. Para ir tranquilos, nos dimos un margen de viaje de dos horas, con lo que nos tuvimos que esperar un ratillo aprovechando el buen tiempo que hacía. Mas que buen tiempo era una solana de narices.
A la hora prevista subimos las motos en el vagón vigilando no dejarte los cuernos en su techo. Lo más curioso fue una Goldwind que el tío, en previsión sacó la pantalla (más que una pantalla eso era un Imax) para subir la moto. Pasaron todo el viaje con la pantalla arriba y abajo.
Una vez descargado lo que teníamos que descargar, con un autocar nos llevaron a la estación de trenes para pasajeros. Aprovechamos el tiempo para comer y hacer tiempo para poder subir a nuestro vagón. Subimos al camarote, bueno, eran dos camarotes que se podían unir por la puerta interna, y nos acomodamos mientras esperábamos que ajuntaran los vagones porta vehículos. A esta altura del viaje, las botas moteras aun eran soportables, luego la cosa fue empeorando día a día.
Engancharon el resto de los vagones y emprendimos la marcha. Como teníamos un buen trayecto por delante, pues pasábamos el tiempo como buenamente podíamos. Yo, reflexionando sobre las grandes preguntas de la humanidad. Entre charla, risas y otro rato de buena reflexión llegó la hora de cenar. Yo aporté una quiche y pechuga empanada, Xavi nos deleitó con una “coca de recapta”, Enric aportó embutidos y quesos y Arturo se llevó toda la despensa de casa. El vino lo puso el tren, cuatro botellines de vino chileno que no estaba malo del todo.
Por la noche nos fuimos al vagón restaurante para tomarnos el café. Aquí empezó el show del café de todo el viaje. Habían dos tipos de café, uno una especie de café expres soluble de nescafé (no malo del todo) y otro del tipo “café de mitjó” que si no tienes un buen estómago puede ser un buen laxante.
Pasamos la noche de la mejor forma que se puede pasar en un tren y llegó la mañana. Nos tomamos un “buen” desayuno para hacer tiempo para llegar a Hamburgo. Como curiosidad, la encargada del vagón nos preguntó a dónde íbamos, con lo que le comentamos que dirección Hamburgo para seguir nuestro viaje. Ah!!!! Hamburgo, así que visitareis el Barrio Rojo de St. Paulí?. Por lo que pudimos deducir en ese momento, que ese barrio debería ser como el de Amsterdam. No es ni mas ni menos que esto. Una calle donde se concentra la prostitución en Hamburgo. No se, nos debió ver cara de necesitados o cuatro rudos moteros.
Llegamos a Hamburgo y descargamos la moto en medio de un centro comercial de la ciudad. Es como si la estación de Sans estuviera en medio de la Maquinista. Muy curioso. Pusimos dirección hacia Puttgarden pero no sabíamos que teníamos que atravesar toda Hamburgo para coger la dirección buena. Como era viernes y casi las 3 de la tarde encontramos bastante retenciones de tráfico, pero al final salimos por la autopista correcta. La marcha fue buena y es curioso ya que la autopista pasa una carretera de doble sentido y esta acaba en el puerto de Puttgarden. Si te has equivocado, solo puedes volver por la misma carretera por la que has venido.
Sacamos los pasajes y embarcamos. Aprovechamos el trayecto de apenas 1 hora para comer y desembarcar en Dinamarca.
La idea era que al desembarcar parásemos a repostar pero la gasolinera nos quedo al otro lado de donde estábamos con más de 6 carriles repletos de coches para pasar. Nada, seguimos y un poquillo más adelante ponemos gasolina. Un poquito, un poquito más, otro poquito más y ni una gasolinera. Al caer la última ralla del indicador de combustible paro en un área de descanso y miramos a través del GPS la gasolinera más cercana. Estaba fuera de nuestra ruta pero era mejor desviarse unos 10 kms que arriesgarnos a no encontrar ninguna cerca. El problema es que no era una autopista, sino una autovía donde las gasolineras estaban en las salidas, cerca de los pueblos.
Llegamos a la gasolinera y aquí es donde nos enfrentamos a nuestra primera máquina prepago en danés.
Nos salimos bastante bien y regresamos a la autovía no sin dar una pequeña vuelta ya que teníamos la entrada más cercana cortada.
Llegamos sin más retrasos al túnel y puente que unen Dinamarca y Suecia, el de Orensund. Empiezas con un túnel que entras en Dinamarca y sales en la isla de Peberholm y desde allí encaras el puente Orensund que en su mitad encuentras la señal de entrada a Suecia. El puente es impresionante y más si piensas el cacho mar que cruzas. Al cruzar al otro extremo lo primero que te encuentras es el peaje. Para las motos nos costó 21 € y una vez cruzado nos encontramos con lo que era la antigua aduana/frontera con sus cochecitos de policía. Este apunte es simplemente porque son los únicos que nos encontramos.
Como nota informativa, una vez pasado la frontera la moto de Arturo cumplió sus 100.000 kms.
Llegamos al hotel Dgenjis Kahn de Lund. Era un 4 estrellas, pero por lo visto, las estrellas suecas no son correspondientes a las estrellas nuestras. Nos registramos y nos dedicamos a lo que nos apasionó durante este viaje cuando tuvimos ocasión, estropear ascensores con la técnica del sobrepeso (4 rudos moteros con sus atuendos y 8 maletas). No se nos resistía ninguno.
Nos cambiamos, nos duchamos y salimos a cenar. Arturo se entretuvo hablando por teléfono mientras el resto salimos a investigar la zona. Al final encontramos un Kebbah-Pizzeria que era lo único que estaba abierto. Llamamos a Arturo para indicarle donde estábamos pero nos comentó que no tenía hambre y que después nos veíamos en el hotel.
Una vez en el hotel nos tomamos unos cubatillas con el ron traído de casa y una coca-cola comprada en el restaurante y aprovechamos para conectarnos a internet y empezar así nuestra “crónica en directo” en el foro.
Nos fuimos a dormir al cabo de unas horillas ya que al día siguiente teníamos la tirada kilométrica más larga del viaje, un total de 1006 km hasta Sudsvall.
Quedamos a las 8 para desayunar y nos preparamos para el gran trayecto. Empezamos por una carretera de 2 vías para cada sentido. Íbamos con una marcha algo más de lo legal pero sin pasarnos. No era necesario hacer saltar todos los radares de la carretera. A parte parábamos para tomar un café y descansar nuestras posaderas. Para comer, nos quedamos en un área de servicio donde había un MacDonals, que por cierto, en cada área había uno.
La carretera de 4 carriles se convirtió al rato en una carretera de 3 vías intercalando las direcciones (2-1 y 1-2). Lo que acojonaba más de esta carretera eran los guardarailes. Son del estilo cuerda de acero, o sea, como los cortahuevos duros esos que usas para hacer tiras.
Llegamos al hotel de Sundsvall sin ningún problema, nos registramos y fuimos a por el ascensor. Pensábamos que lo habíamos conseguido cuando se cerró la puerta y no subía, pero en esta ocasión lo que pasaba es que teníamos que poner la tarjeta para subir. Cuando entramos en la habitación vimos una caja de pizza encima la mesa. Lo primero que pensé que era una propaganda de una pizzería cercana, pero no era eso, simplemente no había pasado el servicio de limpieza por la habitación. Se lo comenté en recepción y nos dieron otra habitación con las consiguientes disculpas.
Nos duchamos y salimos a pasear por la ciudad y a buscar un restaurante para cenar. De la ciudad nos sorprendieron varias cosas. Una, lo tranquilo que estaban las calles. A lo mejor no estábamos en el centro pero es que no había nadie en la calle. La otra cosa que nos sorprendió fue la cantidad de coches clásicos que había. Chevrolets, Ford, Mustangs, … Y para terminar, había una colección de figuras de dragones repartidas por todas las calles y plazas de la ciudad con todo tipo de detalles.
Como anécdota, comentar la gracia que les hicimos a unas lugareñas, pero solo eran dos y solo eran legales si sumábamos sus edades. Yo les comenté a los compañeros que allí debíamos ser exóticos.
Después de las correspondientes risas nos fuimos a cenar a un restaurante chino. Más o menos como los de aquí pero en sueco. Rollito primavera, arroz, ternera, verduritas y de regreso al hotel para tomarnos la última copa. Antes de irnos, ya en la calle, nos avisó el chino que nos habíamos equivocado con la cuenta. Como son los chinos suecos, por 20 coronas suecas.
Aprovechamos la taberna irlandesa que había en el mismo hotel para tomarnos unas Guiness y un whyskito. Después de esto, a descansar que ya tocaba. Al la mañana siguiente, más de lo mismo, desayuno a las 8 y seguimos la ruta.
La carretera paso de las 3 vías, dos para cada sentido y uno alternativo todo esto envuelto por los ya comentados guardarailes cortahuevos a una carretera de dos vías, una para cada sentido. Lo bueno es que esa gente respetan escrupulosamente los límites de velocidad, por lo que facilitaba mucho los adelantamientos ya que nosotros no respetábamos tan escrupulosamente dichos límites. Paramos en un área de servicio muy bien preparada para comer. Por un error de cálculo atravesamos con las motos un puente peatonal, pero no pasó nada, simplemente nos miraron raros los lugareños.
El día era radiante, por lo que después del café seguimos el camino hacia Rovaniemi. Pasamos a Suomi Finland por Tornio con lo que aprovechamos para poner gasolina en la primera estación que encontramos y tomarnos un café. Me quedé muy sorprendido al ver un rincón dedicado a las máquinas recreativas, las cuales estaban todas llenas y gente haciendo cola para jugar. Si solo fuese en ese sitio, pues mira, a lo mejor había por allí alguna asociación de ludópata anónimos o algo parecido, pero no, estaban en todas las gasolineras y otros parajes, todas llenas y con gente haciendo cola.
Entramos en Rovaniemi. Es una ciudad muy curiosa porque está entre árboles, con lo que se ve una ciudad-jardín muy bonita. Llegamos al hotel que estaba situado a las afueras de la ciudad. Estaba en obras, ya que esta gente debe aprovechar esta época porque fuera de la temporada de verano, el invierno tiene que ser muy pelón, todo nevado, con pocas horas de sol y un frío de narices.
El hotel era el SantaSport, un resort lleno de instalaciones deportivas. Creo que las habitaciones que ocupamos deben ser los dormitorios de los equipos que juegan allí o de equipos visitantes.
Al estar a las afueras de la ciudad, tiramos, para cenar, de la despensa de Arturo. Unos macarrones con salchichas de frankfurt que los cocinamos en la habitación y paramos la mesa en la zona común del recinto donde estaban ubicadas las habitaciones. Pensábamos que estábamos solo cuando apareció una chiquita y se metió dentro de su habitación. Todos comentamos que podía haberse quedado a comer con nosotros pero no hay tanto nivel de inglés para mantener intensas conversaciones.
Pero todos cambiamos de parecer cuando salió de su habitación y nos comentó que si pensábamos estar mucho rato, que había otra zona social en otro sitio y que nos trasladásemos allí. Será estúpida la tía. Esto nos lo dijo cuando salía a fumar y le contestamos que tranquila que no estaríamos mucho rato.
Terminamos de cenar, nos tomamos unos cubatillas y comentamos entre nosotros que qué raro que aun no había vuelto la chica.
Lo guardamos todo y me salí con la cámara para hacer unas fotos con la luz diurna que había pasada las 12 de la noche. Salgo de la habitación, me dirijo a la calle cuando veo que entra la chica acompañada por la policía. jod*r, no era necesario llegar a ese nivel, pero resulto que se había dejado la tarjeta de la habitación dentro y tuvo que llamar a la policía para que le abriera la puerta, ya que en recepción no había ni dios.
Después de hablar brevemente con la chica y echar cuatro fotos me fui a la cama para descansar un rato. Poco, porque estos fineses siempre tienen la calefacción encendida y esa noche pasé mucho calor, hasta llegar el extremo de dejar la puerta de la habitación abierta para que hubiera corriente de aire con una trampilla (ya que la ventana no se abría), pero ni así de descansó.
Fui el primero en levantarse para ir a desayunar porque no aguantaba más en la cama. Fue el desayuno más flojo de todo el viaje. Cuando volvía de él, se dirigían hacia allí mis compañeros de viaje, con lo que aproveche para hacer el equipaje y cargarlo en la moto, que por cierto, aprovechando las obras, las dejamos delante de las habitaciones ya que el parking se encontraba lejos.
Cuando ya estábamos todos preparados para salir, nos dirigimos al centro de la ciudad para hacer un poco de turismo y realizar cuatro compras. Todas las buenas sensaciones que me dio al entrar la primera vez, se me esfumaron en esta ocasión. La ciudad en si no tiene ningún encanto en especial. Aparcamos en el parking del MacDonald y entramos en una tienda de souvenirs. Otra tienda con la calefacción a todo trapo y con unos artículos carísimos. Hicimos unas pocas compras y salimos huyendo de la ciudad. Primera parada, La casa de Papa Noel y el Círculo Polar Ártico.
Lo del centro del Papa Noel, la verdad es que estaba cerrado. Poco que trabaja el tío y los lunes hace fiesta, pero eso sí, la zona de tiendas de Papa Noel si que estaban abiertas, dile tonto al gordito vestido de rojo. Realizamos las compras de rigor en la zona de Papa Noel y nos hicimos las mismas fotos de rigor con la línea del Círculo Polar Ártico, el árbol con las distancias a distintas ciudades y con el photocall de Papa Noel y Rudolf.
Una vez esto, emprendimos la marcha hacia Ívalo, donde nos desviamos para acercarnos a la frontera rusa-finlandesa. Teníamos entendido que no se podía llegar hasta la frontera mismo, pero nosotros llegamos hasta la misma puerta de entrada. Es curioso, desde el Acuerdo de Schengen que no veíamos una frontera de este estilo, con policía, barreras, controles, …
Como no queríamos pasar ya que no era nuestro destino y no teníamos ni visado ni nada, nos hicimos cuatro fotos y volvimos sobre nuestros pasos para volver a Ívalo. Comimos en una pizzería y seguimos el viaje, que nos esperaba Noruega.
Salimos de Ívalo dirección a Inari, con la grata sorpresa de encontrarnos con una fantástica carretera que recorre uno de los miles de lagos que hay en Finlandia. Este era el Inarijärvi. Unas curvas grandes, rápidas, nobles y divertidas donde le dimos algo de estopa (lo que se puede cargado de maletas).
Un par de apuntes, desde que entramos en Suecia, pasado Upsala, no empezamos a encontrar las señales de “atención, Renos”, pero hasta pasado el Círculo Polar Ártico no nos los empezamos a encontrar. El primero hizo gracia, el segundo también, luego ya los pasabas como si fueran cualquier tipo de animalillos, eso sí, tenias que tener cuidado porque te podían cruzar por delante la moto en cualquier momento.
La otra curiosidad del viaje fue ir por una carretera de dos carriles y doble sentido y de golpe convertirse en una carretera de 8 carriles por cada sentido. No era más que una pista de aterrizaje de la zona. Simplemente espectacular.
Llegamos al cruce de la 4 (o E75) con la 92, donde encontramos el primer cartel al Cabo Norte. Nos hizo gran ilusión, ya solo quedaban 343 kms para nuestra meta más lejana.
Seguimos por la 92 con sus divertidos toboganes, lo único que no los podías disfrutar del todo por si te encontrabas un reno en uno de sus cambios de rasante.
En uno de esos cambios vi que mis compañeros paraban. Supuse que era para hacer unas fotos, por lo que aproveche para adelantarme un poco y sacarles unas fotos, pero al cabo de 10 minutos ya no sabía que hacer mas así que regresé a ver que había pasado.
Como siempre piensas que te puedes encontrar cualquier cosa cuando unos compañeros no te siguen pero me los encontré los tres parados y mirando el arcén.
-¿Qué hacéis?-
Arturo me dijo -Te ha caído algo de la moto y lo estamos buscando-
-¿A mí?-
-Si.-
Al final resultó que me había caído uno de los contrapesos del manillar y gracias a mis compañeros, y sobre todo a Arturo, lo encontramos.
Seguimos el camino con un sol radiante, pero había una banda de nubes amenazadoras. Como nuestro trayecto era atravesarlo, pues por si acaso, no paramos a ponernos el traje de agua. Suerte que lo hicimos porque solo fueron 10 km, pero muy húmedos.
A media tarde llegamos a Karasjok, donde teníamos reservado una cabaña en un lodge donde criaban y enseñaban a husky siberianos para el tiro de trineos.
Nos atendió una chiquita muy mona que nos enseñó la cabaña, los aseos y nos comentó que si queríamos podíamos irnos a bañar desnudos o como quisiéramos a un río que había a 15 minutos andado por el bosque. Le comenté que gracias pero que tenía que estar extremadamente fría, a lo que me contestó que era natural. A parte, a 15 minutos andando, donde se ha visto.
La cabaña era fantástica, todo de madera y el paraje era precioso, pero solo había un problema la cantidad infernal de mosquitos que había. Arturo nos comentó que él había traído un antimosquito de esos eléctricos, pero se equivocó de cargas. Suerte que a Enric se le ocurrió un sistema natural de usar las cargas. Eran tan grandes los mosquitos que ha Arturo le pareció ver a cuatro mosquitos llevándose a vuelo a un conejo, o eso, o demasiados cubatas por la noche, pero todo podía ser, a todos nos hizo mucha gracia.
Esperemos que nadie use ese cucharon.
Esa noche cenamos de la despensa de Arturo y una ensalada de cebolla tierna. A esta latitud la luz solar estaba muy presente durante toda la noche. En el libro de visitas del bungalow había un escrito de un grupo de estudiantes de aquí que habían estado durante el mes de febrero y escribían que estaban a una temperatura de -35º un día y a -40º al siguiente, pero que era un paraje precioso todo nevado y una experiencia inolvidable. Seguro que si, sí además le sumamos la posibilidad de ver las auroras boreales, un espectáculo de la naturaleza. Concretamente, en esos días se comentó la noticia en TV3 que había habido unas explosiones solares y que sería posible ver auroras boreales (en el hemisferio norte), pero el problema era la luz diurna que había durante la noche. Hubiera sido bonito verlo.
Por la mañana fuimos a desayunar al bungalow central. La verdad es que lo tenían todo muy bien montado esta gente. Aprovechamos para hacer cuatro fotos más y emprender la marcha hasta nuestro destino deseado.
Al cabo de un rato de circular, nos paramos hacer gasolina y a tomarnos un chocolate (y los más valientes un café). Hacia buen tiempo, con una temperatura agradable, por lo que nos tomamos el chocolate en la terraza. Parecía que no había ganas de llegar. Una sensación de que cuando llegáramos, el viaje empezaría el regreso, aunque aun faltaran tres cuartas partes del viaje, pero de ahí ya no podías seguir. Algo parecido nos pasó en el primer viaje cuando llegamos con Arturo a Fisterra.
Seguimos con el viaje. Durante la subida, ya cerca de llegar entras de pleno en la tundra ártica, o sea un sembrado de piedras y poca cosa más. A esas latitudes supongo que poca vegetación puede aguantar. Eso si, renos los que quieras.
Encarando los últimos kilómetros antes de llegar al túnel nos encontramos con una concentración motera de Harleys Davidson. Debería haber una cincuentena de motos. Demasiadas para hacer cola en el peaje del túnel, así que nos pusimos a adelantarlas en masa. Una vez superada la moto guía (el motero con el peto reflejante) nos encontramos con 3 grupos más iguales de grande. Bufff, pasar los casi 7 kilómetros con todas esas ametralladoras puede ser terrible, por lo que también las adelantamos. Una vez superadas, llegamos al túnel.
La verdad es que es espectacular ese túnel. Casi 7 kilómetros y a 212 metros bajo el nivel del mar. La bajada por un lado es del 10% y la subida por el otro del 8%. Una pasada, y cuando pasas no puedes no pensar en eso típico -¿y si se resquebraja?
Pasamos el túnel y llegamos al peaje. Pagamos los 70 nok’s y seguimos el viaje, eso si, tuvimos que adelantar como un centenar mas de Harleys que ya habían pasado el peaje. Resulta que había como una concentración, o europea o mundial de HD. Decidimos poner tierra entre medio ya que cuando llegaran todas ya no habría forma de ver la bola de Nordkapp.
Recorrimos los últimos kilómetros por la isla antes de llegar al Nordkapp. Allí ya se veía que nos íbamos a encontrar algo de niebla.
Y por fin llegamos, eso si, primero pasa por taquilla a pagar los 235 nok’s de rigor. Es una bonita sensación cuando ves el TomTom y te aparece esto.
Dejamos las motos y nos fuimos directos a ver la famosa y ya mil veces vista bola del Nordkapp. Allí estaba, entre nieblas, pero alli estaba. Simplemente indescriptible la sensación de haber llegado. Yo me acordé de mi familia a la cual llamé para poder compartir esa emoción, ya que 28 años antes hicimos el mismo recorrido con ellos. Eso si, el parking estaba igual.
Nos hicimos las fotos de rigor. Solos, en grupo, en grupo con la bandera del CAT hasta que el frío hizo mella en nosotros y nos fuimos a tomar un chocolatito caliente al bar.
Nos atendió un camarero que perdía mas aceite que el autobús de Locomía. A la pregunta de Arturo, -¿carne o pescado?- -Este es un anfibio.-
Realizamos las compras de rigor en la tienda y compramos el certificado como que habíamos llegado al Cabo Norte. Es una chorradilla, pero me hace ilusión tenerlo en casa colgado.
En ese momento llegaron todas las Harleys y la bola desapareció para el resto de visitantes. Era la señal de emprender el regreso, así que nos subimos a las motos, último vistazo hacia atrás y emprendimos el regreso de nuestro viaje.
Primera parada Honninsvag. Comida en una plaza ya que el tiempo allí era bueno. Eso sí, como en cada lugar nos encontrábamos los “pintas” del pueblo. Allí eran 3 tíos borrachos como cubas y una mujer igual de bebida y sobada por el supuesto novio. Pues no, el novio era el de delante. Porque iba peor que el sobón que sino fijo que le hubiera parado los pies.
Una vez terminada la comida (comprada en un supermercado cercano) nos fuimos a ver el ICE BAR. El bar de hielo regentados por unos españoles. La verdad es que lo tienen bien montado porque te cobran 125 nok’s (a nosotros 110 nok’s porque éramos moteros) y te meten en una habitación con unos cuantos cubitos de hielo grandes. No es criticable por que es curioso. Te dan un par de copas sin alcohol. A parte hay un iglú que huele a reno muerto y unas cuantas mesas de hielo. Curioso.
Una vez visto esto, ya no teníamos que hacer nada mas por allí, así que, previo pago del peaje del túnel, emprendimos la ruta hacia nuestro hotel. Pusimos la dirección del hotel en el TomTom, aunque no muy convencido pero era la dirección que le dieron a Arturo cuando lo contrato. Llegamos al medio del pueblo de skaidi y allí no había nada. Suerte que Xavi se dedicó unos días antes de salir a buscar las coordenadas de los hoteles y puntos turísticos que queríamos visitar. En ese momento se puso delante y tuvimos que retroceder unos 25 kms. Suerte que la carretera era de agradable conducción.
Llegamos al hotel y entramos, como cada día, Arturo y yo a coger las llaves. Era curioso, pero la chimenea estaba encendida y la verdad es que se agradecía.
Nos duchamos, nos pusimos ropa cómoda y decidimos cenar en el mismo hotel, ya que estábamos alejados del pueblo. Yo tenia ganas de comer un cacho carne, pero la chica, muy amablemente nos comentó que el entrecot se había terminado.
Vaya, pero nos recomendó una sopa, a la cual accedí porque el tiempo lo requería y de segundo me comentó que había un plato típico a base de reinderr o sea, reno. Ala, pues a probarlo. La verdad es que estaba muy bueno pero como el plato llevaba una salsa blanquecina a base de leche o crema de leche o nata, tampoco supe diferenciar el gusto. El café en su línea, aunque en la máquina ponía “expreso”. Era un café malo en taza pequeña.
Nos retiramos a las habitaciones para tomarnos el cubata de rigor, planear el día siguiente y conectarnos en masa al foro, Facebook y otros. Luego a dormir, que después de tantas emociones ya nos tocaba.
Salimos por la mañana sin desayunar, ya que en los albergues no teníamos estos servicios. Ya quedamos que antes de salir de Tromso repostaríamos y un poco más adelante pararíamos a desayunar.
Hacía un buen día por lo que íbamos con una conducción alegre y dicharachera (tampoco sin pasarse, claro) y en una entrada de área de descanso veo con el rabillo del ojo un tío sentado en una sillita de camping con un peto fluorescente que me pareció leer “polittie” con un aparato puesto sobre un trípode. Dios, un radar. Ya esperando que en cualquier momento nos pararan seguimos con la ruta, hasta que nos paramos en una gasolinera para desayunar (Frankfurt y un chocolate). Se lo comenté a los compañeros y todos tenían el mismo pensamiento que yo, que en breve pasado el tío del radar nos pararían, pero se ve que no, que sólo debe guardar la información y la foto y después, en la central, deben pasar parte. De esta nos libramos.
Seguimos con un buen ritmo y tiempo por la ruta marcada. Bueno, nos saltamos un trozo por despiste. Hasta que llegamos a un tramo de la ruta 86 en obras. La carretera transcurría por unos parajes preciosos (pena de los trozos sin asfalto). Antes de llegar, pasamos un una señal de zona turística y me pareció leer algo de la “Batalla de Narvik” de la segunda guerra mundial. En un cruce se lo comenté a los compañeros que como íbamos con tiempo que les parecía si parábamos un momento para hacer una pequeña visita, a lo que accedieron sin problemas.
Hay un pequeño monumento a los caídos en las tres batallas de Narvik al lado de un cañón. Para mas información podéis acudir a la Wikipedia que lo explica bastante bien y resumido.
Seguimos por la carretera 86 que lleva hasta el puerto de Torsken, una vez atravesado un pequeño puerto de montaña y una carretera costera. Al parar un momento para deleitarnos con la costa me fije que mis compañeros iban bastante sucios de barro. Entre la humedad, la pequeña llovizna propiciada por la niebla y las obras, quedaron guapos de verdad. Ni me di cuenta ya que iba primero.
Como teníamos tiempo, nos compramos algo de comer en el supermercado del pueblo, el cual tenía un pequeño cobertizo preparado para poder comer. Así que lo aprovechamos. Comimos y nos fuimos a un bar a ver si servían café expres. No. Pues nada, un chocolate como siempre.
Al cabo de un rato llegó el barco que nos llevaría a Andenes, capital de las islas Vesterålen. El ferry nos costo 225 nok’s y al ser un ferry que sale a mas abierto, si que te hacen atar las motos.
El trayecto duró 1 hora y 45 minutos, y como estos viajes son un poco paliza, me lo pasé durmiendo casi todo.
Llegamos a Andenes y nos dirigimos al hotel, que por cierto, hay muy pocos en estas islas y te los cobran a precio de oro. Fue el único nos costo mas de 150 € por habitación, y eso que el hotel tampoco era para tirar cohetes, pero era lo único que quedaba cuando Arturo se dedicó a contratar las pernoctaciones.
Nos duchamos y nos fuimos a pasear por la ciudad. Una ciudad chiquitita pero con unas casas muy bien arregladas. Pero para sorprendente, los pedazos de caravanas que tienen los noruegos. Unos bichos de 8 y 9 metros de largo con doble eje que para tirar de ellas han de tener un buen coche y un par de cojones como los del caballo de Espartero.
Entramos en otro hotel donde había un autocar de Asturias para tomarnos unas cervecitas y hacer tiempo para ir a cenar. Encontramos un pequeño restaurante que nos gustó, así que después de la cervecita nos dirigimos para allá, pero estaba lleno y no nos podían decir cuanto tiempo tendríamos que esperar, y como no hay cosa que me cabree más que hacer cola para cenar nos volvimos al mismo local donde nos habíamos tomado la cerveza.
La verdad es que se cenó muy bien. En el menú había un bistec de ballena con tropocientasmil salsas, ensalada y una patata hervida. A mi me hizo gracia probar la ballena, a la que al final Xavi y Enric se apuntaron a probarla. Si no lo haces aquí, donde probaras carne de ballena. Arturo se pidió un bacalao con patatas y salsa de tomate que de pinta era perfecta pero pareció que se hubieran dejado de poner el bacalao en el plato, porque era todo patata y cebolla.
Xavi se fue un poco antes ya que había quedado con su mujer para conectarse con el ordenador. Arturo, Enric y yo nos quedamos para deleitarnos un unos buenos postres y POR FIIIIIIIINNNNNNNNN, UN EXCELENTE CAFÉ EXPRESSO de aquellos que se podían cortar con cuchillo. Hasta dos lagrimones me saltaron a mi.
Volvimos al hotel y nos conectamos todos desde el hall del mismo que es donde había buena recepción del wifi. La copa no faltó, aunque aquí se nos terminó la última de las 3 botellas que nos llevamos de casa.
Quedamos para desayunar como cada día y nos retiramos a dormir, esperando a la mañana siguiente a empezar a disfrutar de las Vesterålen. La mañana se levantó gris, aunque por lo menos no llovía.
Ya desayunados y cargados empezamos a recorrer la primera de las islas. El paisaje tiene que ser precioso, pero con la niebla baja poco la pudimos disfrutar.
Seguimos por la carretera 82, cuando un poco apurados de gasolina tuvimos que dar alguna vuelta para encontrar alguna gasolinera ya que aquí escasean un poquillo más (no mucho, vamos).
Llegamos a media mañana a Solrland, que era el pueblo donde nos hospedábamos con lo que decidimos dejar los bártulos en el albergue e ir a disfrutar de las otras islas sin ellas.
Seguimos la ruta ya con mejor tiempo. Los paisaje mejoraban por momentos y las carreteras eran una delicia para conducir. Llegamos a Stokmarknes donde nos quedamos a comer en un típico restaurante noruego, una pizzería-kebbah.
Después del suculento almuerzo, nos decidimos visitar el museo del Hurtigruten. El Hurtigruten es un barco que en sus principios (allá por el julio de 1893) se creó para realizar una ruta por las ciudades portuarias como barco-correo, siguiendo con la opción de transporte de pasajeros y a día de hoy, como crucero por la costa noruega.
El museo nos costó 90 nok’s, o sea, un robo para la mi*rda de museo que es. No había ni dios ni en el museo ni en la visita al barco. Salimos muy decepcionados y algo cabreados por el “robo”, pero es lo que había.
Y aqui Arturo llevando los mandos del foro VStromClub
Seguimos con lo que nos gustaba, la ruta por las islas. Cada vez más bonitas, con más curvas y con buen tiempo. Los paisajes eran de este calibre. Dimos la vuelta a la isla hasta llegar de nuevo al Museo Hurtigruten y de allí de regreso al hostal.
Para cenar y aprovechando que teníamos cocina, fuimos a comprar cuatro cosas para la noche. Cuatro ya que ha esas horas aun estábamos comiendo el kebbah de las narices. También queríamos comprar algo de alcohol para tomarnos el cubatilla de rigor de después de la cena, pero es más fácil comprar tabaco que una botellita de ron. Para eso teníamos que ir a una tienda especializada que solo abren por la mañana y como era viernes pues ya difícilmente lo podríamos comprar hasta el lunes. Probaríamos mañana a ver que tal.
Preparamos una ensalada y le dimos caña a unos nuggets que habían quedado del mediodía y nos los habíamos llegado. El resto cenó fruta. Después del café y de limpiar los platos, yo opté para tomarme la copita en el bar del hotel. Explico, donde nos hospedamos era un hotel y un albergue u hostal. Los precios eran totalmente diferentes como es obvio. Nosotros optamos por el económico (teníamos que ahorrar que estamos en crisis).
Al final de apuntaron todos a la copita y a conectarse a internet ya que allí había mejor cobertura.
También es donde vimos los primero “megamosquitos” que según Enric no nos teníamos que preocupar ya que estos tan grandes son herbívoros. Vale, pero mejor no cruzarse con ellos no sea que pilles al caníbal del grupo y te devore.
Nos retiramos a dormir que al día siguiente teníamos las Lofotens puras y duras.
La mañana se levantó nublada y semi-lluviosa. El paisaje era como la de sus islas hermanas que habíamos recorrido el día anterior.
Los kilómetros iban pasando con tranquilidad vislumbrando bonitos parajes y pareciendo que quisiera salir el sol. La primera parada fue para intentar visitar la Catedral de las Lofoten en Kavelvag. Bonita construcción de madera. Cuando fuimos a entrar para contemplar dicho templo nos encontramos con la desagradable situación que se tenía que pagar 30 coronas para visitarlo. No son por los casi 4 € sino porque me repatea los co*ones tener que pagar para entrar en la casa del Señor. Mira, si quiere algo que venga él a verme que yo no le cobraré para entrar.
Mis compañeros pensaron lo mismo, así que seguimos la ruta para visitar el Museo Vikingo. Pero primero nos desviamos un poquito para conocer la población conocida como la Venecia de las Lofotens, Henningvaer. El sitio es bonito, pero de aquí a llamarle la Venecia de … es muy osado. A la ciudad se le llega a través de un par de puentes ya que esta encarada a cuatro piedras que componen unos islotes. Turístico a matar, hasta el punto que una de las tiendas de suvenires debía ser de unos mallorquines.
Aprovechando la salida, nos paramos a ver un secadero de bacalao que estaba lleno. No debía ser época porque todos lo que pasamos estaban vacios, así que por uno que estaba lleno, pues nada, un par de fotos.
Seguimos el camino hacia nuestra próxima destinación. El día iba mejorando a medida que descendíamos por la isla. La verdad es que era bonita con ganas. Y llegamos al Museo Vikingo de las Lofotens. Todos teníamos ganas de verlo, pero cuando nos enteramos de cómo era el museo pues como que no nos apeteció, ya que no solo era la casa reconstruida del jefe vikingo sino que descendiendo por la montaña tenias que llegar hasta la costa donde podías visitar un drakar vikingo, luego ascendiendo otra vez, una forja vikinga para acabar en la casa del jefe degustando la hidromiel.
Esto último si que nos molaba, pero tener que patear unos cuando centenares de metros con los cascos, las botas, los trajes de cordura, pues como que no. Así que cuatro fotos y unas compras en las tiendas y nos decidimos salir para ir a buscar algún lugar para comer.
A partir de aquí el tiempo había mejorado del todo. Quedaban unas nubes fotogénicas para embellecer las tomas. Seguimos circulando disfrutando cada rinconcito de las Lofotens, y buscando algún lugar para comer, claro.
La carretera se iba por lugares cada vez más agrestes. Durante el transcurso de la misma llegas al pueblo de Ramberg, donde se encuentran las únicas playas de arena blanca de Noruega. La verdad es que sorprende verlas, porque lo que te encuentras normalmente son rocas y más rocas que imposibilitan la formación de playas como las tenemos aquí concebidas. Pero eso sí, tiene que estar el agua fría de co*ones.
Seguimos nuestro camino hacia A. A esta altura, entre que uno se paraba hacer fotos, otros que seguíamos, luego que otro nos adelantaba, al final acabamos conduciendo cada uno por su lado. Tampoco había grandes problemas porque solo había esa carretera que se terminaba donde teníamos reservado el albergue y la única parda que teníamos estipulada era en Reine que según el patronato de turismo noruego, es la ciudad más fotografiada de Noruega. A ver, eso pues no lo se y como que lo pongo en duda, pero bueno, si ellos quieren creérselo, pues nada, no seremos nosotros quienes les rompamos la ilusión.
La verdad es que el pueblo es precioso y está en un paraje sin igual, pero ya está y el principal motivo para dudarlo es que se ha de llegar hasta allí.
Pero nada, las fotos de rigor y ya casi las 4 y a escasos 10 kms de nuestro albergue, pues decidimos comprar algo para cocinar y así nos ahorramos un dinerillo.
Como estaba ya enchufado, pues nada, unos macarrones, tomate, carne picada de no sé qué y queso rayado, junto a unas cebollas que compramos el día anterior, y me comprometía hacer mis famosos macarrones.
Llegamos a A. Un minipueblo donde se acaba la carretera y la mitad de éste es de alquiler. Nos registramos en el hostal y nos metieron en una habitación encima del museo del bacalao seco. A ver como lo vamos a llevar.
Después de comer y de remolonear un poquillo nos decidimos ir a hacer una visita al pueblo porque tenía pinta de tener rinconcillos muy bonitos. Y la verdad que, a mi, no me defraudó nada.
Fotos y mas fotos hasta que nos sentamos en el bar del hotel a tomarnos una copilla, viendo los centenares de gaviotas que había y observando cómo descargaban y limpiaban el pescado recién sacado del mar.
El anochecer que teníamos desde la ventana es que era genial. Y esperando a que Enric volviera de comprar tabaco (ya que se había llevado la llave) pues sacamos la cabeza por el secadero que teníamos delante del hostal. Dios, la cantidad de bacalao seco que tenían en ese secadero y al lado, una especie de hórreo con las cabezas de los bacalaos. Supongo que lo usan para cebo porque sino, eso es una guarrada.
Por la noche cenamos algo de arroz y poca cosa más, ya que es lo que tiene cenar a las 5 de la tarde, que supongo que los de albergue no sabían si comíamos o cenábamos. Pero la ventaja de tener cocina es que podía cenar a la hora que querías que no te decían nada.
Después de cenar nos salimos con los ordenadores al lado de la recepción del hostal que era donde llegaba un wifi correcto. La noche (o seminoche) era fría, seguramente si no la más fría, si la segunda.
Ya cansados de tanto internet y leches nos volvimos a la habitación, ya que eran las 12 menos algo de la noche. Desde la ventana vi que el bar del hotel aun estaba abierto y como no habíamos podido comprar alcohol, pues propuse ir a tomar la última al bar. Enric y Xavi declinaron la invitación, así que nos fuimos Arturo y yo a tomarla.
A mi me desconcertaron mucho estos vikingos. Entramos en el bar. Había gente tomando sus copas, cervezas, etc. No gran multitud pero si gente. Le pedimos dos ron con hielo. Eso que el camarero coge los vasos, los llena de hielo, pilla la botella y cuando ya la tenía destapada para servirnos, mira el reloj y nos dice que lo siente pero que no puede servirnos. Nos quedamos un poco perplejos y le preguntamos la razón. Simplemente porque habían pasado 4 minutos de las 12 y que a esa hora no nos podía servir alcohol.
A mi me dejó tan alucinado que ni le intentamos presionar para que nos la pusiera. Le deseamos buenas noches y nos fuimos con una cara de gilipollas que era mejor que no nos viera nadie. Cuando llegamos a la habitación, nuestros compañeros se quedaron muy parados de la velocidad con la que nos habíamos tomado la copa. Aun están riendo desde que le contamos lo sucedido.
Pues nada, a dormir que mañana toca 4 horas de barco hacia Bodo.
Por la mañana desayunamos un poquillo y nos dirigimos al embarcadero que nos llevaría de nuevo al continente.
Embarcamos sin problemas y nos tiramos como 4 horas en barco, por lo que llegamos a tierra cerca de las 2 de la tarde, por lo que comimos en el barco. Bajado del mismo, seguimos nuestra ruta hacia Korgen que era donde teníamos reservado el hotel (esta vez, camping).
Al poco de salir, hicimos una parada en el Saltstraumen. Este es un puente de 770 metros de longitud que en su inferior se encuentran las corrientes más fuertes del mundo cuando hay un cambio de marea entre el mar y el fiordo.
Aquí si que te la juegas un poco, ya que si tienes suerte y cuando llegas estas en medio de un cambio de marea, pues fantástico, sino, pues te jodes y sigues la ruta. Nosotros tuvimos la suerte de encontrar el cambio de marea. La verdad es que es alucinante la fuerza con la que pasa el agua. Hicimos muchas fotos, pero eso se tiene que ver en vivo o como mucho en video.
Después de la alegría de haberlo visto, seguimos la ruta. Teníamos un buen trecho. La carretera ascendía de forma divertida hacia unos altiplanos bastante áridos. Disfrutamos como enanos durante esta travesía hasta que llegamos al Circulo Polar Ártico noruego. No es igual que el finlandés, pero ya que pasábamos por delante, pues nos paramos. Hay un pequeño monumento al circulo y un montón de montículos de piedras, que según la leyenda son trolls que les ha cogido el amanecer fuera de sus casas. O sea, como simples vampiros de los de antes (porque los de ahora cuando les toca el sol brillan como un gusiluz, como los de Crepúsculo).
Seguimos el camino con el buen tiempo que llevábamos desde el principio, aunque a esa altura el fresco se notaba. Bajando queríamos pasar por el Artic Circle Raceway que es el circuito más al norte de Europa. Al final lo descartamos por tiempo y que cuando pasamos por el lado nos pillo a todos un poco desperdigados entre adelantamientos y obras.
Llegamos a Korgen y antes de entrar al camping paramos a una gasolinera para comprar cuatro cosas para comer. Menestra de verdura para los compis y una bolsa de patatas congeladas con carne y cebolla para mi. Intentamos comprar una botellita de ron, pero solo encontramos como un jarabe de whisky que no valía una mi*rda (de gusto, claro).
Llegamos a la recepción del camping donde nos atendió una guapa chiquita noruega. Nos dijo que la llave estaba en la puesta del bungalow y que nos tocaba la 13. Suerte que nadie es supersticioso.
Nos llevamos una grata sorpresa con el bungalow. Grande, limpio, espacioso y con un recibidor que nos iría de coña para dejar las botas, que a esta altura del viaje ya eran peligrosas. Después de ponernos cómodos per antes de ducharnos, le comenté a Enric a ver si sería tan amable de ayudarme a tensar la cadena ya que saltaba bastante. Lo que se consigue con amabilidad es la leche.
Cenamos, charlamos y nos conectamos a internet. Entre toda la charla llegamos a la conclusión que el día, a pesar de haber estado cuatro horas en barco, lo habíamos disfrutado en grande, entre la carretera, el buen tiempo y las visitas turísticas.
Nos levantamos con el día bastante nublado y con una ligera llovizna. Todos nos hicimos a la idea que hoy nos mojaríamos. Al poco de salir del camping nos encontramos con la entrada de un túnel. Me pareció leerlo, pero me pareció muy exagerado, pero no, era tal como lo habíamos leído, 8’6 kms de túnel.
La verdad es que impresiona un túnel, bastante mal iluminado, tan largo, pero para sorpresa nuestra fue que cuando salimos de él lucia un sol de aupa.
Seguimos por una carretera como las que habíamos ido hasta ahora, divertida, ancha, curvada y con un firme entre bueno y muy bueno esta vez.
Nos paramos a desayunar y seguimos la ruta hacia nuestra primera visita del día, que eran unas cascadas, las de Laksforsen. Es una de las cascadas más caudalosas de Noruega.
En este rio es famoso en la zona por la pesca del salmón. Es conocido por todos la remonta de los ríos por parte de estos peces para su desovación. Esta cascada es un buen punto de llegada para los salmones, ya que remontarlo tiene cojones. Aquí vimos unos cuantos salmones saltando.
Seguimos por estas carreteras fantásticas hasta llegar a Trondheim, tercera ciudad en importancia de Noruega. Llegamos con la retenciones típicas de una gran ciudad (grande para ellos, claro) por lo que ya notamos cierto agobio. La verdad es que Trondheim es una ciudad bonita, chiquitita pero en ella se encuentra la casa real de madera más grande de Noruega y la Catedral, donde se coronan todos los reyes noruegos. A mi me recordó un poco la de Chartres.
Pero primero de todo nos detuvimos a ver las famosas casa de colores del rio. Atracción turística de la ciudad antigua. Curioso porque no las han podido arrimar más a la vera del rio.
Como ya estábamos en una ciudad más grande, lo que habíamos hecho hasta ahora de dejarlo todo en la moto e irnos a visitar lo que fuera, no nos convenció, así que nos partimos en dos grupos y mientras uno descansaba en las motos y vigilaba las pertenencias, el otro grupo iba a echar cuatro fotos y luego al revés.
En la Casa Real y la Catedral, estacionamos las motos en delante la primera y nos fuimos todo paseando hasta la Catedral. No estaba lejos, pero con los trajes de romanos, pues como se hizo largo.
A parte, aquí ya te avisan que vayas más atento con los cacos. Así que cuatro fotos, una vuelta por los jardines y nos volvimos a las motos. Les comentamos a los compañeros que no se pegaran la caminata hasta la Catedral, así que nos subimos a las motos e intentamos llegar a la calle de delante.
Después de la visita de Xavi y Enric, seguimos la ruta hacia nuestro destino que era Halsa. La carretera discurría entre lagos y fiordos, hasta que durante una carretera divertida y curveada me pasa como una exhalación Xavi comentándome que nos habíamos pasado el camping. Pocos minutos antes habíamos pasado por un conjunto de puentes e islas que en una había un camping, y fue justo cuando pensé que qué chulo seria tener la reserva en ese camping. Bingo, allí nos hospedamos. Por cierto, suerte de las coordenadas del Xavi que si no aun lo estamos buscando.
Llegamos a la recepción del camping y le entregamos la reserva. Nos lleva a una cabaña anexa a recepción, pero que era una pasada. Dos plantas, comedor, comida, recibidor, zona para dejar las maletas (bueno, era un segundo comedor). Y en la planta de arriba, una habitación individual, una con tres camas, una de ella de matrimonio y un baño completo.
La individual sin nada de comentar, pero la otra, parecía la casa de los 3 ositos o algo parecido.
Yo la verdad es que me descojone. Pero nada parecido que como cuando vimos el baño. Un barreño (moderno, eso si) como los del oeste. Coño, íbamos a parecer Jasse James.
Sin tiempo de cambiarnos la ropa, decidimos ir a comprar algo para cenar, ya que se nos hacia tarde. Le preguntamos a la chiquita de recepción que donde podemos comprar comida y nos lo indica en un mapa. Perfecto, a 5 minutos de allí. Antes de irnos, a Xavi y a mi, la chica nos comenta que se llama Engan, pues anda, yo Jordi, mucho gusto.
Nos miro con cara rara, pero supuse que el nombre de Jordi como que le sonó raro. Circulábamos por una carreterilla hasta que llegamos al supermercado, pero era de los que cerraban a las 6 de la tarde, así que todo el gozo en un pozo.
Por cierto, el pueblo donde estaba el supermercado era el de Engan.
Decidimos ir dirección Halsa ya que según el GPS habían varios pueblo por el camino. Pero jod*r, son los típicos pueblos noruegos de 2 casa sin nada más.
Al final solo encontramos un lugar de comida rápida en el embarcadero donde a la mañana siguiente teníamos que coger nuestro ferry. Hala, pues nada, Frankfurt, nugguets, una especie de carne empanada y un montón de patatas frias, y de regreso al camping. Al final, entre ida, vuelta y visita fugaz a Engan nos tiramos más de 50 kms. Eso si, mis compañeros sacaron punta a los neumáticos.
A si, me olvidaba, en uno de las ciudades grandes por las que pasamos, nos metimos farrucos que teníamos que comprar alguna botellita de ron. Así que preguntamos a unos lugareños y nos comentaron que en el Zentrum. Que coñ* será eso del zentrum? Si ya estábamos en el centro de la ciudad. Al final resulta que solo puedes comprar alcohol en tiendas especializadas y nuestra tienda estaba en un Centro Comercial (llamado Zentrum). Por fin conseguimos dos botellas de ron buenecillo, eso sí, a cambio de unas 670 nok’s. Como ya era hora de comer, nos quedamos en el mismo centro comercial. Como anécdota, simplemente comentar que para beber pedimos agua, y nos enseñan una jarra con hielo y agua. Perfecto, eso que me la llevo a la mesa. En la mesa contigua había un viejecito con taka-taka, que el pobre hombre se levantaba para servirse un vaso de agua y dejar la jarra allí. Qué vergüenza cuando lo vi. Después de comer, la devolvimos.
Después de cenar y de hacernos el café de rigor, tocó el cubatita con el ron. Bueno estaba. Pero esta vez lo acompañamos con una partida a póker con unas cartas que compró Enric en una gasolinera.
Como que somos muy catalanes, nos jugamos unas pastillas de jabón que encontramos bajo la pica del agua. Las partidas fueron reñidas y para pasar el rato, pues nos sirvió. Eso si, la lucha que tenia Arturo con las moscas (esta vez no eran mosquitos) fue peos que la de Narvik, fijo.
Nos retiramos a nuestros aposentos a soñar con … bueno, cada uno que soñara con lo que quisiera.
Nos despertamos con un día algo chungo, bastante nublado, pero hoy tenía que ser un gran día ya que íbamos a pasar el puerto de montaña conocido como “la Escalera de los Trolls” o como se conoce allí por Trollstigen. A parte, tomaríamos un cacho de la carretera del Atlántico, una carretera que une unos islotes bordeando la costa atlántica de Noruega y rematando el día circulando por carreteras llenas de curvas y con un asfalto correcto.
Empezamos la ruta volviendo sobre nuestros pasos de ayer cuando fuimos a comprar la cena, por lo que la carretera ya la teníamos algo estudiada y aprovecharon los compañeros para desatascar la carbonilla que se instala en el tubo de escape. La idea era desayunar en el chiringuito donde compramos la cena, pero cuando llegamos al embarcadero tuvimos la suerte de poder subir al barco ya que se iba en ese momento.
Nada, ya desayunaremos un poco más adelante. Durante el trayecto empezó a lloviznar pero cuando llegamos al otro embarcadero ya no era una llovizna, sino lluvia de verdad. Decidimos para en el bar del puerto a ver si paraba un poco, pero después de comernos el bocata vimos que la cosa no mejoraba, así que traje de agua y para adelante. No todos los días íbamos a tener suerte.
Seguimos la ruta y al poco rato nos encontramos con el primer túnel de peaje. Fueron 55 nok’s, pero es que cruza un buen tramo de mar para llegar a la isla donde se encuentra la ciudad grande de la zona Kristiansund y pasado la ciudad nos encontramos la otra garita de peaje, en este caso 40 nok’s para un cacho importante de túnel.
Cerca de lo que es la parte más conocida de la carrera del Atlántico note que la cadena me saltaba mucho y que cuando arrancaba de 0 me saltaba algún piñon, por lo que se lo comenté a Enric y decidimos retensarla de nuevo, a ver como aguantaba. También barajamos la opción de volver un poquillo para atrás a Kristiansund para buscar un taller para cambiar la cadena, pero como vimos que más o menos la cadena podía aguantar y pensando el precio que nos podrían cobrar por tierras nórdicas, pues decidimos seguir. Quedamos con los compañeros que si la cadena no aguantara el viaje, pues sin problemas llamaríamos al RACC y que ellos siguieran el viaje.
Aprovechamos el momento para sacarnos los bártulos del agua porque ya había salido el solete. Nada, simplemente para limpiar las motos.
Paramos en Andalsnes para comer antes de encarar la subida. Como no, una pizzería llevada por unos árabes, turcos, sirios o de por allí. El camarero que nos toco es que no sabia ni hablar ni su idioma y menos el inglés. Al final conseguimos pedir unas pizzas.
Seguimos por unas carreteras curveadas muy divertidas hasta que nos presentamos en pleno Paso de los Trolls. Te adentras en un valle rodeado de altas montañas y al final de este, te encuentras una pared en vertical por la que se recorta la carretera serpenteante salpicada de cochecillos y autocaravanas. La verdad es que impresiona esa carretera.
Como cada uno se paraba en sitios diferentes para hacer las fotografías de rigor, sin decirnos nada decidimos que nos encontraríamos arriba una vez disfrutado la subida.
Llegamos a la cima y nos paramos para realizar las fotos de rigor y echarle un ojo a las tiendas de regalos que se encuentran en la cima.
La verdad es que la imagen desde arriba impresiona tanto o más que desde abajo.
Después de disfrutar de las vistas seguimos por la carretera que sigue al Paso de los Trolls. Esta carretera poco tiene que envidiar a su famosa predecesora, pero lo jod*d* que nos pillo una lluvia de narices y la pudimos disfrutar más bien poquillo. Unos lagos, unas nieves perpetuas y poca vegetación, pero una carretera fantástica.
La lluvia llegó a un nivel rozando la impertinencia y como no paramos a ponernos los trajes de agua pues quedamos bastante pollitos. En escasos 35 kms que teníamos hasta llegar a nuestro destino pasamos de mojarnos e ir chorreando a llegar casi totalmente secos cuando cesó la lluvia y apareció el sol. Este país es alucinante en este tema.
Llegamos la B&B de Strym. El lugar era idílico, rodeado de verdes y altas montañas a la vera de uno de los embarcaderos del gran fiordo Geiranger. Nos pasamos la media tarde que teníamos descansando en la habitación y dando un pequeño paseo por el pueblo para fotografiarlo.
Por la noche cenamos en el mismo B&B. Por fin pude probar un verdadero plato de salmón noruego. Estaba rico-rico y con fundamento.
(este era el salmon de antes)
Durante la cena, detrás nuestro había dos “rudos” moteros de verdad, de aquellos de Harley Davidson, llenos de tatuaje, chaqueta tejana y casco estilo medio-huevo, que durante el tiempo que nosotros cenamos y nos tomamos una cervecita, ellos se habían tomado 6 cada uno e iban a por los whiskys o lo que fuera. Los cuatro comentamos que nosotros no llegaríamos así por muchos viajes y kilómetros que hiciéramos pero con todo lo que llevaban encima, aun fueron capaces de sacar un mapa de papel de Noruega entera y mirar rutas. Yo dudo que se acordaran algo al día siguiente, pero bueno, rudos lo eran.
Por la noche, como era habitual, pues ronda de cubatas en la habitación mientras nos conectábamos a internet para informar a la familia y al foro de nuestras andanzas.
Nos levantamos a la hora de siempre para desayunar tranquilamente y emprender la marcha. Hoy teníamos un tramo corto que no llegaba a los 100 kms, ya que queríamos pasar el día visitando Geiranger y dar una vuelta con el barco turístico del fiordo.
El día se levantó nublado, pero por lo menos no llovía. Cuando salimos del B&B, Arturo tuvo un susto con una furgoneta que subía por la calle echando hostias y solo miró hacia una de las direcciones. La cosa no fue a más, pero el susto nos lo llevamos todos (él más, claro).
Seguimos dirección al embarcadero para cruzar el fiordo. Era un trayecto corto que nos costo 42 nok’s.
Seguimos por la carretera hasta llegar a la conocida “Carretera de las Águilas”. Es parecida a la de los Trolls pero desciendes una de las paredes del fiordo de Geiranger hasta la ciudad del mismo nombre. Allí te das cuenta quien sabe conducir y quien no, porque había cada autocarabana con un pestazo a embrague quemado que daba miedo.
Durante el descenso me separé del grupo ya que no les interesaba hacer fotos, pero a mi si, así que como teníamos que repostar, calculé que estarían en la primera gasolinera que encontrásemos.
Llegue a la gasolinera y no vi a nadie. Así que reposté y seguí por la carretera, pero era raro que hubieran seguido porque la intención era dar un paseo en barco por el fiordo. Así que me di la vuelta y al final los encontré en el parking del embarcadero. Fallo mío de no mirar antes allí y de ellos de ponerse en el sitio más escondido.
Nos hicimos la foto de rigor con el Troll de Geiranger y como no, unas compras en la tienda de recuerdos. Buscamos a ver donde se cogía el barco y después de hablar con todos los del puerto (ya que nos mandaban a un ferry, luego que había uno turístico pero no funcionaba, luego que alquilásemos una pequeña embarcación que nos harían el recorrido que quisiéramos) nos dirigimos hacia la zona de embarcaciones recreativas cuando vimos la Oficina de Turismo, en la cual se vendían los billetes para el barco turístico (el que no funcionaba, vaya). Así que compramos los billetes, el cual era para dentro de 10 minutos. Así que esperamos por allí hasta que llegó.
La ruta duró 1 hora y ¾, con la que vimos las 7 hermanas, el Pretendiente, y toda la familia que estaba por allí. Aunque en esta época, la cantidad de agua que caía era más bien escasa y no lucían en todo su esplendor. A parte, el día tampoco acompañaba mucho ya que estaba nublado. Como curiosidad, comentar que dentro del fiordo habían o delfines o focas o algún animal acuático de envergadura.
Llegamos a puerto y seguimos la marcha. Les comenté a los compañeros que pusieran gasolina que yo había puesto. En la próxima ya pondrían. Sin problemas, estábamos a escasos 65 km pero eso si, lleno de subidas y bajadas y curvas y más curvas y más curvas y paisaje. Mucho paisaje. Y vistas, muchas vistas. La verdad es que el mirador del Geiranger desde este lado para mi, mucho más bonito que desde la “Carretera de las Águilas”.
Seguimos por la carretera, la cual pasaba entre una tundra muy árida pero llena de curvas. Al final entendí que fueron un poco largos para mis compañeros los 60 kms que faltaban para la gasolinera.
Seguimos el descenso y se les vio un destello de tranquilidad cuando vieron la gasolinera al final de la bajada, pero como no, la Ley de Murphy, estaba estropeada. Nada, seguiremos y si se quedan tirados, pues teniendo uno gasolina tiras y les traes un bidón y arreglado. A Arturo le debo un favor de estos.
Al final, apurando el depósito llegamos a Stryn. Si en la V caben 22 litros, ellos pusieron 23. Ya relajados, aprovechamos que estábamos en el pueblo para comprar algo para comer a que en el bungalow había cocina. En el supermercado había una mujer que se nos quedó mirando. Era ella con su marido y dos niños. En la caja, que estábamos a su lado nos suelta un “hola” en catalán acento de Vic que nos dejó a todos sorprendido. Era una catalana que estaba casada con un noruego y que pasaban las vacaciones con la familia del marido. Estubimos hablando un buen rato. Una grata sorpresa encontrarte gente de tu tierra por esas latitudes.
Regresamos sobre nuestros pasos para ir al camping. La verdad es que era un camping de 4 estrellas muy, muy bonito y con unas vistas al lago espectaculares.
A esta hora, el día ya se había levantado y lucía el sol en un cielo azul salpicado de nueves tipo algodón. O sea, fotogénicas a más no poder.
Después de comer y hacer un poco el perro, decidimos ir a visitar el otro brazo de fiordo del Geiranger, el pueblo de Hellesylt. Xavi, en su viaje de novios hicieron un crucero por los fiordos noruegos y nos comentó que tanto la ciudad como la carretera eran muy bonitas (más la carretera que la ciudad) y que nos enseñaría de donde venia el dicho “pasar una chica por la piedra”. Hemos de reconocer que a todos nos llamó la atención.
Hicimos la carretera de Stryn hasta Hellesylt a una buena velocidad. Llamémosla alegre, hasta llegar a la ciudad. En sí, la ciudad no tenia gran cosa pero lo más bonito era el rio que atravesaba la ciudad acabando en una cascada. Nos tomamos unos cafés y emprendimos el camino de regreso.
A medio camino paramos a ver lo de la piedra. Según cuentan, por ese agujero tenían que pasar las chicas antes del matrimonio para así demostrar que llegaban vírgenes a éste. La verdad es que tenían que ser muy menuditas porque el agujero era chiquitito. Mi cabeza entraba justa.
Regresamos al camping. Duchita, cena y copita, como cada noche. Eso si, nos tragamos una película de Pierce Brosnan y Salma Hayek en versión original subtitulada en noruego, que su título (en original era After the sunset y traducido a la versión española como “El gran golpe”). No nos enteramos mucho de que iba, pero entre cubata y comentarios la terminamos de ver.
Luego a dormir. Por cierto, a estas alturas del viaje, las botas moteras dejaron de ser botas para convertirse en armas de destrucción masivas.
Nos levantamos a la hora de siempre. Los planning para hoy eran llegar tempranito a Bergen para poder visitar la ciudad. Desayunamos en el bungalow lo que habíamos comprado el día anterior y emprendimos la ruta.
El día empezó con nubes bajas, casi niebla, pero incluso antes de salir ya se estaba levantando el buen tiempo. Otro día con sol y una temperatura agradable. Empezamos circulando por carreteras que bordeaban los fiordos que eran una delicia. Aquí mis compañeros de viaje se animaros a darle un poco de estopa, pero a cierta velocidad pues como que no se puede disfrutar del paisaje, las vistas ni nada de lo que te rodea, por lo que deje pasar a Enric y como todos sabíamos a dónde íbamos, pues ya nos veríamos o en un punto u en otro. La verdad es que el paisaje deba para un reportaje fotográfico entero.
La primera parada fue en una cascada. La verdad es que Noruega está repleto de estos lugares tan pintorescos.
Y proseguimos la marcha, bueno, prosiguieron la marcha, yo a mi ritmo. Llegamos al embarcadero y aquí reconozco que por mi culpa (y del paisaje noruego, claro) perdimos el ferry por escasos 1 minuto. Nos tuvimos que esperar la friolera de 10 minutos que tardó en llegar el otro ferry, que nos costó 60 nok’s.
A medio día entrabamos en Bergen, eso sí, pasando por unos peajes muy curioso, ya que eran tipo “teletac” pero como nosotros no llevábamos nada, pues adelante las hachas, ya vendrán a cobrar cuando quieran.
Llegamos al hostal/albergue. La verdad es que fue el más cutre de todo el viaje, pero es que estábamos en pleno centro de Bergen, al lado mismo del Mercado de Pescado. Así que aprovechando que mis compañeros se estaban duchando, bajé a buscar algo para comer en dicho mercado. Es curioso lo de estas paradas de pescado. Puedes comprar de todo e incluso en alguno te lo cocinan. A parte, comentar la cantidad de españoles que vienen aquí para practicar inglés y cogen estos trabajos para mantenerse. Por la noche ya entendimos el porqué de escoger Bergen para “practicar” inglés.
Comimos en una terraza que había en el mismo albergue. Las vistas eran bonitas y a parte disfrutamos de otro día soleado.
Después de comer, pues hacer de turista puro y duro. Cámara de fotos, zapatillas y pantalón corto. La verdad es que es una ciudad muy bonita que ha conservado su zona histórica, extendiéndose hacia los exteriores. Tampoco hay edificios altos.
Lo primero que visitamos fue el Mercado del Pescado ya que lo teníamos allí mismo y mis compañeros no lo habían visto. Paraditas con un marisco muy apetecible y con el ya famoso bacalao seco junto a unas latas de caviar (supongo que muy iraní no era).
Como estábamos muy cerca, nos fuimos a visitar el famoso barrio histórico de Bryggen con sus características casas frente al puerto. Bryggen fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979. Es curioso perderse por sus calles enclavadas en el siglo XV o XVI. Era una pena estar en pleno mes de Agosto ya que la cantidad de turista que habíamos deslucía mucho los rincones. Estuvimos paseando por la zona hasta que comentamos que podíamos ir a la visita al mirador de Bergen.
El precio de la visita era de 245 nok’s, que ya se lo cobran, pero ya que estas allí, si se ha de ir, pues se va.
Xavi y Enric decidieron quedarse y Arturo y yo fuimos. Nos montamos en un autobús turístico de dos plantas que te lleva hasta a pie del funicular y luego te vuelve al centro. Nos subimos arriba y delante de todo. Dios, como se movía ese trasto.
Llegamos a un telecabina y subimos para arriba. El billete ya nos lo había dado el conductor del autobús. La verdad es que las vistas desde arriba son espectaculares de la ciudad. Ves lo grande que es y como ha ido poblando islas y más islas y la dificultad que tiene la entrada del puerto por la cantidad de islotes que hay. Eso si, cuando el océano esta picado, en este puerto se tiene que estar muy tranquilo.
Nos tomamos un chocolate mientras observábamos a unos parapentistas como se lanzaban desde una pista preparada para ellos. Es curioso, cuando alguno falle irá a parar al tejado de alguna casa.
Hicimos las fotos de rigor y emprendimos el descenso (nosotros en el telacabina que es más cómodo que lanzarse en parapente). Una vez abajo esperamos el autobús para que nos llevara otra vez al centro. Esta vez nos sentamos en la planta del conductor.
Llegamos al centro y nos fuimos todo paseando hacia el albergue a ver si estaban Xavi y Enric. Al ver que no, los llamamos y quedamos a la plaza que estaba al lado. Nos sentamos a tomar una cervecita mientras nos explicábamos nuestras respectivas aventuras. Ellos de dedicaron a visitar y fotografiar “monumentos” de Bergen. La verdad es que no estaban nada mal.
(Estas no son de los "monumentos" pero es que.....)
Aprovechando que estaba cayendo el sol con una gracia inusitada, volvimos de nuevo a las casas del Bryggen ya que cogían una tonalidad totalmente nueva. Y después de un plácido paseo nos decidimos ir a cenar.
Aquí empezó el gran periplo. Nos sentamos en una terraza llena a abarrotar con carta en español y todo, pero entre la cantidad de gente que había y que nos dijeron que teníamos que ir a pedir en la barra, mis compañeros se negaron a quedarse. Pues nada, nos vamos. Estuvimos mirando restaurantes, unos por caros y otros por vegetarianos los fuimos descartando uno a uno. Yo ya me veía en el kebbah de turno. Me negaba a admitir que no encontraríamos un restaurante en una ciudad como Bergen. Al final nos sentamos en el que estaba al lado del hotel. Barato y con una carta escasa. A todos les parecía bien, pues nada. Después de media hora esperando nos comentó Xavi que seguramente tendríamos que ir a pedir a la barra. Hasta aquí. Me levanté y les comenté que para pedir en barra me iba al otro que había cosas que me gustaban más, que si querían quedarse nos veíamos después. Nos levantamos todos al final. Supongo que la mujer del restaurante vió que el cabreado era yo y me intentó parar, pero ya iba demasiado quemado.
Al final pues tuvimos suerte ya que encontramos uno que también había carta en español, camarero que hablaba español y un trozo de costillar que entro solo mirarlo. Postre y café expreso. Que más se puede perdir.
Después de cenar nos fuimos a ver la fiesta nocturna de Bergen. La verdad es que hay y mucha, pero nos quedamos muy sorprendido por la cantidad descomunal de ingesta de alcohol que hay entre la juventud (y ya no tan jóvenes). Nos sentamos en una taberna irlandesa a tomarnos unos whiskys y unas pintas de Guiness mientras observábamos el ganado que pasaba por allí. Cada minuto que avanzaba la noche, más borrachos y borrachas iba la juventud.
Al cabo de un rato decidimos volver al albergue ya que al día siguiente teníamos otro bonita pero larga ruta hasta Frolands Verk.
Comentar la mierda de camas en las que dormimos que teníamos que vigilar no colarnos entre las maderas. Xavi casi lo consigue.
Se levantó una mañana nublada, como casi todos los días, por lo que teníamos la esperanza de que se levantara el día como cada día, así que nos pusimos rumbo a nuestro destino Frolands Verk. Durante el trayecto pasaríamos por la zona montañosa de Telemark y cerquita de Lillehammer y teníamos como visita una cascada (otra más) con el detalle que esta se podía cruzar por debajo y unas casas medievales reconstruidas Patrimonio Cultural.
Antes de salir de Bergen nos dirigimos a ver la Iglesia de madera de Fortun. Por lo visto se quemó casi por completo en 1992 y esta es una reconstrucción, peo ya que estábamos allí pues la teníamos que ver. Xavi nos guiaba a través de su GPS y las coordenadas, pero una calle en contradirección nos dejó en jaque un buen rato, pero conseguimos llegar.
Era demasiado temprano y aun estaba cerrada, así que visita por fuera, cuatro fotos y a seguir que aun nos quedaban unos cuantos kilómetros.
Al poco rato de salir de Bergen vimos que la lluvia sería una compañera durante el día de hoy o por lo menos durante un buen rato, así que nos paramos para ponernos los trajes de agua.
Todo siguió igual, llegamos a un ferry que nos costó 49 nok’s y seguimos un buen rato bordeando un fiordo. A media mañana llegamos a la cascada en cuestión. Seguía lloviendo así que al final solo subimos el pequeño repechón Arturo y yo. Xavi y Enric nos comentaron que se esperaban en el bar. La verdad es que es bonito, pero no es de las más espectaculares, ya que mi hermano me enseñó unas fotos de Tramacastilla con algo muy parecido e incluso mejor, pero el nuestro estaba en Noruego.
Al bajar nos tomamos un café y nos hicimos la foto por excelencia del viaje.
Proseguimos el viaje y la lluvia que no cesaba. Durante el camino vimos cascadas con mucho más caudal que las famosas “7 hermanas” del fiordo del Geiranger. Al final descartamos ir a ver las casitas medievales porque cuando llegamos al lugar era cuando más llovía.
Entramos en la zona de Telemark y empezaron las subidas y bajadas en la carretera que cruzaba esta región montañosa. En el punto más alto encontramos estaciones de ski y unos cuantos lagos. Pena de que estuviera nublado. Lo divertido fue adelantar la cantidad de coches y camiones que encontramos por esa carretera.
Pasada esa zona, paramos a comer en un área que había tiendas samis, supermercado, gasolinera, camping. Era un centro bastante grande. Y fue en este punto donde el día empezó a clarear. Bueno, nos comimos mediodía de lluvia, pero no nos podemos quejar.
Seguimos por la frondosa zona de Telemark. Me hacía gracia porque poco antes de empezar el viaje vi la película Los héroes de Telemark, película bélica del 1965 con Kirk Duglas y Richard Harris.
En un punto de la carretera tuvimos un pequeño gran susto con una octogenaria que debió vivir en directo los acontecimientos de la película, cuando con su coche rojo salió sin más de un caminito. Los cuatro clavamos las motos y rezamos (eso que no somos muy de misa) que el de atrás pudiera frenar igual o mejor que nosotros. La octogenaria siguió a su ritmo. Por mi que ni se dio cuenta de lo que había pasado. A los pocos kilómetros paramos en un punto de información para tranquilizar la taquicardia que sufríamos todos.
A media tarde llegamos a Frolands Verk y después de descargar las motos, ir a poner gasolina y comprar algo para cenar, le comenté a Enric que a ver si le dábamos el último achuchon a la cadena para poder cruzar Dinamarca y el trozo de Alemania. Y allí que fuimos. Arturo nos comentó que la suya también estaba floja. Enric le era igual 8 que 80 así que también se puso en ello.
Afloja la tuerca del eje trasero, tensa la cadena y cuando va a apretar la tuerca nota algo raro, hasta que llega el punto de oír el típico “clac” de cuando se pasas una tuerca. No solo se pasó sino que la rosca interna literalmente se despego de la tuerca, quedando un hilo de hierro o el material que fuera suelto.
Putadón al canto. Nada, miramos, buscamos y le comento que al lado de la gasolinera había un taller mecánico, que me acerco a ver si está abierto o el chico de la gasolinera sabe decirme algo. Nos acercamos Enric y yo pero estaba cerrado y el de la gasolinera nos comenta que hasta mañana no podemos hacer nada.
Como comentario, el hostal/albergue en el que estábamos, resultó que era un albergue infantil donde niños y padres pasan unos días de actividades. Cuando no son fechas escolares, alquilan las habitaciones como albergue normal. A la hora que llegamos ya no había nadie en recepción hasta la mañana siguiente a las 9:30 de la mañana.
Como estábamos solos, aprovechamos la buena noche que hacía y cenamos en una terraza donde había mesas, sillas y parasoles (que al final nos fueron muy bien ya que caía un relente que mojaba como si lloviera). Con el hornillo hicimos la cena y mientras acabábamos de cenar comenté la idea de ir a realizar una “compra nocturna” para solucionar el problema.
No hubo ningún voto en contra, pero al final descartamos la opción cuando, mediante internet, encontramos una Suzuki oficial en Kristiansand, una Kawasaki oficial en Arendal y varios talleres mecánicos. Comprobamos que el sábado abrieran y exactamente lo hacían de 10 a 14 horas. Suficiente para llegar, comprar la tuerca, volver, colocarla y llegar al barco.
Después de rematar la botella de ron, nos fuimos a dormir ya que la mañana siguiente sería una prueba a contrarreloj.
Nos levantamos por la mañana temprano. Xavi y Enric salieron pronto hacia Kristiansand, ya que tenían unos 70 kms para llegar. Yo, un poquillo más tarde me fui dirección a Arendal, capital de la provincia donde nos encontrábamos.
Como llegue temprano, ya que mi distancia era solo de 12 kms, me entretuve a buscar algún lugar para desayunar y a entrar a todas las ferreterías industriales que encontraba y que no fueron poca. Tenían tuercas del mismo tamaño pero de diferente paso de rosca. Digamos que eran más industriales.
A las 10 en punto estaba delante del concesionario oficial de Yamaha y que también llevaban algo de Suzuki.
A menos 3 minutos aparece un coche derrapando por el parking de tierra. Era un chaval joven que resultó que era quien abría la tienda.
Con mi inglés y con la tuerca pasada nos llegamos a entender. Encendió el ordenador y buscó a ver si la tenía. Pues no tuvimos suerte, pero me escribió la dirección de la Suzuki de Arendal. Esta no nos apareció en internet, pero me fui corriendo para allá.
Otro piolin en recepción. La misma táctica. Inglés, tuerca y mirada al ordenador. Me dice que no le sale en la lista de piezas del almacén. Por suerte apareció el jefe y se fue a mirarlo físicamente al almacén. Nada.
Me acuerdo que Kawasaki tienen la KLV1000, así que vuelvo a mis inicios. El chaval se queda parado al verme. Le comento lo de la moto y me dice que Kawa no tiene ningún modelo parecido a la V. ¿Me habré equivocado yo? Llamé a Xavi para que me lo confirmara. –Si, si, la KLV- Se lo confirmo al chaval, el cual, un poco incrédulo se lo mira el en google.no. Su cara de incredulidad le cambió a la de perplejidad cuando vio la KLV1000 en naranja. Al final resulta que Kawa no lleva este modelo a Noruega.
Ya a la desesperada me enseño todas las tuercas que tenia de Kawa, pero no nos servía ninguna. El jefe le comentó que me mandara, no sé si a la mi*rda o a una ferretería. Me mandó a otra ferretería industrial de los alrededores. Más de lo mismo.
Xavi y Enric tuvieron la misma suerte que yo, con el agravante que la Suzuki Oficial de Kristiansand no les salió de las pelotas sacar la tuerca de una V que tenían en exposición para que saliéramos del atolladero en el que nos encontrábamos. Cuadriculados que son los nórdicos.
Sin más tiempo que perder, me volví al albergue donde se encontraba Arturo. La verdad es que me jodió de una forma inhumana dejarlo allí. Le comenté una y mil veces que me quedaba con él hasta que pudiera arreglarlo, pero se negó en rotundo, así que abrazo de despedida y me fui volando hacia el puerto de Kristinasand.
Cuando llegué ya me estaban esperando Xavi y Enric, ya que Arturo me pasó todos los papeles de billetes y reservas.
Le comentamos a la chica de la garita el problema con el cuarto billete, pero me dijo que ya no se podía hacer nada, así que pasamos para adentro del parking a la espera que nos llamaran los estibadores portuarios.
En la fila, conocimos a una pareja de vascos con una Goldwind (me parece recordar) con los que mantuvimos una agradable charla que nos despejó un poco la mente.
Embarcamos y nos tuvimos que atar las motos nosotros mismos. Suerte que Enric se dio cuenta de cómo usar esas cinchas, ya que para mi, le faltaba un trozo. Al final, Enric fue el estibador oficial de la jornada. Ató la suya, la mía, la de Xavi, otra V de unos italianos (mira que tuvimos cerca la tuerca de los cojones en ese momento) y la Honda de los vascos.
Subimos a cubierta y como era hora de comer, pues pagamos el menú que era buffet libre. Nos costó al cambio 33€. Carillo, pero es lo que había y teníamos para un par de horillas o tres.
El cruzar Dinamarca, la verdad es que no aportó nada de interesante. Lo único curioso fue en un área de servicio, aprovechando para echar un meo, era donde se encontraba la zona de DVD pornos. Esto hace años que no lo veo ni en España.
Llegamos al final a Kruça. Según la dirección que ponía en las hojas, fuimos a parar a un restaurante donde se celebraba una boda. No me pareció que fuera el sitio, así que nos volvimos a fiar de las coordenadas de Xavi. Esta vez si.
Entramos al hotel. Aquí ya vimos algo raro. O los daneses han perdido mucho o los propietarios de este hotel no eran muy nacionales. Bajitos y con la tez morena. Al final vimos que eran griegos por la cantidad de banderitas que había de esa nación.
Le comentamos que al final no serían 4 habitaciones sino que solo serían 3 por el problema de Arturo. Me dice que lo siente pero la anulación tiene que ser con 48 horas. Era probarlo, nada más.
Me da la llave de la 1, de la 3 y de la 6 y me dice que están en la primera planta. A ver, el será griego, que ya los conocemos, pero yo soy catalán. Le pregunto que donde está la cuarta llave. Él, con cara de extrañado me comenta que si no la necesitaba pues que no me daba la llave.
- A ver, ¿tu mañana me cobraras la habitación? -
- Si –
- Pues si tu me la cobras, tu me das la llave –
Al final me la dio. Anda con el griego. Aunque solo sea para guardar las maletas y las botas (que a estas alturas del viaje, eso estaba prohibido por la Convención de Ginebra, fijo). Nos duchamos, eso si, antes re-tensada de cadena, que pobrecilla ya no daba para más, pero tenía que aguantar entre 500 o 750 kms más (para llegar a Frankfurt o a casa directamente) y nos fuimos a cenar. Hablamos de dónde íbamos. Xavi me comentó que en el GPS le salía un ciudad grande a pocos kilómetros. Pues vamos allá.
Ya montado en la moto me aparece de la oscuridad el griego de antes acompañado por otro. Me para y me comenta si aun quiero la habitación, que la necesita para otros clientes. - ¿Me la cobrarás mañana? – Noooo, claro. Pues entonces ten las llaves. Saqué las maletas y las botas antes de entregarles las llaves. Eso si, el pestazo se lo deje incrustado en el ambiente.
Y nos fuimos hacia nuestro destino para cenar. La ciudad a la que refería Xavi era Flensburg. Nos costó encontrar un restaurante abierto a esas horas (bueno, solo eran las 21:30 h). Eso sí, bares y clubs (normal o de ambiente, es igual) los que quieras. Al final entramos a un restaurante que nos dijeron que ningún problema.
(En este último no entramos )
La verdad es que comimos muy bien. La anécdota fue cuando Xavi y Enric me comentan que era un detalle que los precios estuvieran en euros. coño, si estamos en Alemania. Ni se habían enterado que hubieran pasado la frontera. Aish, esos niños.
Cuando llegamos al hotel, hablamos con Arturo por teléfono, a ver como estaba. Nos comentó todas las peripecias que había tenido que hacer. Suzuki Kristiansand le comentó que para la tuerca, mínimo 15 días. Vergonzoso. El RACC le comentó que ningún problema, que ellos se hacían cargo del hotel, pero 15 días comiendo, cenando y desayunando pues sale una pasta. Así que llamó a nuestra compañera Nieves que a las pocas horas ya tenía una tuerca en su poder. Mandarla de la forma más urgente era un mínimo de 5 días pensando que había un fin de semana por el medio. Así que al final decidió coger un billete de avión e ir a buscar la tuerca por si mismo. Haciendo cálculos es lo más económico. Los billetes ida y vuelta 190 €. Comer, cenar y desayunar no te sale a 40 €/día que sería la media. En definitiva, llegaría antes él a casa que nosotros.
Por la mañana, nos despertamos, desayunamos y pagué la cuenta del hotel. El día anterior ya me comentó que no aceptaban Visa. Suerte que llevaba el efectivo del “por si acaso”. Eso si, antes de bajar de la habitación miré como estaba el cambio oficial de las Coronas danesas con respecto al euro. Según el oficial nos tendría que costar 121 € y nos cobraron 123 €. Ningún problema.
Emprendimos la marcha. Volvimos a entrar en Alemania por el mismo paso fronterizo. Fue una pena no encontrar billete en Hamburgo porque estábamos a 140 kms y nos toco hacer 700 del tirón.
La autopista alemana pues correcta, eso sí, sin límite de velocidad. Esa leyenda urbana de que los alemanes son muy respetuosos y que conducen por el carril derecho y dejan los otros dos para adelantar, pues UNA mierda. Eso es un “MARICON EL ÚLTIMO Y “CAMPI QUI PUGUI”. Nos pasó un BMW serie 7 V12 con sus 544 caballos a toda mierda y detrás pues Mercedes, Audis, Astons, y todo una colección de berlinas.
Pasado Hamburgo nos empezó a llover. Paramos para ponernos los trajes de agua porque entre la que caía y la que levantaban los coches, pues íbamos a quedar guapos. Una vez equipados, seguimos nuestro camino.
Después de un tormentón que nos cayo, cesó la lluvia. Cerca de Kassel, a unos 160 kms de nuestro destino, paramos a comer algo, ya que llegaríamos a la terminal de trenes y no sabíamos que nos encontraríamos por allí y a parte, pues ya tocaba.
Nos comimos un Frankfurt. Ya que estamos cerca, pues que no sea dicho. Antes de salir, empezó a lloviznar un poco. Va, nos ponemos los trajes que no sea dicho. Los 150 kms que faltaban para llegar a Frankfurt has sido los más largos a causa de la lluvia con los que he ido en moto. Lo que nos llegó a caer, fue lo innombrable. Yo ya no veía nada. La visera empañada, las gafas también, los coches, unos a toda leche y otros casi parados o parados directamente de lo que caía. Al poco rato, Enric se puso delante porque vio que yo no iba cómodo. Cuando llegamos se lo agradecí de verdad. Me fue más fácil seguir a dos bultos (a Enric y a Xavi) que ir abriendo la procesión. Y digo bultos porque era lo único que se veía. Los coches los veíamos cuando apretaban los frenos y se les iluminaba los indicadores, pero si no, ni se veían.
Llegamos a Neu-Isemburg, donde se encuentra la terminal del AutoZüg en Frankfurt. La pinta que llevábamos era lamentable. Hasta otros motoristas que estaban allí nos echaron fotos y todo. Nos sacamos todos los bártulos y nos fuimos a tomar un chocolate caliente que era lo que mejor entraba en esos momentos. Con estas lluvias ves por donde petan los trajes de agua, por muy buenos que sean.
Aun nos quedaban un par de horas para el embarque, pero la verdad es que no quisimos movernos para ir a ver nada. La idea, si hubiera hecho un tiempo correcto, es que hubiéramos llegado con tiempo para echar una visita rápida por Frankfurt, pero de esa forma, ni hablar.
Embarcamos las motos y nos esperamos un poquillo más en la sala de espera a que llegara le tren. Puntualidad germana, a la hora estipulada estaba entrando por el andén. Entramos a nuestra cabina. Era bastante más borreguero que con el que habíamos ido. Tan chiquitito al final dejamos las botas en el pasillo y que sea lo que Dios quiera. El mozo del vagón con comentó que si queríamos vino. Pues venga, dos botellas para celebrar el fin del viaje.
Nos trincamos una y dejamos la otra para después de cenar, por lo que nos fuimos al vagón-comedor. Unas bromas con la camarera, cenita, café y de vuelta a la cabina.
Nos terminamos la segunda botella y a dormir como buenamente se podía ya que eran extremadamente incómodos. Antes de acostarnos, estuvimos un buen rato parados. Estábamos en Strasburg, que era por donde entraba el tren a Francia.
(Este parece Nacho Cano, lo que hace el estres post-vacacional )
A la mañana siguiente nos levantamos a la altura de Valence o algo más. En Avignon hubo un pequeño follon con gente que bajaba en esta parada. Se ve que les vendieron billetes para Avignon pero los vehículos solo los descargaban en Narbonne. El pollo estaba montado. Al final todos para arriba y a desembarcar en Narbonne, luego ya reclamarían.
La llegada y desembarque a Narbonne se produjo sin incidentes. Como ya teníamos la experiencia de la ida, nos dirigimos a los autobuses-lanzaderas que te llevan donde descargan los vehículos.
Todo fue bien.
Descargamos las motos, las cargamos con los bártulos que nos habíamos llevado al tren, miramos la cadena, que aun aguantaba (y sin tensarla).
Habíamos hablado días antes que cuando llegáramos a Catalunya, como sobre la hora de comer estaríamos cerca de Granollers, iríamos a hacer una visita-comida-sorpresa a Ricard y Natalia en Cardedeu. Quedamos cuando hablamos por teléfono con Arturo que nos encontraríamos allí directamente, para hacer la llegada, aunque figuradamente, juntos.
Nos llamo a medio camino comentándonos que era Fiesta Mayor en Cardedeu y que el bar estaba cerrado. Mala suerte. Al final quedamos en Granollers en una zona recretiva donde ya habíamos realizado alguna cena con la gente del foro.
Nos explicamos las anécdotas, nos pasamos las fotos y después de comer, nos despedimos dando por finalizado el viaje.
Xavi y Enric siguieron por la autopista para dejar a Xavi encarado hacia su destino. Yo cogí la C17 ya que me daba pereza pagar más peajes y Arturo se fue con su coche a donde tuviera que ir.
Llegué a casa sobre las 6 de la tarde, cansado, con la cadena al límite, con casi 9.000 kms de ruta, con más de 1600 fotos y con cantidades ingentes de recuerdos y buenas sensaciones.
Un viaje precioso que todo motero debería hacer una vez en su vida. Este viaje ya lo puedo tachar de la lista de pendiente. Ahora a preparar el siguiente viaje:
RUTA 66 Y COSTA OESTE DE EEUU.
DIA
PARTIDA
DESTINO
KMS
TOTAL
29/07/2010
Barcelona
Narbonne
256,30
256,30
30/07/2010
Hamburgo
Lund
404,80
661,10
31/07/2010
Lund
Sundsvall
1007,30
1668,40
01/08/2010
Sundsvall
Rovaniemi
801,10
2469,50
02/08/2010
Rovaniemi
Karasjok
852,00
3321,50
03/08/2010
Karasjok
Skaidi
496,20
3817,70
04/08/2010
Skaidi
Tromsø
408,80
4226,50
05/08/2010
Tromsø
Andenes
256,90
4483,40
06/08/2010
Andenes
Sorland
326,10
4809,50
07/08/2010
Sorland
Å
292,80
5102,30
08/08/2010
Å
Korgen
306,10
5408,40
09/08/2010
Korgen
Halsa
663,70
6072,10
10/08/2010
Halsa
Valldal
363,80
6435,90
11/08/2010
Valldal
Stryn
264,00
6699,90
12/08/2010
Stryn
Bergen
312,00
7011,90
13/08/2010
Bergen
Frolands Verk
502,30
7514,20
14/08/2010
Frolands Verk
Kruså
509,90
8024,10
15/08/2010
Kruså
New Isemburg
700,00
8724,10
16/08/2010
Narbonne
Barcelona
263,20
8987,30
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